EL ARTE QUE SE LLEVÓ LA INUNDACIÓN

No sólo en Buenos Aires hay inundaciones. En octubre pasado el huracán Sandy azotó Nueva York y muchas galerías de arte sufrieron pérdidas calculadas en miles de millones de dólares...
Por Eduardo Villar
 
Pérdida total. Cuando el agua bajó, los dueños de autos dañados en la última inundación rogaban que sus vehículos fueran diagnosticados con esas dos palabras por sus aseguradoras, única forma de recuperar su valor en caso de no tener seguro contra todo riesgo. Una operación simple, de suma cero: el auto desaparece, su dueño recupera su valor en dinero. No sólo en Buenos Aires hay inundaciones. En octubre pasado el huracán Sandy azotó Nueva York y muchas galerías de arte sufrieron pérdidas calculadas en miles de millones de dólares. El arte destruido por Sandy estaba asegurado, claro, pero cuando se trata de obras de arte las cosas son menos  simples que con la mecánica automotriz. Cuando una compañía de seguros acepta que una obra no puede ser restaurada a un costo razonable y que por lo tanto sufrió destrucción total, compensa a su dueño por el valor asegurado. Pero se convierte en su nueva propietaria, y puede hacer con ella lo que le parezca. Inclusive venderla o subastarla, restaurada o no, en un nuevo mercado: el del salvage art (arte salvado o rescatado). Algunos detalles de un artículo publicado sobre el tema por The Art Newspaper dan lugar a la sospecha de que se trata de un mercado verdaderamente salvaje, con jota. Es difícil dimensionarlo: las aseguradoras se cuidan muy bien de dar cifras. Pero en Nueva York hay depósitos repletos de salvage art, obras que las compañías de seguros declararon destruidas pero que más tarde o más temprano regresan al mercado. Pérdida total es, parece, un concepto relativo. Y no falta quien supone que muchas veces se aplica a piezas rescatables, especulando con una venta posterior. Las aseguradoras juran que, cuando venden una obra restaurada, informan al comprador sobre la historia del daño y reparación que atravesó la pieza. Pero nadie se atreve a afirmar que esa información se transmite en cada nueva venta al siguiente comprador. Otra muestra de que –como sostenía la nota de tapa de la pasada edición de Ñ– en el mercado de arte nada es transparente.

Fuente: Revista Ñ Clarín

   

No hay comentarios:

Publicar un comentario