LA FUERZA POLÍTICA DE UN MONTÓN DE PAPAS

Con sus obras, Grippo habla de fundar una comunidad de cosechas y afectos.

Energía americana. Las papas, en el Malba. El tubérculo salvó del hambre al Viejo Continente. /david fernández
Por Mercedes Pérez Bergliaffa

“Los Anónimos, apilados en cajas insensibles, agrupados por series y números, engrosarán la corteza de la Tierra”, decía hace años el artista Víctor Grippo. Y llevó el poema a la escultura: una pequeña multitud de formas blancas, lustrosas y sin rasgos, parece ilustrar su vaticinio. Pasó hace años, cuando Grippo modeló, antes de morir, a estos seres que nacen de lo blanco y en lo blanco se mantienen. Preparados para no recibir nada. Sin actos de generosidad ni comunión. Si usted se acerca ahora al Museo MALBA los puede ver. Están parados, pequeños, al costado de la sala. Son de la muestra Víctor Grippo. Homenaje .
“La obra de Grippo es muy clara”, explica Marcelo Pacheco, curador en jefe del MALBA. Nos dice que aquí se puede construir Nación y Estado, pero no comunidad”. Por eso los Anónimos están aislados –en una vitrina– y no tienen manos, boca, oídos ni ojos; tampoco pies ni brazos. Son sólo torsos; y cabezas sin caras. Son, muchas veces, nosotros mismos.
Grippo (1936-2002) es un artista argentino histórico, reconocido por sus mesas y por sus obras creadas con papas, muchas de ellas conectadas a cables y electricidad . En la muestra del MALBA ellas también se pueden ver: allí están esos 400 kilos de tubérculos que forman la obra “Naturalizar al hombre, humanizar la Naturaleza o Energía vegetal”. Y también están la “Mesita del carpintero Bogado” y la “Mesa de albañil”.
“Grippo siempre hizo mesas relacionadas con los oficios ”, explica el curador, “pero estas son de 2001 y, a diferencia de sus mesas de los años ‘70, están contenidas en fanales de vidrio que el mismo artista dispuso”. Llama la atención la manera en que esas vitrinas están colocadas: demasiado próximas a las obras, parecieran ahogarlas. No contienen las obras sino que las presionan.
“Víctor había comprendido el valor de la papa –el tubérculo americano que terminó con las hambrunas de Europa– convertida en fuente inesperada de energía . También había encontrado la mesa de las emociones, del trabajo y el sacrifico, el comer y el planchar, el jugar y el encuentro familiar”, escribe en el catálogo el curador. “Envuelto en los ensueños y los desencuentros de su Buenos Aires, Grippo se preparaba para fundar una comunidad que hiciera de la Argentina una tierra de cosechas y de afectos, de lazos amorosos y de convivencias en libertad, lejos de sus luchas por domesticar lo diferente, lo desconocido, lo inadecuado. Grippo tenía fe en la redención.” –¿Pacheco, cuál es el sentido de mostrar a Grippo ahora?
–A 10 años de 2001, estamos de nuevo un poquito perdidos. Esta exhibición podría servir para pensar en nuestra capacidad de convivencia. Porque da la sensación de que siempre vivimos con una especie de enemigo, que es el otro… Y acá, Grippo propone otra cosa.
–¿Qué dice Grippo, con sus mesas de carpintero, sus papas acumuladas, sus Anónimos?
–Propone crear una comunidad solidaria. Ya lo había hecho después del colapso del ‘89, cuando la crisis de 2001 y a principios de los ‘70. Y ahora reaparece. Este es un buen momento para que Grippo se abra nuevamente a las preguntas.

Fuente: clarin.com

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