BUENOS AIRES, ESTALLADA DE COLOR
EN EL "MAPA MENTAL " DE UN ALEMÁN

Desde hoy se puede admirar la gigantesca obra. Además, abre una exhibición de arte experimental argentino.

Artista y obra. Ackermann delante de su “Walking South”, acrílico sobre madera y fotos, 5.90 x 42 m./MARIO QUINTEROS.
Por Mercedes Pérez Bergliaffa

El Faena Arts Center explota de color. Porque desde hoy se muestra allí una pintura gigante, gigante, del reconocido alemán Franz Ackermann. Es, en realidad, la pintura más grande que hizo en toda su vida. De unos 260 metros cuadrados, construida con 21 paneles, el gran mural sobre tela es el resultado de lo que vio el artista a lo largo de varios recorridos por Buenos Aires, “con sol, con lluvia, en buenas y malas calles”, contará Ackermann después. Famoso por realizar “mapas mentales” de las ciudades que visita, el pintor mezcla un poco de todo, en sus obras: líneas “como cables sueltos”, formas abstractas –orgánicas, blandas, y geométricas, duras–, fotografías blanco y negro con vistas de los barrios de Once, Flores, La Boca, Palermo (pero vistas de ómnibus abandonados, bajadas de autopistas, carteles de negocios medio derruidos, y toda una serie de cosas que a algunos artistas del “Primer Mundo” les llama siempre la atención como objetos plástico- visuales: los ven como si fueran esculturas o intervenciones urbanas...). Sobre todo, en medio de esa gran extensión de 42 metros de largo que es el mural, hay esa especie de núcleo, “una pupila, lo llamo yo”, explica Ackermann, “que divide al mural en dos. Si no estuviera, uno entraría en la sala y vería esta pintura grande, pero se perdería, no sabría por dónde empezar a mirarla. En cambio, con esto, la gente se acerca al núcleo, mira los detalles, lo mira de cerca. Si no estuviera esta pupila central, observarían el mural sólo de lejos, como quien observa la Torre de Pisa o la Torre Eiffel”.
Si bien el pintor insiste en que su gran mural “es como una película, como un túnel, que hay que mirarlo, recorrerlo de izquierda a derecha, comienza por unos cables sueltos en el panel izquierdo y termina con otros cables sueltos en el panel de la derecha”, en realidad, cuando uno entra en las salas del Faena, el color que tiene la obra por todos lados es tal, que inmediatamente nos fagocita. Si usted va a verlo le va a pasar eso, que el color lo va a llamar mucho, muy fuertemente. Entonces usted va a acercarse –irremediablamente– a la obra, y va a empezar a mirarla por varios costados. ¿Pero por qué pasa esto? ¿Cómo una pintura puede tener varios principios y finales? Porque aunque Ackermann insista en contar una y otra vez lo que el mural narra –el tema– de manera lineal, en realidad, quien más nos está diciendo en esta obra es el color. El es uno de los verdaderos ejes rectores de la cosa.
Usted habló acerca del tema del mural, pero cuando lo vi sentí que tiene una fuerte relación, casi física, con el color. ¿Es así?
–Sí, el color es la parte más fuerte de este trabajo. Te voy a contar una cosa: Hay una pintura de Barnett Newman –un pintor abstracto de los años 50, que trabajaba con pinturas en las que realizaba “campos de color”–, que se llama Quién le teme al rojo, al amarillo y al azul . Cuando Newman la hizo, quiso decir con eso que no sólo la arquitectura podía ser una cosa física, sino que el color también, y mucho. Empezó a hacer enormes pinturas basadas en esa situación, pero teniendo en cuenta que el color puede ser físico y espacial a la vez. Pensando en todo eso, decidí pintar este mural, que no es sólo narrativo, sino que es también un momento ambivalente respecto a la arquitectura que lo contiene.” Comenzado en agosto de este año en Berlín –ciudad donde Ackermann vive–, y terminado luego durante dos viajes que hizo a Buenos Aires para pintarlo, el artista trabajó con dos ayudantes que vinieron con él desde Alemania más otros siete argentinos. “En realidad siempre que viajo estoy pintando, pero regularmente lo hago en cuartos de hoteles, en tamaños muy chicos y con acuarelas”, explica Ackermann. “Ese tipo de pintura es muy, muy flexible, la puedo hacer en cualquier lugar. En cambio, en el caso de esta enorme pintura, primero tuve que ver la pared; y ella me estaba esperando.” Ackermann la mira de arriba a abajo, vestido de overall. “La próxima”, dice, “me alquilo un coche y me voy a recorrer la Patagonia con mi cuaderno de bocetos. Ahí voy a pintar mis pinturas flexibles. Mis mapas mentales”, sonríe. Y uno, mirándolo, le cree.

Artistas creando: una muestra experimental


A la par de la exposición del mural de Ackermann, en la planta baja del Faena Arts Center se presentan las obras de un grupo de artistas argentinos, jóvenes y de mediana edad. Ellos estuvieron trabajando durante los últimos tres meses en el espacio de LEA, el Laboratorio de Experimentación Artística que funciona dentro del mismo centro de arte, pero en otro piso. El resultado de esos meses de taller son estos trabajos que se exponen ahora: esculturas hechas con trozos de botellas de vidrio, latas llenas de cemento; videos filmados en los espacios del Faena hotel; intervenciones de arena mezclada con cola, esparcidas por el suelo; instalaciones donde el color y la textura de la mezcla de plastilinas reina.
Si usted va, observe estos trabajos como experimentos, procesos o pruebas que estos artistas están haciendo, quizás no como un punto de llegada. Y no deje de ver las obras de Luis Terán, Irina Kirchuk, Adriana Minolitti, Ernesto Ballesteros y Lucrecia Liontti.

Fuente: clarin.com

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