"IN SITU": EL ARTE Y LOS ESPACIOS PÚBLICOS
DIALOGAN EN BARILOCHE

Las instalaciones artísticas permanecerán en la ciudad durante toda la temporada de verano, hasta marzo.




Por Mercedes Pérez Bergliaffa - Especial para Clarín

Una cajita de música estilo alpino, montañoso paraíso delicado, la ciudad de Bariloche se convirtió estos días en el centro del Proyecto “In Situ” , un programa de arte desarrollado en el espacio público, es decir, obras de arte instaladas a cielo abierto. Esto hace que la escala de los trabajos sea mucho más grande que la de aquellos que se exhiben dentro de un museo o de una galería.
Y por el contexto en el que se realiza, las obras, en diálogo con el paisaje, se potencian. ¿O acaso ver una escultura como la de Valeria Mac Donell, una mujer de alambre de 9 metros de largo atravesando en lo alto las calles de la ciudad y “tirándose” a las aguas del lago Nahuel Huapi, no refuerza –mucho– un punto urbano, cierta intención …?
Diez artistas de la Argentina, Chile y Brasil participan en el proyecto, curado por Andrés Duprat, y organizado por la Secretaría de Cultura de la Nación en conjunto con la Secretaría de Turismo. Ellos son Leandro Erlich, Jorge Macchi, Edgardo Madanes, Tomás Espina, Nicolás Robbio, Valeria Conte Mac Donell, Graciela Sacco, Ruth Viegener, el chileno Bernardo Oyarzún y el brasileño João Loureiro, y se juntaron recientemente en Bariloche para dar por inaugurado el programa. “Aunque se realiza por primera vez, tenemos toda la intención de repetirlo cada año en un punto distinto del país”, comenta Duprat.
Si usted llegara a estar por Bariloche en estos días, verá algunas de las grandes obras ya montadas en sus sitios. Por ejemplo, cerca de la catedral, sobre un barranco, está “El mirador” de Edgardo Madanes, una instalación semi-esférica hecha con juncos del Delta del Tigre que el artista transportó (“Porque tienen mejor flexibilidad”, explica).
A unos 50 metros, se ven los impresos sobre muro de la serie “Tensión admisible”, de la rosarina Graciela Sacco, que también realizó una performance: remontó un grupo de barriletes a orillas del Nahuel Huapi, que mostraban torsos de hombres a tamaño natural, vestidos de negro. Burócratas. Los barriletes se remontaron una tarde gris: todos los artistas, amigos y vecinos estaban allí tirando del hilito, haciendo frente al viento, que soplaba con fuerza; intentando dirigir a estos burócratas desde abajo. “Una inversión de los juegos del poder”, explica la artista.
Aunque varias de las obras ya están instaladas —casi todas son cerca del Centro Cívico y a orillas del Nahuel Huapi—, otras están en proceso de realización.

“Chemamules”. La obra de Bernardo Oyarzún representa a los antepasados míticos del pueblo mapuche, y para su ubicación se eligió la orilla del lago Nahuel Huapi, ícono de la ciudad.
El desarrollo de los trabajos se lleva a cabo en una especie de usina que es el taller de un conocido artista local, Federico Marchessi: un inmenso galpón que cobija al grupo creativo durante la realización de las obras y durante las “cenas de artistas”, que son uno de los puntos más ricos del programa, porque de ellas surge un auténtico intercambio entre los artistas locales y los invitados.
Y a veces, pasan cosas especiales como durante la preparación del curanto —comida típica mapuche— para 60 personas. Hay que decirlo: el momento tenía mucho de ritual. Tanto como el emplazamiento de las gigantes esculturas de madera del chileno Bernardo Oyarzún, llamadas “Chemamules”: “Son los antepasados míticos del pueblo mapuche, y siempre aparecen en pareja”, comenta Oyarzún, “algo así como el Adán y Eva locales”.
Para emplazarlos, los jefes mapuches locales se acercaron al artista y le dieron indicaciones previas: debía hacerse antes del amanecer y ubicarlos mirando al este, lo que exigió al equipo de producción –grúas incluidas–, estar montando las esculturas a las orillas del lago a las 2 a.m. Si camina por la costanera de Bariloche los puede ver: de tanto en tanto, aparecen estas extrañas y silenciosas figuras, tótems místicos, guardianes de las profundidades del lago y de la Tierra.
Entre las obras en proceso están “Jardín de invierno”, la instalación de Leandro Erlich que simula, en medio del verano, ser un jardín nevado, y “La catedral sumergida”, el trabajo de Jorge Macchi, quizás el más complejo técnicamente: una réplica de la aguja de la catedral de Bariloche instalada dentro de las aguas del Nahuel Huapi. “Como si fuera un desdoblamiento de la ciudad, como si existiera una ciudad paralela bajo el agua”, explica el artista. Se calcula que las dos obras estarán expuestas a mediados de enero.
Las intervenciones podrán verse durante todo este verano, así que si va a Bariloche, preste atención: cada tanto, sobre todo a orillas del Nahuel Huapi, la obra de un artista lo estará esperando. No dude en aceptar la invitación y acérquese: seguro le murmurará un secreto, la continuación de un paisaje.

Fuente: Revista Ñ Clarín

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