AUTORRETRATO FUSILADO, CON DISPAROS Y OTRAS FORMAS DE LA MEMORIA

Fotografías de Marcelo Brodsky, registros de El Siluetazo y una selección de obras de las colecciones del Castagnino-Macro con foco en la memoria se exhiben hasta el 21 de mayo en el museo de Rosario.
Un grupo de pescadores conversa. Desde Parque España es posible caminar por la costanera, atravesar senderos, entre sauces y palmeras, y llegar al Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (Macro), un antiguo silo, a orillas del Paraná.
El museo tiene una estructura que incluye ocho cilindros que originariamente se usaban para el almacenamiento de granos. Cuenta con diez pisos, una explanada, un túnel, además de depósitos de obras, y una tienda de venta de libros.
Por estos días el híper colorido Macro está copado por tres muestras que ocupan los siete pisos del museo. Arbol/Archivo + Polípticos reúne fotografías de Marcelo Brodsky. “La mirada se va construyendo en relación con lo real y con lo vivido. Arbol /Archivo es la constatación de la relación de mi mirada con la naturaleza a través de ese itinerario visual”, dice el artista.
Ese camino comienza en el exilio en Barcelona, en 1979, con su autorretrato fusilado en la Plaza de San Felipe Neri, en la que el régimen franquista llevó a cabo innumerables ejecuciones en la Guerra Civil Española, y termina en el mismo sitio veinticinco años después, con otro autorretrato frente al mismo árbol.   
Brodsky seleccionó fotos de toda su vida y desató un diario íntimo paradojal que va de la muerte a la vida. Desde ese primer “Autorretrato fusilado” que tomó el joven Brodsky después de abandonar el país cuando intentaron secuestrarlo en 1977, y antes de la desaparición de su hermano Fernando, hasta la última toma frente a ese árbol, hay un proceso que el artista denomina de sanación. Una especie de catalizador para elaborar dolores y pérdidas. Cuenta el artista que junto con la naturaleza, su mujer, a quien conoció en el exilio, y su hijo, serán parte de la “reconstrucción de la vida”.
En esta intensa crónica visual uno se encuentra con el reflejo del edificio Le Parc que se desvanece por efecto del viento en esa fotografía que es la que inició la intensa conversación visual entre Marcelo Brodsky y Manel Esclusa. Algunos árboles parecen fugar al cielo, otros tienen protuberancias, extrañas malformaciones. Cerca está el río de los vuelos de la muerte, devenido en “tumba inexistente”, como lo llamó el artista en su libro Buena memoria.
EL SILUETAZO. Una acción colectiva de arte, el 21 de septiembre de 1983. (Foto:Alfredo Alonso. Archivo Cedinci)
EL SILUETAZO. Una acción colectiva de arte, el 21 de septiembre de 1983. (Foto:Alfred)o Alonso. Archivo Cedinci

Están los árboles que plantaron los familiares de desaparecidos en el Bosque de la Memoria, en la Universidad de Tucumán. “Este árbol crecerá, dará flores, en sus ramas mil aves trinarán. Hijo mío, eternamente vivís en el corazón de tu madre, tu hija y tus hermanos”, dice un papel, ya casi deshecho por la lluvia, que cuelga de uno de los árboles.
Uno intuye que para el artista seleccionar imágenes de su archivo implicó encontrarse con la mirada de ese joven que fue. Hay que animarse a darse una vuelta por el pasado. Es que desde su serie Buena memoria, en sus fotografías siempre está en carne viva su propia historia de vida. Resulta difícil olvidar aquella imagen con sus compañeros de clase del Colegio Nacional de Buenos Aires, los círculos rojos sobre los que ya no están vivos. Esa foto, que acaba de comprar la Galería Tate de Londres para su colección, y las que integran ese fotorreportaje que termina con un capítulo dedicado a su hermano, son estremecedoras. Desde las fotos familiares hasta la última de Fernando en la ESMA.
Dos muestras con obras de la colección del museo acompañan a la de Brodsky. Con documentos, fotografías y textos, El Siluetazo recuerda la gran acción colectiva que arrancó aún en democracia, un 21 de septiembre de 1983, por iniciativa de los artistas Rodolfo Aguerreberry, Julio Flores y Guillermo Kexel. Participaron agrupaciones estudiantiles de centros universitarios (todavía prohibidas) como la de la escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, la de Arquitectura, Filosofía y Letras, Sociología y Farmacia, y todos los que fueron a la movilización convocada por Madres de Plaza de Mayo. Aquella intervención urbana se propuso “reclamar por la aparición con vida de los desaparecidos, darle a la movilización otra posibilidad de expresión y perdurabilidad temporal, crear un hecho gráfico que golpee al gobierno a través de su magnitud física y desarrollo formal, y por lo inusual, renueve la atención de los medios de difusión y provoque un aglutinante que movilice muchos días antes de salir a la calle”.
En Legajos se exhibe una selección de 16 obras de las colecciones del Castagnino - Macro. “Se buscó poner el foco en la memoria de las piezas” dice Nancy Rojas, del equipo curatorial del museo. Cada obra va acompañada por su correspondiente legajo técnico que integra el archivo del museo. En el séptimo piso uno se encuentra con el inolvidable video “Granada” de Graciela Taquini. A partir del relato videográfico de la artista Andrea Fasani, secuestrada durante la dictadura militar, Taquini desata una obra potente.

CRONICA VISUAL. El reflejo del edificio Le Parc se desvanece por efecto del viento en esa fotografía de Marcelo Brodsky.
CRONICA VISUAL. El reflejo del edificio Le Parc se desvanece por efecto del viento en esa fotografía de Marcelo Brodsky.

Recuerdo y olvido se alternan en un sino tortuoso. ¿Por qué es tan atrozmente selectivo el recuerdo?
En otra sala, está uno de los músicos de espuma de poliuretano de León Ferrari. Hay textos, poesías, libros y carteles postales de Mirtha Dermisache. Su invención de una forma de escritura provoca un efecto de extrañeza: crea un lenguaje que es pura forma vaciado de contenido. Está también el anteproyecto de cárcel subterránea para la ciudad de Buenos Aires y el de cárcel flotante para el Río de la Plata de Horacio Zabala. Hay, entre otras, obras de Víctor Grippo, Feliciano Centurión, Egar Murillo y Oscar Bony.
De las obras de esta última muestra, una en particular lleva de nuevo al autorretrato fusilado de Brodsky. Las esquirlas del díptico “El asesino” de Oscar Bony quedan clavadas en la retina. Provocan una impresión de desgarro tan intensa como ese fusilamiento en la Plaza de San Felipe Neri. Bony sabía acribillar a balazos. Destrozó certezas: miró y pensó la obra en el entramado político y social. Estaba convencido: “El artista asume una responsabilidad: la de redefinir cada vez la naturaleza del arte teniendo en cuenta su tiempo”. Y no dudó: expuso en vivo “La familia obrera” ante los ojos incrédulos de la familia clase media. Y, entonces, disparó una vez más: hizo estallar alusiones políticas, estéticas, de relaciones de explotación y sujeción. Tras presentarla, tuvo una crisis profunda: comenzó a indagar acerca del rol social del arte, y decidió abandonar la producción artística durante años.
Es curioso: su primera serie de fotografías baleadas se llamó “Obras de amor y violencia”. Se entiende: ira de amor, la más pasional, irracional y, acaso, justificada de todas. Su figura acribillada irrumpe en el límite difuso entre fusilamiento y suicidio. Bony tensó el dispositivo estético: convirtiéndose en víctima y victimario; verdugo y fusilado. Los suyos son suicidios heroicos. Más aún: irrumpe desafiante. 
Esos retratos perforados con envidiable pasión son actos de resistencia. Le daba miedo la muerte a Bony. Y a quién no. Difícil olvidar su furiosa conjura, en su sótano-taller, con su revólver Smith & Wesson 32 en mano.

FICHA
Arbol/Archivo + Polípticos
El Siluetazo
Legajos
Lugar: Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (MACRO)
Estanislao López 2250 (Bv. Oroño y el Río Paraná, Rosario)
Fecha: hasta el 21 de mayo
Horario: jueves a martes de 14 a 20; miércoles cerrado
Entrada general: $5; menores de 12 años, gratis.

Fuente: REvista Ñ Clarín

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