LA RECOLETA, A VUELO DE PÁJARO


El barrio de la Recoleta, que no es de los más antiguos de Buenos Aires, aparece a fines del siglo XVIII, cuando las extensas chacras y quintas que lo formaron, empezaron a sub-dividirse y a ser edificadas. Toma su nombre del Convento de los Recoletos Descalzos, que fue levantado en una chacra llamada "De Los Ombúes", que recibió el vecino fundador y primer alcalde, Don Rodrigo Ortiz de Zárate, en el reparto de tierras que hiciera en 1583, el General Juan de Garay, segundo fundador de Buenos Aires en 1580. Por consiguiente, el barrio se hallaba fuera de la traza de la Ciudad, y al momento de fundarse el Monasterio correspondía al pago de Monte Grande, luego San Isidro, siendo por muchos años uno de los arrabales, con características rurales por lo despoblado y solitario. El río llegaba hasta ahí nomás.


Un plano cercano de una de las iglesias más bonitas de Buenos Aires, la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, que empezó a ser construida en el año 1715. El 11 de junio de 1580, Juan de Garay fundó la ciudad de la Santísima Trinidad a orillas del Río de la Plata y en homenaje a Pedro de Mendoza le puso el nombre "Santa María de Buenos Aires" al puerto. El 24 de octubre realizó el reparto de suertes, parcelas de tierra con límites, 6 de las 65 futuras quintas estaban ubicadas en el actual barrio de la Recoleta. La suerte número 5 correspondió a Rodrigo Ortíz de Zárate. Le puso por nombre Quinta de los Ombúes. Tenía por límites la barranca hacia el río y las actuales calles Ayacucho, Azcúenaga y Arenales aproximadamente. La zona era conocida como "Pago del Monte Grande". Pago se lo llamaba porque había viñedos y Monte Grande se debía a los numerosos bosques de altura baja, los cuales llegaban hasta San Fernando. Los montes eran de baja altura y madera pobre, donde había muchos ombúes. En 1606, Rodrigo Ortiz de Zárate vende la chacra a Francisco de Beaumont y Navarra, y en 1608 pasa a ser propiedad de Juan Domínguez de Palermo quien estaba ampliando sus tierras. Diez años después la adquiere Martín Dávila y Villavicencio, pasa por herencia a Enrique de Mendoza, quien la vende a Inés Romero de Santa Cruz y a Isabel Frías de Martel. Luego la obtiene Juan de Herrera y Hurtado, quien deja la quinta a su hija Gregoria, casada con el capitán Fernando de Valdez e Inclán, quienes ceden la parte más elevada de su chacra a Juan de Narbona, para que éste edificara una iglesia y un convento para los frailes Recoletos de la orden franciscana, recién llegados de España en 1708. Fueron el fray Pedro de la Torre, el cabildo y el gobernador los que solicitaron permiso a Su Majestad el rey Felipe V para construir un templo para los frailes de la Recolección de San Pedro de Alcántara en la Trinidad, hoy Buenos Aires. Para ésto, contaban con una donación muy fuerte de Pedro de Bustinza. En 1716 fray Diego de Cevallos, lego del convento, hace una nueva gestión ante la Corte logrando la real cédula autorizándolo. Para entonces ya habían muerto tanto fray Pedro como el donante. Es cuando aparece Juan de Narbona, quien hace un nuevo legado y construye una modesta capilla y cuatro celdas para los franciscanos. Como el nuevo donante era devoto de la Virgen del Pilar de Zaragoza, pone como condición que la iglesia permaneciera bajo su advocación. La iglesia Nuestra Señora del Pilar En 1717 se firma la escritura de compromiso entre el comerciante Juan de Narbona y el capitán Valdez e Inclán. Los frailes Recoletos construían sus conventos en zonas apartadas, ya que se dedicaban a la oración. De manera que tenían un particular interés por instalarse en la antigua quinta de Los Ombúes. Según algunos historiadores, los planos se deben a los hermanos jesuitas alemanes Juan Kraus y Juan Wolf. Otros piensan que fueron los hermanos jesuitas Bianchi o Blanqui y Prémoli, autores de importantes obras en Buenos Aires como la antigua Catedral, el Cabildo, la Iglesia de San Ignacio y Nuestra Señora de la Merced. En Córdoba construyeron la Catedral también. Como en aquella época había muy pocos arquitectos y éstos tenían experiencia, se les confiaba la mayoría de los edificios. También estaba la posibilidad de que todos ellos trabajaran en la construcción de la iglesia y el convento en distintos períodos o de que sólo colaborasen en el diseño de algunos planos. Las obras comienzan 1715 y en 1718 estaba terminado el primer claustro. En 1721 se terminó el segundo claustro. En 1725 se termina la iglesia siendo posible que la fachada haya sido obra del padre Bianchi. Mientras se edificaba el templo, Narbona construía su casa al lado, donde hoy funcionan las oficinas del Cementerio y bajo su solado se encuentran las ruinas de la antigua vivienda de catorce cuartos. Fray Diego de Cevallos viaja a España en 1721 y regresa con ocho religiosos. El altar mayor fue obra de Domingo Mendízabal, Ignacio de Arregui y Miguel de Careaga. En 1731 se colocó la campana San Antonio de Padua en la espadaña. Se termina la torre de 30 metros y se inaugura la iglesia el 12 de octubre de 1732. Es la iglesia más antigua de nuestra ciudad conservada en su estilo original barroco. San Ignacio, que es anterior, sólo conserva de su construcción una torre y la fachada. En 1779 se modificó la fachada para ubicar el Altar de las Reliquias y el Baptisterio enfrente, creando un atrio cerrado. En 1821 el Gobernador Martín Rodríguez y su Ministro de Gobierno, Bernardino Rivadavia, expulsaron a los frailes de la Recolección, expropiando todos sus bienes, quedando cerrada la iglesia por varios años y en la antigua huerta se creó el Cementerio de la Recoleta. En 1834 se destinó el Convento a asilo de mendigos y luego de ancianos. Recién en 1866 se colocó el reloj inglés en la espadaña y la actual reja en lugar de un muro de ladrillos. En 1881, el arquitecto Buschiazzo construye la fachada del cementerio. En 1891 se amplió el templo y a comienzos del siglo veinte se hacen modificaciones que dañan su estilo exterior e interior, pintándose frescos en los techos del templo y agregándose estatuas en su fachada. En 1932, gracias al arquitecto Millé, la iglesia vuelve a su estilo original. En 1936 el Papa Pío XI la eleva a basílica y el 21 de mayo de 1942 se la declaró monumento histórico nacional. A partir de 1994 se inicia la restauración definitiva de la iglesia recuperando el color blanco en su fachada, como la puesta en valor de cada altar. El Pilar, tiene interesantes cosas para ver, entre otras: la Capilla de San Pedro Claver, el Altar de las Reliquias, los Claustros Históricos, el Altar Mayor, varios altares menores, etc. El campanario de la Basílica remata en cerámicos Pas de Calais azules y blancos (ver la nota en este blog).


En primer plano, el Paseo Chabuca Granda recuerda a la cantautora peruana. Es la continuación peatonal de la Avenida Presidente Quintana, que nace en Cinco Esquinas y muere en la Recoleta. La Avenida Quintana, antiguamente era la Calle Larga de la Recoleta. Y se llamaba así porque, desde Cinco Esquinas hasta Callao, no tenía ninguna calle que la cruzara. Hoy en día, lo hacen las calles Parera, Montevideo y Rodríguez Peña. Más tarde, Quintana llegaba hasta el frente mismo de la Basílica del Pilar y del Cementerio por lo que los entierros entraban y llegaban hasta el Cementerio por la citada avenida. Hasta la década de 1950 los coches fúnebres eran tirados por lustrosos caballos zainos negros de la raza rusa Orloff, cuyos cascos herrados resonaban de manera muy particular, característica, contra el empedrado de adoquines hechos uno a uno.


En primer plano, el edificio del Centro Cultural Recoleta y de la sede delegación de la Organización de los Estados Americanos, O.E.A. El Centro Cultural Recoleta acaba de cumplir sus primeros treinta años. En ese lugar funcionó antes un Asilo de Mendigos y el Hogar de Ancianos "General Viamonte". El antiguo edificio fue reformado y adaptado para su uso actual por tres arquitectos y artistas plásticos: Clorindo Testa, Luis Fernando Benedit y Jacques Bedel. El edificio, también rojizo, que se ve en un segundo plano semioculto por las copas de los árboles, es el del Museo Nacional de Bellas Artes, nuestro museo más importante, y más atrás, se pueden ver los tres enormes cubos del Canal 7 de Televisión, la televisora estatal, que fueran construidos ahí con motivo del Campeonato Mundial de Fútbol de 1978, que se jugó en la Argentina y que ganó nuestro país. Se le restó una plaza entera a la Ciudad.


La imponente copa del gomero más grande de todos los de la Recoleta, el que generó más temores y discusiones cuando se hizo la playa de estacionamiento subterránea. El árbol, gomero o Ficus Elástica, es un verdadero monumento viviente. Abajo, a su izquierda, se ven las mesas de la confitería La Biela, cuyo nombre alude a que ése, en el pasado fue lugar de encuentro de varios corredores de autos. Se le ha hecho a este árbol una salvaje poda en su parte inferior como para poder avanzar con las mesas de La Biela por abajo de esas ramas y en dirección a su tronco y raíces.


Por atrás de la copa del gigantesco gomero, se ven las cúpulas de las bóvedas del célebre Cementerio de la Recoleta, que tiene obras de famosos escultores y que todos los días es muy visitado por turistas de todo el Mundo. Muchos fundadores, próceres, héroes, ex-presidentes y personajes de la historia argentina están enterrados en él. En la zona de la Recoleta se da esa curiosa mezcla del Cementerio y lo religioso, lo turístico y lo cultural, lo gastronómico y la diversión nocturna, etc.



El monumento a Ramón L. Falcón, fue hecho por el excelente escultor argentino Alberto Lagos.
Lagos fue también autor, entre otros, del Arquero de San Sebastián que está en la Plaza República de Chile, en la esquina de Avenida del Libertador y Mariscal Ramón Castilla, frente al Palacio Errázuriz, sede del Museo Nacional de Arte Decorativo, y de los relieves del frente del edificio del Automóvil Club Central, a ambos lados de la entrada principal, de los monumentos a George Canning, a Luis María Drago y Al Inmigrante y de El Pescador y su Alma.
La cabeza de Lagos, su autorretrato escultórico fundido en bronce a la cera perdida, está emplazado en la esquina de las calles Guido y Presidente Roberto M. Ortiz, muy cerca de lugares donde tuvo varios restaurantes su nieto, el cocinero Carlos Alberto "Gato" Dumas.
Alberto Lagos nació en La Plata, Buenos Aires, el 15 de octubre de 1885.
Murió en Buenos Aires, el 2 de febrero de 1960.
Escultor y ceramista. Se inició estudiando en el Instituto libre de Segunda Enseñanza donde fue compañero de Ricardo Güiraldes y Tito Cittadini. Con algunos otros compañeros formó el “Grupo Parera” que solían reunirse en el taller de Alejandro Bustillo donde hojeaban libros de arte, discutían sobre música y ópera, sobre Baudelaire, Verlaine, Rimbaud, Rubén Darío o Mallarmé y comentaban las novedades de la patria y de Europa.
Estudió arquitectura en Buenos Aires, hasta que Torcuato Tasso lo lleva a iniciarse en la escultura. En 1909 el gobierno de la provincia de Buenos Aires le otorgó una beca con la cual viajó a París. Fue premiado en Francia, por lo que a su regreso al país realiza el monumento a Falcón.
En 1926 presentó en Buenos Aires los retratos de Enrique Larreta, Pedro Chutro, Carlos Reyles y Ninon Vallin.
Fue profesor de escultura en la Academia de Bellas Artes y de dibujo en la Escuela Nacional de Artes Decorativas de Buenos Aires. En Paris integró el “Nouveau Groupe” junto a los escultores Paul Paulin y Paul Landowski. Fue presidente de la Sociedad de Acuarelistas, Pastelista y Grabadores. Integró la comisión Nacional de Bellas Artes. Fue miembro de la Dirección de Bellas Artes. Perteneció al directorio del Teatro Colón.
Obtuvo premios y menciones en innumerables exposiciones y salones de escultura.



El coronel Ramón Lorenzo Falcón (1855-1909) fue un político, militar y policía argentino. Se destacó por su dureza como jefe de la Policía Federal Argentina, reprimiendo con mano de hierro los movimientos obreros de comienzos del siglo XX. Tras la llamada Semana Roja de 1909, en la que el enfrentamiento entre la policía y los manifestantes del 1º de mayo se cobró la vida de varios obreros anarquistas y llevó al cierre de asociaciones y locales sindicales, fue asesinado en un atentado por el joven obrero Simón Radowitzky.
El 14 de noviembre, cuando Falcón regresaba del funeral de otro policía acompañado de su secretario Lartigau, en la esquina de Quintana y Callao, Simón Radowitzky, un joven anarquista de 18 años recién llegado de Rusia, actuando solitariamente, arrojó una bomba de fabricación casera contra el carruaje en que viajaba, y Falcón murió pocas horas más tarde. Está enterrado en el Cementerio de la Recoleta, en la sección 20, sobre el muro de la calle Azcuénaga, en un imponente sepulcro, obra del escultor León Ernest Drivier, también autor de L'Homme Parlant, que puede verse en la Plaza Intendente Alvear, frente al monumento al General Alvear de Bourdelle.




En primer plano, a la izquierda, la entrada a la playa de estacionamiento subterránea que fue hecha durante la intendencia del Brigadier Osvaldo Cacciatore y que suscitó tantas controversias por la parte estética y por los efectos nocivos que se temío que pudiera tener sobre los célebres gomeros de la Recoleta. Al centro, el encantador monumento a Don Torcuato de Alvear, primer Intendente Municipal de la capital de la República Argentina. Fue inaugurado en el año 1900, y es obra de A. Jons y Juan Lauer. Consiste principalmente en una columna de estilo dórico, hecha en granito gris, la cual finaliza con una estatua alada representando "la gloria", en actitud de avanzar triunfante, con una corona de laureles en una mano. En el tercio inferior de la columna, sobre el fuste y hecho en mármol de Carrara, se halla el busto del Intendente Alvear y bajo él, una corona de laureles hecha en metal, mientras que cada una de las caras de la base cuadrada presenta un motivo distinto, tres de ellas poseen relieves en donde se representan "La Apertura de la Avenida de Mayo", "La Pavimentación de la Ciudad", y el "Arreglo de la Recoleta", las tres obras más destacadas de su gobierno. La última cara presenta una gran inscripción con el nombre y fecha de vida del político. La obra en sí está sobre tres peldaños de piedra, a la cual se accede desde una pequeña escalera. Varios de los bronces originales de la figura han sido robados. Esas serpenteantes veredas se pueblan los sábados, domingos y feriados de puestos de venta de la feria artesanal que transcurre ahí y se saturan de gente que, hablando en multiples idiomas, recorren la feria en busca de algún recuerdo original de su paso por Buenos Aires. La mayoría de los árboles son nativos de nuestro norte subtropical que se han adaptado muy bien al microclima urbano de Buenos Aires. La copa que se ve sobre la mano derecha y enseguida del monumento al Intendente Alvear, corresponde a un ombú. El ombú, cuyo nombre científico es Phytolacca Dioiica, es el símbolo vegetal más típico de nuestras pampas, y desde el punto de vista botánico, no está considerado un árbol sino un herbáceo gigante. Su nombre deriva de la voz en lengua guaraní "umbú", que significa sombra o bulto oscuro.





En primer plano, la copa de una Grevillea Robusta de la Plaza Presidente Ramón J. Cárcano. Semioculta, inmediatamente atrás, a la izquierda, la copa de un enorme gomero al que hubo que intervenir quirúrgicamente para intentar detener el acelerado proceso de degradación que estaba sufriendo. Técnicos especializados de Kew Gardens de Londres debieron hacerle una poda terapéutica, personal municipal de la Ciudad de Buenos Aires le "desasfaltó" el entorno inmediato, buscando que sus raíces respiraran mejor, y la empresa proveedora de gas debió subsanar una pérdida que tenía un caño que pasaba cercano a sus raíces. Fue una iniciativa de D.A.R.A., Decoradores Asociados de la República Argentina que patrocinó YPF, Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Los autos y colectivos vienen entrando al tramo recto de la Avenida Alvear desde la Avenida del Libertador. La "proa" rojiza que se ve sobre la mano derecha, por detrás de la copa de una alta araucaria, es el basamento del Monumento al Brigadier General Don Carlos María de Alvear, hecho por Antoine Bourdelle, que fuera diseñado por el pintor, arquitecto y escultor Alejandro Bustillo. Y, por atrás del monumento a Alvear y el Palais de Glace, el resto de los autos de Libertador, se van hacia la Avenida 9 de Julio, Retiro y el centro, San Telmo, Barracas... Más atrás, en línea con la parte posterior de la Facultad de Derecho, el Centro Municipal de Exposiciones.


Un primer plano con copas de árboles, inmediatamente el imponente edificio de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires y, más atrás, terrenos e instalaciones ferroviarias y depósitos portuarios y por fin, la Avenida Costanera y el Río de la Plata.


Fotos y textos: P. L. B.


1 comentario:

  1. El Barrio de La Recoleta es uno de los más coquetos de Buenos Aires, con sus mansiones y palacios, el verde de los árboles, sus espacios abiertos. Es lindo poder caminar por acá, visitar la Plaza Francia y su feria, el Cementerio de la Recoleta, el Centro Cultural, Buenos Aires Design, Palais de Glase, Museo de Bellas Artes, la Biblioteca Nacional, etc. Es de los lugares más caros de la ciudad, por lo que comer o hacer una reserva de hoteles no es económico, sin embargo tiene muchas actividades gratuitas para realizar. Aquí se encuentran muchos restaurants de mucho nivel y el Café literario Clásica y Moderna y La Biela. Sin duda un barrio que tiene mucho para ofrecer.

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