EL BAÑO COMO UN HECHO CULTURAL



FAENA. COLECCION DE EXAGERACIONES DIGNAS DE UN PALACIO FRANCÉS

Por Miguel Jurado
EDITOR ARQ Clarín

Los baños se han convertido en un índice del progreso humano. Es más, su desarrollo y sofisticación ya deja huella en los espacios más preciados de la cultura: los museos.
Desde su humilde inicio como “la letrina” hasta la su actual estatus de “espacios del placer”, los servicios sanitarios han recorrido un largo camino tapizado de innovación y lujo, algo que no puede igualar ningún otro ambiente de la casa. Y su futuro parece no tener límites.
Comparemos el baño con la cocina. Puede ser que ambos ambiente peleen palmo a palmo entre las preferencias hogareñas actuales. Esos dos lugares concentran el 15 por ciento del costo de una casa. Sin embargo, la cocina se está convirtiendo en un objeto decorativo y entre sus accesorios cobra cada vez más importancia la puerta de la heladera, el lugar en el que brillan los imanes del delivery.
Por su lado, podemos asegurar que el baño sobrevivirá a todos los cambios culturales futuros y (apuesto doble contra sencillo) será cada vez más importante. Basta con ver su desarrollo desde principios del siglo XX hasta hoy. Antes era una habitación perdida en el fondo del conventillo. Aún en las casas más copetudas era un ambiente frío y subequipado.
Hoy, en los edificios de lujo, hay un baño por cada ambiente. Están los compartimentados, en suite, con el infaltable jacuzzi e infinidad de accesorios que pueden triplicar su costo: cabinas para ducha separadas de la bañera, duchas escocesas, saunas, baños turcos y salas de relax. Su peso específico en la construcción ha crecido tanto que si levantar una torre de departamentos cuesta alrededor de $ 4 mil pesos el m2, el baño no se construye por menos de $ 9 mil por m2.
¡Ojo! Eso si nadie se delirara eligiendo cerámicas importadas, mármol, canillas de diseño, lavatorios cancheros, vanitories de madera o inodoros con formas raras. Según el suplemento de Arquitectura de Clarín , hoy, reformar un baños chico cuesta $ 37 mil más IVA. Pero el costo se puede duplicar si dejamos volar la imaginación.
Aunque no se crea, los baños están profundamente ligados a la corriente cultural de cada país. Es así que existe un baño típicamente argentino y está simbolizado con esa parejita indisoluble que forman el inodoro y el bidé. Cualquier coterráneo que haya viajado puede dar cuenta de la desaparición del bidé en la mayoría de los países. Y de la desconsoladora soledad en la que vive (y nos deja) la sola presencia del inodoro. Los baños argentinos son un motivo de orgullo nacional que merece ocupar un lugar destacado junto al tango, el colectivo y el dulce de leche.
Pero, más allá de las consideraciones afectivas, el baño cobra su real dimensión cultural en los museos de arte. Allí, los sanitarios son verdaderas obras de arte. Como resultado de una larga recorrida por baños públicos (en la que la urgencia no despreció barsuchos de mala muerte), puedo asegurar que los baños de los museos son los mejores. En Buenos Aires, puedo recomendar tres:


Malba.

Espacioso y sobrio, un derroche de mármol de carrara (ese que se consigue en Italia), con veteados grises similar al que se puede encontrar en el bar del mismo museo de Figueroa Alcorta y Salguero. Con toques de acero inoxidable en los accesorios y finas canillas de platil. El conjunto ofrece un juego de reflejos infinito. Los inodoros se encuentran separados por tabiques de aluminio anodizado natural, detalle que le agrega un carácter tecno al lugar.

Museo Fortabat.

Sencillo y acotado ambiente revestido en pisos y paredes con dolomita dorada (se consigue en Italia). Ofrece una composición minimalista muy acorde a la pericia de los arquitectos que lo diseñaron (el famoso uruguayo Rafael Viñoly) en el Dique 4 de Puerto Madero.

Proa.

Baño con piso de madera (sí de madera), lavatorio prismático blanco, espejo con luz por detrás e inodoros escondidos en cubículos de cristal templado y traslúcido. Un ejemplo de diseño contemporáneo en el clásico espacio de La Boca.
Debo reconocer que los baños de los museos me producen cierta fascinación por el contraste entre el arte que albergan esos edificios y la dignidad con la que enfrentan las más escatológicas necesidades humanas.
No pasa lo mismo con el preferido de mis baños públicos: el del Faena Hotel + Universe, en Puerto Madero. Si a ese edificio le faltara algo, el baño es una colección de exageraciones dignas de un palacio francés. Mármol arabescato recubre pisos y paredes. En el centro del baño están los lavatorios socavados en una pieza de mármol. Cisnes de plata escupen el agua para lavarnos las manos. Cristales biselados cubren las patas de la mesa central, adornan la pared y recubren las puertas que ocultan los inodoros. Unos veladores con pantallas plisadas alumbran estratégicamente el lugar de los mingitorios. Todo busca aventar la idea de que ese lugar sirve para algo más que admirar la decoración.

Fuente: clarin.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario