CLORINDO, PINTOR

Arte / Homenaje al maestro
Días después de su muerte, a los 89 años, adncultura evoca el legado artístico de un hombre que evitó todos los encasillamientos. Con una obra que atravesó diversas corrientes, desde la abstracción pura hasta el informalismo y el arte conceptual, Clorindo Testa dejó una huella marcada por un único compromiso: la fidelidad a sí mismo.

En un bar de Roma, Clorindo dibujaba sobre servilletas de papel. "Qué lindos dibujos... ¿No querés exponer en la galería?", le preguntó su amigo Frans, sentado junto a él. Así nació la idea de su primera muestra, que se realizaría el año siguiente en la galería Van Riel.
Mediaba el siglo XX y Clorindo Testa estaba a punto de iniciar dos carreras paralelas, como artista y arquitecto, con las que cosecharía decenas de premios y miles de admiradores de sus obras monumentales, como la Biblioteca Nacional y el Banco de Londres.
Su primer cuadro, pintado en una pensión de Sevilla mientras vivía becado en Europa, marcó el comienzo de un camino que no se detendría hasta su muerte, días atrás, a los 89 años. Un camino que recorrió con espíritu alegre, como un chico siempre dispuesto a jugar. A tal punto que su última muestra individual en la galería Del Infinito, en 2006, estaba inspirada en los números aprendidos en el jardín de infantes.
Fiel a su curiosidad inagotable e incómodo con los encasillamientos, para entonces ya había nadado con todas las corrientes. Aquellos elementos ligados a la arquitectura -como estructuras de puentes, máquinas excavadoras y andenes ferroviarios-, reconocibles en las pinturas que exhibió en Van Riel en 1952, se fueron disolviendo hasta llegar a la abstracción pura, en blanco y negro, en 1956.

Círculo negro (1963), en la colección de Malba.

Al año siguiente participó de la muestra 7 pintores abstractos en la galería Pizarro -con Kazuya Sakai, Martha Peluffo y Rómulo Macció, entre otros- y luego se unió al grupo Boa. Con esas obras llegaron los premios, en la Bienal de Punta del Este (1957) y en la Exposición Universal de Bruselas (1959).
La década siguiente lo encontró con un estilo más informalista, con el que ganó en 1961 el Premio Nacional Instituto Torcuato Di Tella. Las dos obras suyas que hoy integran la colección de Malba, Círculo negro e Inscripciones sobre blanco, fueron realizadas en 1963.
Clorindo, sin embargo, esquivaba las categorías. Grande fue la sorpresa del jurado del Premio Palanza -el más prestigioso de la época- en 1965, cuando presentó cinco telas pintadas con colores brillantes y plegadas con broches, acanaladas como persianas. "Nunca volvió a ser invitado a ese concurso, había dejado de ser un artista previsible", escribió Jorge López Anaya para LA NACION, cuando el Museo Nacional de Bellas Artes le dedicó al artista una retrospectiva en 2004.
En esa misma institución, donde participó en 1960 de las muestras del Grupo de los Cinco -junto con José Antonio Fernández Muro, Sarah Grilo, Kazuya Sakai y Miguel Ocampo- y 150 años de arte argentino, Testa presentó en 1968 una obra que iniciaba su acercamiento al arte conceptual. Apuntalamiento para un Museo de Bellas Artes era un andamiaje de hierro que aludía a la precaria situación de las instituciones culturales, en el marco de la muestra de tono optimista Materiales. Nuevas técnicas, nuevas expresiones. En 1994 exhibió Un nuevo apuntalamiento para el mismo Museo de Bellas Artes; en este caso la estructura, de madera, era aún más precaria.
Esa aproximación al arte conceptual se profundizó en la década del 70 con su participación en la muestra Arte de sistemas en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y su ingreso al Grupo CAyC (inicialmente llamado Grupo de los Trece, por su cantidad de miembros). Una de sus obras más recordadas de esta época es Mediciones de un grito (1972), en la que simulaba calibrar los decibeles de la expresión más instintiva del ser humano.

La peste urbana


Ciudad no muy extensa, premiada por el Banco Central.
También entonces surgieron las series que aludían a los efectos de la degradación de la calidad de la vida urbana, tema que lo obsesionaba. Con La peste en la ciudad, una instalación de bocetos ubicados sobre el suelo que aludía al protagonismo de las ratas en el contagio de enfermedades, participó del envío del Grupo CAyC a la Bienal de San Pablo, que obtuvo el Gran Premio Itamaraty.
En los años siguientes retomó el tema con obras como La peste en Ceppaloni -su ciudad natal-, Tendederos de la peste y La fiebre amarilla en Buenos Aires, 1871. Esta última instalación fue presentada por Ruth Benzacar en la primera edición de arteBA que tuvo lugar en 1991 en el Centro Cultural Recoleta, un antiguo asilo de ancianos rediseñado por el propio Testa con Jacques Bedel y Luis Benedit.
"Nadie entendía nada", recuerda Orly Benzacar en referencia al desconcierto del público ante aquellas camillas de madera rústica sobre las que descansaban rollos de papel pintado, simulando cadáveres envueltos en sábanas.
Tan adelantado a su época como convencido de que el arte no evoluciona, Clorindo también sorprendió a Martín Churba cuando se presentó en su taller de Tramando con tiras de papel pintadas con marcadores de colores de trazo grueso, como los que usaba en su infancia en una escuela Montessori y que aún elegía para realizar sus proyectos. El diseñador lo había convocado para crear juntos una colección y Testa, a sus 85 años, respondió entusiasmado con una propuesta que superó los planes originales.
"Las cosas que no estaban previstas son las más interesantes", comentó entonces Clorindo en una entrevista con adncultura, meses después de haber ganado el Premio Nacional de Pintura Banco Central y de haber sido homenajeado en arteBA como lo que era: un gran maestro.
El año pasado, además de recibir una mención especial del jurado de los Premios Konex por su trayectoria en las artes visuales, fue convocado para realizar la instalación y el diseño del flamante pabellón argentino en la Bienal de Arquitectura de Venecia, así como también del nuevo auditorio de arteBA. El resultado, como podrá comprobarse dentro de unas semanas en La Rural, demuestra hasta qué punto sigue vivo su espíritu alegre, inteligente y generoso.

Fuente: ADN Cultura La Nación

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