AUTOBIOGRAFÍA VISUAL




Jorge Mara-La Ruche cierra 2011 con una muestra de artistas nacidas en las décadas de 1970 y 1980. Así, a la vez que incorpora jóvenes a la galería, ratifica las líneas estéticas perfiladas en exhibiciones anteriores y configura una constelación propia. Las cuatro artistas plásticas más una fotógrafa elegidas por Lucía Mara (Buenos Aires, 1988) representan, en primera persona, la autobiografía visual de una generación con obras centradas en el espacio y el paisaje. Julia Andreasevich (Puerto Madryn, 1982) modula experiencias personales, un diario de viajes a la manera de las libretas Moleskine, postales transfiguradas y viñetas. En sus obras, los detalles son pretextos para explorar un espacio concreto mediante el filtro de la subjetividad. Ese espacio también incluye el de la historia de la pintura: una cita de Gauguin reconcilia el placer de la imagen con la proyección del deseo de mirar. Vinculados por la paleta y por la reproducción de croquis de una ciudad imposible, los dibujos de Valeria Traversa (Buenos Aires, 1975) escrutan las superposiciones de grafismos y formas curvas, similares a molduras. Como un coro alucinado, sus obras parlotean en un idioma del que el visitante, una vez puesto en código, puede disfrutar.
La obra de Marcelina Dipierro (Chivilcoy, 1978) pone de relieve los alcances tridimensionales del plano, y viceversa. Con obras geométricas y rigurosas, se permite sin embargo chistes ópticos, como el de proveer a las obras de unas sombras de hierro. Su muro de formas arquitectónicas que semejan legos restablece el juego al oficio de la escultura-ficción. Carola Dinenzon (Buenos Aires, 1981), otra artista geométrica, pinta sobre fondos irreales unas figuras-fantasma que parecen despegarse del plano por la elección insólita del color. Fluorescentes y mudos, los rectángulos de color que flotan sobre un telón de vapor perduran en el recuerdo.
Por último, las fotos de Victoria Dobaño (Ranchos, 1986) sintetizan asuntos relevados en la muestra: los estampados sobreimpresos en la piel de las modelos desnudas, en ambientes íntimos, sobre camas y en rincones caseros, fulguran como las figuras de Dinezon, evocan los moldes de Traversa, riman con los signos opacos de las obras de Dipierro, se escabullen como los personajes de la pinturas de Andreasevich. Y, también, se conjugan con la propuesta curatorial de Lucía Mara, la sexta protagonista invisible de Cuatro + Una que, como una artesana entusiasta, hilvanó los sentidos plurales de una trama generacional.
Ficha. Cuatro + Una en Jorge Mara-La Ruche (Paraná 1133), hasta el 31 de diciembre.
 

Fuente: ADN Cultura LA NACIÓN

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