UN TRIBUTO PINTADO SOBRE LA PARED

Es ”Homenaje a Buenos Aires”, de Guillermo Roux, sobre la primera mitad del siglo XX.
En el Bajo. El mural, que fue presentado en 2005, está en el edificio BankBoston, en Catalinas Norte a metros de Alem.

Por Eduardo Parise

Para realizarlo, el artista usó témperas traídas especialmente desde Francia. Pero el mural no tiene ninguna relación con aquel país de Europa. Todo lo contrario. Es un verdadero fragmento de lo que fue el Buenos Aires de las primeras décadas del siglo XX: inmigrantes que devienen en porteños con mucho tango; un simbólico Obelisco junto con el ambiente de un cartel que dice solamente “Los Angelitos”. Y en el medio las figuras del río y la pampa, que se abrazan. Para cerrar, a la derecha y junto a la firma del artista (“Roux 2005”), está Michi, el gato del autor que, según él, “representa la mirada de la eternidad”.
El mural mide cinco metros y medio de alto por doce y medio de ancho y lleva un título muy representativo: “Homenaje a Buenos Aires”. Fue inaugurado el último día de junio de 2005 en el hall del nuevo edificio del BankBoston, esa construcción que diseñó el tucumano César Pelli y que forma parte del conjunto de Catalinas Norte, en Retiro. Es obra de Guillermo Roux, que nació en el barrio de Flores en septiembre de 1929 y que desde hace más de 40 años vive en Martínez, donde ama nadar en verano y caminar por sus calles arboladas en invierno.
Hacer ese mural que está en el edificio de la calle Della Paolera 265, a metros de la avenida Leandro Alem, le llevó casi cinco años, ya que había ganado el concurso que hizo la Fundación del banco en 2001. Pero el día de la inauguración, ese esfuerzo estuvo recompensado con creces: cuando su obra quedó a la vista del público, los 800 asistentes lo aplaudieron durante cinco minutos. Es que había trabajado mucho, con la colaboración de dos artistas jóvenes: Marina Curci (quien alguna vez se animó a ir a la Antártida para pintar ese paisaje, aunque el frío le congelara sus pinceles) y Laura Olalde, quien conjuga su arte con la fotografía.
Si se observa de izquierda a derecha, el mural es casi como una escena teatral de la década del ’40, una especie de relato de lo que habían sido esos años. Son 23 personajes (entre los que está la imagen de Franca, mujer de Roux y según él muy buena dibujante) que representan a aquellos que tuvieron que ver con el entorno portuario del Buenos Aires de los comienzos del siglo pasado: la inmigración, la adaptación a ese nuevo ámbito y la noche que estaba en la cercanía de los famosos “dancings” del Bajo, en los alrededores de Leandro Alem y el antiguo Parque Japonés, un centro de diversiones por entonces muy concurrido. Por eso no es casual esa temática del mural en esa zona de Retiro.
“Pintar es mi forma de honrar a Dios”, suele afirmar Roux cuando se le pregunta el por qué de esa actitud positiva por un arte difícil como el de los murales. También la explicación hay que buscarla en sus años de residencia en Europa donde, subido a los andamios, aprendió las técnicas para hacer frescos trabajando en restauraciones. O quizás en aquellos siete años que pasó en Jujuy, donde alternó sus horas de artista con la docencia en escuelas.
El arte de Guillermo Roux tiene reconocimiento mundial, una fama que comenzó cuando en 1975 ganó el primer premio internacional de la XIII Bienal de San Pablo. Desde entonces su nombre se asocia con el de los grandes artistas de la actualidad. En 2007 ese reconocimiento también formó parte de la Ciudad en la que nació: lo nombraron ciudadano ilustre. Y su porteñidad está reflejada no sólo en ese “Homenaje a Buenos Aires” que pintó en el edificio de Catalinas Norte. La reproducción de 21 obras suyas se exhibirán en la estación del subte A en su barrio. Todavía no fue inaugurada pero llevará el nombre de San José de Flores. Seguramente las imágenes tendrán mucho de la Ciudad. Pero esa es otra historia.

Fuente: clarin.com

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