MESA DE HOMENAJE A STANLEY KUBRICK
PARA “UNA NOCHE ESPECIAL”



Lamentablemente la fotografía no puede captar los diferentes climas lumínicos logrados con la luna, el mantel con estrellas y el centro de fibra óptica de colores cambiantes. El efecto del flash rompe esos climas además de hacer percibir a la luna como plana y no esférica y que su superficie parezca lisa y no con cráteres como tuvo en la realidad.

Dos veces intervine en “Una Noche Especial”, las exitosas comidas que, para recaudar fondos, organizaba la Fundación Amigos del Teatro San Martín, todos los años en el comedor de la Sociedad Rural Argentina, en Palermo, en el Plaza Hotel, etc.
Artistas, diseñadores, decoradores y arquitectos arreglábamos las mesas con un tema o premisa dados. La primera vez que, invitado por Tita Tamames, la hiperactiva presidenta de la Fundación, participé, el leitmotiv era la ópera y llamé a mi mesa “Calas para la Callas”.
La segunda vez que participé en “Una Noche Especial”, fue en la edición de 1997, y titulé a mi mesa “2001 Odisea del Espacio – Homenaje a Stanley Kubrick”.
Dominaban la escena la blanquísima luna y un centro de mesa de fibra óptica bien kitsch, cuyos colores, al ir cambiando, aportaban su cuota de dinamismo.
La luna, esférica, corpórea, blanquísima, con cráteres y todo, parecía de mármol blanco y giraba sobre su eje, a unos 80 cm de la tapa de la mesa como para no entorpecer la conversación entre los comensales, en medio de una penumbra especialmente fabricada para resaltar el efecto que producía al reflejar la luz “solar” en el oscuro espacio “sideral” y el de los mutantes colores de las puntas del centro de mesa de fibra óptica.
Por cómo estaba iluminada esa luna, con un spot de haz muy puntual, escondido a gran distancia, parecía emitir la luz, más que reflejarla. A su alrededor, “giraban” tres pequeñas naves espaciales.
El mantel, que era totalmente negro y largo hasta el piso, estaba íntegramente tachonado de estrellas plateadas de no más de un centímetro de diámetro, levemente corpóreas y también reflejaban la luz que parecía emitir la luna.
En unos adminículos plásticos de raro diseño - en realidad eran para cocer huevos en microondas – que simulaban vajilla para comer dentro de la ingravidez de una nave espacial, había sólo píldoras, cápsulas y grageas de formatos, tamaños y colores diversos, como si fueran el entendible menú de los astronautas estando en el espacio. Toda la “vajilla”, tenía el logotipo de la NASA. Los comensales reales comían “a la luz de la luna”, sobre unos individuales circulares, de un celuloide muy particular, que daba un aspecto muy tecnológico y que, en combinación con la luna y el centro de fibra óptica producían raros efectos visuales. Los sillones, de línea vanguardista, tenían luces coloradas que prendían y apagaban en sus apoyabrazos. Para los imaginados tripulantes, no había cubiertos: no les harían falta para comer ese menú tan químico.

P.L.B.

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