VIAJE HACIA LA HISTORIA DEL TEATRO

Comédie Française

Una visita al edificio inaugurado en 1799 en el que funciona la compañía de teatro público francés fundada en 1680 y cuyo primer director fue nada menos que Molière



PARÍS.- Recorrer los pasillos de la Comédie Française es como entablar un viaje hacia la historia del teatro occidental. De hecho, funciona en un edificio inaugurado en 1799. Hay otros pequeños guiños que parecen estar ahí para fomentar el imaginario que siempre ronda al mundo de lo teatral. Por ejemplo, en la botonera de los ascensores que comunican las siete plantas, cada piso lleva el nombre de un actor o actriz famoso que trabajó aquí. O sea, nada de fríos números; pura evocación instalada en lo cotidiano.
La compañía fue fundada en 1680. Hasta ese momento había dos grupos enemigos que fueron reunidos, casi a la fuerza, para que trabajaran juntos. A juzgar por los hechos, el decreto de Luis XIV funcionó. "En Francia la actividad teatral está dominada por las compañías. Los ejemplos son muchos: la de Ariane Mnouchkine, la de Patrice Chéreau y así las cosas. O sea, un hombre o una mujer que durante su vida artística preside la actividad de un grupo. En contraposición, la Comédie es un sistema social, artístico y financiero que está más allá de la persona que lo lidere. Es más como una sociedad basada en un ideal social", apunta Olivier Giel, director de gira del único teatro público francés que cuenta con un elenco estable. Giel es el que abre y cierra las puertas de este bello edificio ubicado en la rue de Richelieu y que es una fábrica de producción escénica que no se toma respiro.
De hecho, las 450 personas que trabajan aquí están divididas en dos turnos para que la sala pueda estar en actividad todos los días de la semana. En general, se presentan de 4 a 5 espectáculos distintos por semana. En términos anuales, se llega a los 30 títulos, que hacen unas 850 funciones en total, con precios que van de los 6 a los 39 euros. Debe ser por ese constante movimiento que en la esplendorosa sala principal hay varios técnicos desarmando una escenografía porque, en horas, se realizará otra función. Un nervio parecido se registra en el séptimo piso en donde están los talleres. Claro que el movimiento que se da en esos espacios contrasta con la quietud del salón en donde se reúne el comité de la Comédie.
El inmenso espacio tiene una vista privilegiada hacia Place Colette y el museo del Louvre. En las paredes hay cuadros, muchos. En aquel, por ejemplo, aparece Sarah Bernard participando de una reunión. Como tanto el salón como el mobiliario son casi los mismos, pareciera ser que el tiempo está detenido. Todo el espacio está cubierto de cuadros y esculturas. Hay pinturas de Delacroix, de Cézanne y así las cosas. De hecho, en una simple mirada, casi no hay registros del mundo tecnológico.
El comité que se reúne aquí está formado por diez personas. Lo preside Muriel Mayette, actual administradora; también está el intérprete que lleva más años trabajando en la sala y, los otros ocho, son elegidos por la misma compañía. El elenco estable está formado por 62 actores, 23 de ellos son los llamado pensionistas (los más jóvenes). Un intérprete, una vez que ingresó a la Comédie Française, tiene un contrato por dos años que, luego, puede ser renovada anualmente. La decisión corre por cuenta de la gente que se sienta alrededor de esta gran mesa del salón.
Fuera de esta sala de reunión, y junto al austero despacho de Muriel Mayette, hay una inmensa placa de mármol de Carrara en la cual, en letras doradas, figuran los nombres de los directores y administradores de la Comédie. Comienza con Molière y culmina con Mayette, esa enérgica actriz que estuvo hace poco en Buenos Aires para cerrar la presentación que esta emblemática compañía hará en nuestro país para el mes de septiembre. Al parecer, no hay forma de agregar más nombres en la placa. De todos modos, Olivier Giel, quien hace 41 años trabaja aquí, ya pensó en alternativas que parecen imposibles. Claro que si la Comédie sobrevivió a guerras, revoluciones, ocupaciones y momentos (no los actuales) en los que París era una fiesta; ¿cómo no va a poder ampliar una simple placa de mármol?

Restauración y renovación

La sala tuvo un largo proceso de renovación tecnológica y recuperación edilicia (de hecho, una de las fachadas todavía está tapiada). Para evitar que esté cerrada, construyeron un maravillo espacio hecho íntegramente en madera (5000 piezas en total). Respeta igual cantidad de butacas que la sala principal (862) y su escenario posee las mismas dimensiones para no tener que modificar las puestas. Hasta allí, los actores ingresan por pasillos subterráneos ubicados por debajo de la plaza seca que da al Palais-Royal.
Como el trabajo en el edificio histórico ya culminó, desde fin de febrero está cerrado. "Ahora estamos esperando que alguien con plata compre el teatro que, como es desmontable, se pude llevar adonde sea. Debe salir mucha plata...", se ríe quizás imaginando que un multimillonario ruso o árabe ponga los millones de euros que, dicen, saldría el teatro.
Algunos argentinos deben conocer a la perfección los rincones de este histórico edificio que tiene un presupuesto anual de 36 millones de euros (25 de ellos aportados por el Estado). Jorge Lavelli realizó varias puestas aquí. También, en alguna de sus tres salas, dirigieron Alfredo Arias y Roberto Plate. El único dramaturgo argentino del cual llegó a representarse una obra fue Copi (todo un signo de renovación).
Más de una vez, ellos deben haber llegado al edificio central de la Comédie en metro. La salida más directa de la estación Palaice Royal fue intervenida por el artista visual Jean-Michel Othoniel. El contraste entre ese trabajo y la fachada del teatro establece un puente entre la tradición y lo contemporáneo. El mismo puente, el mismo desafío, que parece asumir como propio esta compañía fundada en 1680..

Fuente: lanacion.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario