ETERNA CADENCIA / TRABAJO DE HORMIGA


La librería Eterna Cadencia se convirtió en un punto de encuentro.
Pablo Braun, su responsable, fundó también una editorial e impulsó el Festival internacional de literatura en Buenos Aires.

PABLO BRAUN - FOTO FLORENCIA COSIN

POR VICKY GUAZZONE DI PASSALACQUA

“Quise hacer una librería que me gustara a mí”, asegura Pablo Braun. Por eso decidió fundar Eterna Cadencia. Su gusto, al parecer, coincide con el de muchos lectores y escritores. Desde diciembre de 2005, la espléndida casona donde funciona la librería es un punto fuerte en la movida literaria porteña. Allí se realiza una amplia diversidad de charlas, conferencias, cursos y presentaciones.
Una vez que la librería se estableció como un punto de encuentro vinculado a la literatura, Braun quiso extender sus redes y fundó una editorial con el mismo nombre. Desde mediados de 2008, un equipo encabezado por Leonora Djament, quien tenía un cargo importante en el sello Norma, ha publicado libros de autores nóveles y consagrados a un promedio de 25 títulos por año.

¿Eterna Cadencia ocupó un lugar que estaba vacante en Buenos Aires?
El local llama la atención porque está en Palermo Viejo, un barrio singular, en un lindo edificio. Sin embargo, no es la única librería de este estilo en Buenos Aires. Admito que me esforcé para generar movimiento y dar forma a un espacio donde sucedieran cosas vinculadas a la cultura. Quizá eso le haya dado visibilidad.

Desde 2008, Eterna Cadencia es, además de una librería, una editorial. ¿Se hace difícil mantener un proyecto de ese tipo?
Resulta costoso hacerse un nombre en el mercado editorial y conseguir a buenos autores. Es cuestión de ser constante y profesional. Tratamos de ser cuidadosos en todos los aspectos, tanto en la producción de los libros como en el vínculo con la prensa y los lectores. Eso, de a poco, da sus frutos.

¿Cómo selecciona una editorial a los autores que publica?
Buscamos autores que nos gusten o que sirvan para dar prestigio al catálogo. En ocasiones, los mismos escritores se acercan a nosotros. El mundo literario es una maraña enorme. Hay que hacer un trabajo de hormiga para encontrar cosas buenas. Tratamos de ofrecer una combinación de autores nuevos y consagrados.

¿Cuál es tu mirada sobre el horizonte literario actual?
No sé si soy un buen parámetro porque hasta hace cinco años no tenía mucho que ver con este mundo. Me parece que están surgiendo muchas cosas. Todos los días hay lecturas, presentaciones de libros, charlas… ¡Hasta tenemos un festival de literatura! Como en todos los ámbitos, hay cosas buenas y malas. Es importante registrar el movimiento; hay charlas a las que asisten sólo 20 personas, pero subimos la desgrabación a nuestro blog y la leen 200 personas más. Esa amplificación me parece interesante.

Fuiste uno de los impulsores del Festival Internacional de Literatura en Buenos Aires. En septiembre se realizó la segunda edición. ¿Qué balance podría hacerse?
Un balance muy positivo. Vinieron 5 mil personas a escuchar a gente que hablaba de libros… ¡Eso es increíble! Queremos que la próxima vez tenga más sedes y dure más días. También nos interesa involucrar a los escritores en tareas de carácter social, como lecturas en colegios o universidades. La idea es promover la lectura desde un lugar amable, no como una obligación.

¿Cuál es el futuro de los libros impresos?
Casi no tengo dudas de que, en diez años, el 50 % de los libros se venderá en versión digital. Los chicos nacen hoy con una computadora bajo el brazo. En breve, en vez de andar con una mochila llena de libros, van a llevar un iPad con textos cargados. Van a estar acostumbrados a eso y no vendrán a una librería. A mí me gusta mucho leer en papel, pero sé que en algún momento voy a tener que llevar los libros que publico al formato e-book. Como editor, lo voy a hacer, pero como librero seguiré vendiendo libros hasta que nadie quiera comprarlos.

Fuente: revistag7.com

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