"HAY EDIFICIOS QUE ESTÁN EN PIE,
PERO SE MUEREN TODOS LOS DÍAS"



A boca de jarro / Santiago Pusso

Santiago Pusso

Desde su ONG se ocupa de la preservación edilicia.
"Hace dos años se demolió El Arbolito, un antiguo bar frente a la plaza de Floresta. Como teníamos buen material en nuestro archivo fotográfico pudimos analizar y seguir algunas pistas: la indumentaria de la gente, transeúntes que pasaban con sombreros en forma de hongo, la calle de tierra, los vehículos de tracción animal. Según nuestros cálculos, debía de ser una construcción de 1880 o 1890. Hubo movimientos de vecinos para tratar de salvarlo, pero fue inútil, no pudieron con el Código de Planeamiento de la ciudad, que permite demoler para edificar en altura", se lamenta Santiago Pusso, presidente y coordinador de la ONG Basta de Demoler.
"La realidad es que hoy el planeamiento de la ciudad lo están haciendo las empresas constructoras. Por ejemplo, en Palermo, en una misma cuadra se pueden ver hasta siete construcciones simultáneas en una zona donde hasta hace cinco años eran todas casas bajas de uno y dos pisos. Pero todo se resuelve en círculos cerrados a partir de intereses que tienen que ver fundamentalmente con el negocio inmobiliario. Entonces, uno de nuestros objetivos es que el ciudadano común, que es el primer afectado por las demoliciones del patrimonio, tenga la potestad de participar en el ámbito de decisión sobre qué es lo que tiene valor o no", agrega.
Pusso es músico, especializado en música coral, docente y director de coros. Reparte la coordinación de Basta de Demoler con otra gran pasión: la creación de un centro musical en la parroquia de Nuestra Señora de Caacupé, en la villa 21, en Barracas.
"La destrucción del paisaje urbano afecta de diversas maneras. Por un lado, altera la conservación de la memoria colectiva de la ciudad y, por otro, al modificar el entorno, modifica el estilo de vida de quienes lo habitan, que eligieron vivir en un barrio de determinadas características y que de la noche a la mañana lo ven transformado", explica.
Pusso se acuerda de que empezó a preocuparse por el maltrato a la arquitectura de la ciudad cuando tenía 20 años y se inició un plan de renovación de las estaciones de subterráneo. "Era tremendo, querían cambiar las clásicas bocas de entrada con la estructura de rejas y sacar las mayólicas que recubrían las paredes de las estaciones de las líneas D y B. Preocupado, me acerqué a la Fundación Ciudad y organizamos una protesta pública. En Europa, particularmente en Alemania, donde estudié entre 2003 y 2005, hay un importante movimiento preservacionista que se creó a partir de la Segunda Guerra Mundial. En Berlín, por ejemplo, el 40 por ciento de la ciudad fue destruido y el gran dilema era: ¿reconstruimos de la misma manera que estaba antes o reconstruimos en un estilo moderno?"
-¿Cuándo se crea la ONG?
-A principios de 2007, a raíz de un auge inmobiliario sin precedente en Buenos Aires que empezó en 2004 y que alcanzó su pico máximo precisamente en 2007. No es sólo un problema de Buenos Aires: en Córdoba y Salta hay modificaciones en los códigos de Edificación y Planificación producto de la presión de los sectores inmobiliarios para las zonas más cotizadas, que son precisamente las que tienen mayor patrimonio arquitectónico.
-¿Cómo trabaja Basta de Demoler?
-Ante una denuncia, investigamos el tema y sus posibilidades legales con nuestros asesores; hay arquitectos prestigiosos y abogados. Dialogamos al mismo tiempo con los poderes políticos y con miembros del Poder Legislativo para buscar soluciones. Por otra parte, tratamos de crear conciencia en el ciudadano común y buscamos su participación. Sin embargo, nuestra tarea no consiste sólo en evitar demoliciones, sino también en cuidar el mantenimiento del patrimonio. Hay edificios que están en pie, pero que mueren todos los días por los efectos de la desidia y los predadores, que aprovechan el abandono para robar sus piezas valiosas y venderlas como antigüedades.
-¿Recuerda un ejemplo?
-El edificio de la Unione Operai Italiani, en Sarmiento entre Talcahuano y Uruguay, que fue construido por el arquitecto lombardo Virginio Colombo en 1913. Colombo nació en Milán en 1886 y llegó a la Argentina en 1906. Hasta su muerte, en Buenos Aires en 1927, realizó unas 50 obras, con un particular estilo art nouveau milanés, por ejemplo el edificio de la Unione Operai Italiani, una de las primeras salas de conciertos de la época, donde actuaron músicos y cantantes de fama internacional.
-¿Qué temas los ocupan actualmente?
-Entre otras cosas, logramos que la World Monuments Fund, una de las organizaciones más importantes en la preservación del patrimonio arquitectónico en el nivel mundial, incluya el centro de Buenos Aires entre sus 100 lugares en peligro.
-¿Qué otros sitios figuran en la lista?
-Incluye el paisaje urbano de Sevilla, porque al borde de su área histórica protegida se está proyectando la construcción de una torre de muchos pisos; la ciudadela de Machu Picchu, víctima del turismo; la mítica iglesia penitencial de la Sagrada Familia, de Antonio Gaudí, en Barcelona; los inquietantes castillos de Transilvania; la casa del arquitecto Frank Lloyd Wright en Taliesin West, Arizona, declarada monumento nacional en 1982; antiquísimas casas de madera en la ciudad de Kyoto, y el monasterio de Bhutan Bhutan, en la India, al pie de los Himalaya.
-¿Alguna buena noticia?
-Hay que celebrar que tanto La Flor de Barracas, un local de 1900, en Suárez 2095, esquina Arcamendía, a metros del pasaje Lanín, como el Bar Británico, en Defensa y Brasil, fueron restaurados. El problema mayor en estos momentos es la demolición del patrimonio barrial. En Barracas, en la avenida Montes de Oca casi no quedan edificios de valor, y al barrio de La Boca la demolición va a llegar en cualquier momento. Por otra parte, ¿qué pasará finalmente con la legendaria Confitería El Molino?

Luis Aubele

Fuente: LA NACIÓN

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