ARTES PLÁSTICAS: "LA COLECCIÓN
ES UN ESPEJO DE LA PERSONALIDAD"



Colección Helga de Alvear, Extremadura, España

Lo dijo Jiménez-Blanco, historiadora española que analizó los cambios del mercado del arte

Laura Casanovas
LA NACION

El verdadero coleccionista de arte se siente poseído por su colección, es más generoso de lo que se suele pensar y toma riesgos. Así lo define la historiadora del arte española María Dolores Jiménez-Blanco, quien contrapone este coleccionismo a uno más frío y corporativo que gana terreno en las últimas décadas.
Doctora en historia, docente y curadora, Jiménez-Blanco estuvo de visita en Buenos Aires invitada por la Universidad Nacional de Tres de Febrero. En diálogo con LA NACION, dijo haber encontrado en esta ciudad a algunas de estas personalidades que considera verdaderos coleccionistas.
-¿Qué aportaron los coleccionistas privados a la historia del arte del siglo XX?
-Mucho más de lo que pensamos. El objetivo de mi libro Buscadores de belleza [que se publicó en nuestro país en 2007] fue reivindicar la figura de los coleccionistas por la relevancia que han tenido en la configuración de la fortuna crítica de los artistas y de la historia del arte. Si no hubiera existido una Peggy Guggenheim, a lo mejor Jackson Pollock no hubiera seguido pintando. Además, pensamos en el coleccionista como una especie de neurótico que busca piezas continuamente, y creo que hay que darle la vuelta a ese mito y pensar que tiene mucho más de generoso que de avaro, de promotor que de alguien que busca su propia inversión económica.
-¿El coleccionista actual es el mismo que el de hace 50 años?
-Si es un verdadero coleccionista sí. Pero desde los 70 ha surgido un coleccionismo más frío, que tiene que ver con corporaciones, bancos, fundaciones, e incluso administraciones públicas, que han visto que el coleccionismo podía ser algo de prestigio que le otorga a su imagen corporativa cierto barniz elegante. Eso, para mí, no es verdadero coleccionismo, aunque puede ser muy profesional. En el coleccionismo de la edad de oro, desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la primera mitad del XX, más los ejemplos actuales, hay una premisa muy clara y es que el coleccionista de alguna forma se autorretrata en su colección, la cual se convierte en una especie de reflejo de su personalidad.
-¿Por qué se va perdiendo esa figura?
-En muchos casos, nos puede demasiado la parte material y económica de la vida. Estamos cada vez más pendientes de cosas materiales y se nos olvida la parte más emocional. Una colección interesantísima es la del conde italiano Giuseppe Panza, que murió hace poco. Fue el gran coleccionista de arte minimal y conceptual. Es un personaje que encuentra de repente que las obras de arte de los informalistas reflejan la angustia que él siente ante el mundo, y en los 50 compra a Tàpies, que por entonces era poco conocido.
-¿El coleccionista apasionado asume, entonces, más riesgos que el menos emocional?
-Absolutamente. El frío coleccionismo corporativo nunca va a comprar nada que no sea rentable, y por eso se asesora con parámetros económicos viendo, por ejemplo, qué artistas están subiendo en el mercado. El coleccionista de verdad no busca tanto la inversión.
-¿Detectó aquí coleccionistas a los que considera verdaderos?
-Sí, detecté algunos. Existen y muy buenos, con esa característica de que sus colecciones, de arte argentino contemporáneo, tienen mucho que ver con su biografía.
-¿Las crisis económicas van en detrimento de las colecciones privadas?
-En detrimento y a favor. El primer barón Thyssen aprovechó la crisis del 29 para comprar muchas obras de colecciones que se estaban deshaciendo. Las crisis benefician a unos y desfavorecen a otros. Son momentos de reajuste y hay piezas que pasan de unas manos a otras.
-¿El coleccionista ideal debería, en algún momento, poner a disposición del público su colección?
-Debería y es lo que acaba por justificarlo con una visión social del coleccionismo. En la inmensa mayoría de los casos es lo que sucede, donando la colección a un museo o abriendo el propio. La colección es una creación, un autorretrato, y el momento de hacerla pública es difícil, por lo que es justificable que a muchos coleccionistas les cueste. Es lo que dignifica y hace más trascendente su esfuerzo.
-¿Durante el siglo pasado gravitó más el coleccionismo privado o el público?
-Si pensamos que el gran centro de discurso historiográfico que ha creado el canon del arte del siglo XX es un museo, que es el MOMA, de Nueva York, y su director Alfred Barr, diría que es el coleccionismo público. Los museos americanos se hacen a base de colecciones y donaciones privadas. Así que son bastante inseparables lo uno de lo otro. Hoy, los museos tienen cada vez más participación pública, pero siguen funcionando con aportes privados.

Colección de arte colonial religioso del Museo de Arte Americano de Maldonado, Uruguay.

MARÍA DOLORES JIMENEZ BLANCO


Profesión: Doctora en Historia del Arte

Origen: España

Se graduó en la Universidad Complutense de Madrid. Ha trabajado para la Phillips Collection de Washington DC, el Museo Guggenheim de Nueva York. Ha curado muestras para el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

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