RENACER EN "LA ESPERANZA CHICA", 1987.



LA ESPERANZA CHICA, CAPITÁN SARMIENTO, PROVINCIA DE BUENOS AIRES.


Renacer en “La Esperanza Chica”

Misteriosa gama lejana
de azules montes que se divisan
bruma matinal que funde los contornos, desdibujándolos.
Sube el sol y meticuloso organiza la paleta
y mitiga el rocío
y con él pugna por multiplicar aún más los ya infinitos verdes.
La diafanidad se adueña del lugar:
lo quiere para sí para transformarlo y entregárnoslo.
Vastos mares de trigo agitan los vientos primaverales,
Provocando el vaivén de las olas
cuyas crestas maduran generosamente.
Un plátano acapara por un instante la luz
en su cambiante tronco casi de reptil.
El jazmín busca seducir y lo logra,
envolviendo al que se anima a pasar a su lado.
Imposible resistirse.
Como ocurre ante la frambuesa,
cuya carne nos ofrece voluptuosa.
¡Cómo negarnos!
Y con el hechizo de los reflejos
en el agua del estanque,
cuyas ondas impresionistas
no podría atrapar ningún pincel
por avezado que fuera.
O con el encanto de la glicina
que al viejo molino se aferra,
mostrando tímida y elegante
la frescura de su pálido medio luto.
O al inacabable juego de las calandrias
en el camino que va a la huerta.
Las copas de los Palustris
verdes también están
y sólo nuestra memoria
evoca la magnificencia de su colorida muerte otoñal.
Dos cedros como atlantes,
erguidos custodian el frente.
A veces se disputan
a la vieja palmera
que se mira y admira, narcisista,
en el espejo de agua contiguo.
Las calas estallan pertinaces y frescas
como queriendo contradecir
infundadas acusaciones de estar ligadas a los muertos.
El centenario ombú persevera.
Insiste en hacerse pasar por un accidente topográfico
de esa pampa en la que tiene plantadas sus raíces.
Y con aire de hermano mayor,
vigila a sus parientes exóticos.
Y ahí nomás, la avenida de paraísos
que amables invitan al verdor interior.
Roja vereda, roja pared
y rojo el ígneo zigzagueo del brasita
que nos confirma, una vez más,
en las ramas de los tilos,
o en los nítidos alambres,
que todo renace.
Volvamos a la casa,
roja vereda, roja pared,
almena, cenefa, reja,
techos de chapa de zinc…
¿Qué sería de todo esto si no existiera el jazmín?

Pedro L. Baliña
Capitán Sarmiento, 1987

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