DE LIVERPOOL A SAN JUAN


CUADERNOS PRIVADOS

De Liverpool a San Juan
Una de las preguntas que con diferentes grados de malicia se formulaban muchos provincianos ante el aluvión de maestras norteamericanas que contrató Sarmiento era: ¿por qué emigraron de Estados Unidos? De las sesenta y cinco que vinieron, treinta y seis continuaron enseñando durante trece años como término medio; veinte vivieron en la Argentina hasta su muerte.
No dejaron su país por falta de trabajo. En junio de 1877 la Nueva Revista de Educación de Nueva Inglaterra protestó porque las buenas docentes estaban partiendo al extranjero. Según escribió con celosa gracia la maestra Mary Conway a su hermana, algunas viajaron sólo para encontrar marido: “Gastan sus sueldos íntegros en vestidos, y de este modo adquieren, sin duda, una ventaja sobre las mujeres del país, que aunque ricas en sedas y encajes, no tienen ese peculiar estilo, que es tan agradable y tan característico americano. Las mujeres del país dicen que a fuerza de trajes, cosméticos y pedrerías, las maestras norteamericanas han cautivado al ministro de Educación. Lo han conseguido fácilmente, porque no se pasa de listo”. Pero las mujeres de nuestro país podían estar tranquilas. Cuando Mary Conway escribió esta carta, seis de sus colegas se habían casado con residentes norteamericanos o ingleses. Ninguno era argentino.
En su precioso libro 65 valientes , Alice Houston Luiggi informa sobre otros motivos: el prometido de Jennie Howard había muerto antes de casarse y ella estaba ansiosa por experimentar aventuras; Clara Allyn y Clara Gillies también habían sufrido reveses sentimentales. Isabel y Ana Dudley necesitaban levantar la hipoteca de la casa de su madre y esperaban que el Estado argentino les resolviera la situación: las maestras experimentadas cobraban en su país unos 1.200 dólares, y en la Argentina habían conseguido unos 200 dólares más y a veces hasta el doble. Sarmiento les había dicho que el peso oro, el “peso fuerte”, valía más que un dólar. Pero le faltaron unos pocos centavos para llegar a la verdad, porque entonces el peso estaba a 78 centavos de dólar. Y cuando el precio del oro bajó, el valor del peso también declinó.
En un principio Sarmiento instó a las viajeras a que compraran las tarifas económicas de los barcos. Pero la travesía solía durar setenta y cinco días y los sueldos empezaban a correr desde el momento en que se embarcaban. Pronto comprendió que era más económico para el Estado darles 300 dólares para que hicieran un viaje en un vapor rápido de Nueva York a Liverpool y allí hicieran un transbordo con destino a Buenos Aires. En total, este viaje duraba aproximadamente un mes. Los 300 dólares extra para el viaje de regreso estaban incluidos.
En una carta a Mary Mann de abril de 1866 le detalla el ofrecimiento: contrato por tres años; las maestras podrían abrir cursos públicos o clases particulares además de sus cargos en las escuelas; se les ofrecerían vínculos con las mejores familias: “La situación social que ocuparán será tan distinguida y sin mala interpretación me atrevo a decir mejor que aquí (se refiere a Estados Unidos), por el prestigio que las acompañaría de ir tan poderosamente recomendadas, ser norteamericanas, y personas de saber. Sus relaciones serían pues, las primeras familias del país.” Mientras Mary Mann buscaba candidatas para enviar a la Argentina, Sarmiento negociaba los sueldos por correspondencia: le propuso pagarles 190 pesos oro y ella, creyendo que se trataba del sueldo anual, lo consideró muy bajo. Al enterarse de que la cifra sería mensual le pareció excelente. En la carta siguiente Sarmiento bajó la oferta: “Tengo casi seguros 150$ gold. ¿Cuánto habrá de pagarse a una maestra? No podrían pagarse con esa cantidad mensual una maestra y una assistant ?”.
Mientras Mary Mann se enfrentaba a las dificultades de reclutar maestras, el director del departamento de Ciencias de la Universidad de Wisconsin lo invitó a comer con un grupo de posibles candidatas. Sarmiento se sentó junto a una joven que hablaba español, Mary Elizabeth Gorman, de veintitrés años, que lo impresionó vivamente por sus exquisitos modales. La maestra se interesó en el proyecto y en febrero de 1869 le escribió ofreciendo sus servicios. Le explicó que era la mayor de una extensa familia y que deseaba ganar dinero para ayudar a la educación de sus hermanos más jóvenes. Temía arriesgarse a dejar su puesto sin tener la seguridad del nuevo trabajo en Argentina, pero anhelaba viajar y cambiar de clima. Sarmiento estaba eufórico. Siete meses después, en una larga carta a Mary Mann, le relató su deseo de crear dos high schools en San Juan: “la Gorman irá para allá con cien fuertes de sueldo y trataremos de darle casa además”. En términos económicos, el proyecto sarmientino fue una catástrofe. Pero el educador, el bárbaro, pensaba en otros términos.

Fuente: clarin.com


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