ODA A LOS IBIS DEL PONIENTE, 1993


IBIS EN PLENO VUELO. Foto Loli Gallardo
ODA A LOS IBIS DEL PONIENTE

Tarde en la tarde,
tarda
el sol en ponerse,
digno.
Grave, elige cantar su propia elegía.
Tiene sus propias, ostensibles razones
para solemnemente morir sólo por hoy.
Para generoso ceder su lugar
a la entrañable Cruz del Sur.
Bandadas sucesivas y análogas
de ibis pampeanos cruzan…
Van dejando su impronta evanescente
que como pinceladas secas, acaso
paralelas
y en el contraluz del ocaso,
apenas si sugieren su paso.
¿Sois vecinos de Karnak o de Ur?
¿Sois custodios de Gizeh?
¿Qué gentilicio os cabe?
¿Qué raro instinto os guía, habitantes de la Historia?
¿Qué reflejos os conducen?
¿Serán vuestros homónimos del Nilo?
¿Será alguna compartida devoción por Amon Ra?
¿Será la atracción que sobre vosotros ejercen
las pulcras lejanías salpicadas de oasis
de las pampas y el desierto?
¿Qué os detiene?¿Cuándo?¿Os deteneis?
¿Volais de noche?
¿Quién os orienta invariablemente hacia el crepúsculo?
Todo se aquieta. Todo se alinda.
Se inunda la diáfana atmósfera de vuelos misteriosos
que rítmicamente marcan el devenir
momentáneo y perpetuo.
Mañana, lo que ilumine el Sol
será vía, camino, senda
hacia la infinitud del universo
desde estos modestos horizontes de la Tierra,
y vosotros seguiréis viendo claridades más allá.
Y el hombre que habita esta topografía
sabrá de vuestra propia eternidad.
Presiento al arroyo etapa,
pauta, cota, mojón.
¿Será él quien os avisa donde agitar vuestras alas?
¿Quién os indica dónde planear?
¿Quién dónde bajar?
Yo os anoto, ibis, esta oda
para que al pasar escuchéis mi pedido:
Bajad y contadme de lo mucho que desde allí se ve.
Os estaré esperando.
Confiado y sereno,
sobre el lomo de mi caballo
que vuelve
al paso
mientras levanta heladas gotas de rocío
en la quietud omnipresente
de esta cautivante penumbra invernal.

Pedro L. Baliña
Capitán Sarmiento, julio de 1993


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