ESCULTURAS QUE HIPNOTIZAN


Las bellas herramientas ficcionales, que Gamarra crea con materiales naturales y que remiten al trabajo manual, desafían la percepción del espectador en el Museo Killka de Mendoza.


Por Eduardo Villar

Pocos espacios de exhibición se ajustarían tan perfectamente a esta muestra de Jorge Gamarra como el Museo Killka que la bodega Salentein tiene en Mendoza. El espectacular paisaje de piedra y montaña que lo rodea en el Valle de Uco, sus dimensiones imponentes que se hacen presentes en las salas a través de los grandes ventanales, la arquitectura misma del museo, parecen referirse de alguna manera a las exquisitas piezas de Gamarra, y éstas –trabajadas en granito, pórfido, basalto, hierro, bronce, madera–, aunque sea en parte, al paisaje. De hecho, en el patio central del museo hay un enorme mural de Gamarra que lleva el mismo título que la muestra: Herramientas.


Ahí está la materia sobre la que trabaja Gamarra: en la naturaleza y en las propias herramientas con las que talla estas otras herramientas ficcionales de su obra. Todo –la naturaleza, las herramientas del escultor, las herramientas que él talla– está hecho con hierro, con acero, con madera, con diferentes tipos de roca. Hierro que trabaja sobre el hierro, piedra que trabaja sobre la madera, acero que trabaja sobre el granito. En manos del artista o de la naturaleza misma.
En el conjunto de esculturas de la muestra –unas treinta de mediano y gran formato– hay una doble veneración: por la naturaleza, en la materia, y por el hombre, en el trabajo, en el oficio y en las herramientas que hacen posible que la materia se exprese de una manera que emociona. Hay también algo de nostalgia por el oficio, por el trabajo manual que tiende a ser un asunto del pasado, una actividad en vías de extinción, para usar la palabra con la que hace años Dani Yako tituló un libro de fotografías que documenta esa lenta muerte.



No por casualidad dos de las herramientas creadas por Gamarra se presentan como enormes fósiles, enormes cinceles: uno de bronce, en madera; el otro, de madera, en piedra. Esas dos piezas tienen, sí, la apariencia de fósiles, pero también la de algo valioso, como una joya en un estuche.
Tal es la belleza de los objetos que crea Gamarra. Dan ganas de pasar no sólo la mirada sino también la palma de la mano por su superficie para palpar el milagro de su terminación perfecta, la lisura acabada de un material o la textura rugosa de otro.
Algunos de los objetos desconciertan: hacen trastabillar la credibilidad y la percepción, y uno termina no sabiendo si se trata de un material del orden de lo natural o de lo industrial. Son objetos “fabricados”, pero parecen “vivos”. 


Fuente: Revista Ñ Clarín

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