QUE UNA OBRA SEA FALSA NO IMPIDE QUE SE VENDA.

¿Qué pasa con una pintura de US$ 17 millones que algunos consideran falsa? Destruir falsificaciones a veces conlleva sus riesgos.

Por PATRICIA COHEN


En cuanto echó un vistazo a tres dibujos en un departamento hace varios años, Richard Grant, director ejecutivo de la Fundación Diebenkorn, supo que había un problema. Los trabajos habían sido identificados como Richard Diebenkorns falsos por la sucesión del artista. Sin embargo, ahí estaban nuevamente, exhibidos orgullosamente como Diebenkorns por un nuevo dueño que no tenía idea de que había comprado dibujos desacreditados.
La reventa de falsificaciones es un problema persistente y cada vez mayor sin una buena solución, dicen los coleccionistas, los marchands de arte, las sucesiones de artistas y las agencias policiales.
Si bien la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) puede incautar falsificaciones en causas penales, éstas representan apenas una pequeña porción del arte falsificado que circula.
"Se mueven en todo el mercado", dijo James Wynne, agente especial del FBI que maneja casos de falsificación.
No existen normas claras con respecto a lo que ocurre con una obra falsa una vez que se la identifica. "Todo depende de cuáles son los hechos, qué tipo de obra es, cuántas obras hay implicadas y qué costo tienen", dijo.
Las obras cuya autenticidad se discute ocupan un limbo especial, tal como lo demostró el acuerdo del mes pasado entre Knoedler & Company, una galería de Manhattan que cerró abruptamente el año pasado, y un cliente que acusó a la galería de venderle un Jackson Pollock falso por US$ 17 millones.
El FBI está investigando si esa pintura, conocida como "Silver Pollock", forma parte de una reserva más amplia de falsificaciones. Sin embargo, no se han hecho acusaciones y la galería sostiene que la obra es auténtica. ¿Qué pasa entonces con una pintura de US$ 17 millones que algunos consideran falsa? Si se trata de falsificaciones no discutidas, los agentes de la ley tratan de frenar las reventas mediante prácticas como estampar en las obras el sello de falsificación o, en algunos casos poco frecuentes, destruirlas, con la posibilidad de destruir por error una obra auténtica.
De todos modos, generalmente, tanto la policía como los compradores confían en definitiva en que el mercado del arte se controla a sí mismo solo.
Fundaciones y sucesiones de artistas que encuentran falsificaciones en eBay o en pequeñas casas de remates pueden informar al marchand o al sitio de Internet, pero no tienen autoridad para incautar o sellar la obra. A menudo, dicen, las falsificaciones desaparecen en la clandestinidad y vuelven a surgir más tarde, presentadas como verdaderas.
En Francia, Suiza y otros países que reconocen los "derechos morales" de un artista, sus herederos o fundaciones como la de Roy Lichtenstein pueden pedir permiso a la justicia para destruir una falsificación. Ronald D.
Spencer, abogado de Manhattan y editor del manual sobre derecho en materia de arte "Experto versus objeto: cómo juzgar falsificaciones y atribuciones falsas en las artes visuales", considera en cambio que esa idea es "un anatema", señalando que con frecuencia las opiniones sobre autenticidad pueden cambiar.
Los expertos en arte y las instituciones artísticas, la Fundación Andy Warhol y la Fundación Lichtenstein entre las más destacadas, dejaron de autenticar obras o de manifestar sus sospechas de que sean falsas por temor a verse arrastrados a un juicio por el dueño de una obra que rechazan.
Cuando las casas de subastas importantes descubren que una obra publicitada es falsa en general cancelan la venta y la devuelven al vendedor. Nadie sabe muy bien qué sucede posteriormente con este tipo de obras devueltas.
Una vez que interviene la policía, las falsificaciones pueden sellarse después de un fallo o un acuerdo declaratorio, dijeron fiscales federales de Manhattan.
En algunos casos, se coloca a la obra un adhesivo que la identifica como prueba del FBI.
"Esto convierte al gobierno federal en cómplice de futuras estafas con obras de arte", dijo Bernard Ewell, que fue en su momento perito tasador de Dalí. Y agregó: "Pero me encanta porque tengo seguridad en el empleo garantizada". 

Fuente: Revista Ñ Clarín

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