CLEMENTE Y MIMÍ, TODO POR EL ZOO

Onelli popularizó al Zoológico porteño. ¿Un ejemplo? El paseo de la jirafa del Puerto a Palermo.
El hombre y su animal. Mimí llegó de Africa en 1912. Onelli –dirigía el zoo desde 1904– la fue a buscar y la llevó a pie hasta su nuevo hogar. / ZOO DE BS AS

Por Eduardo Parise

 

Para mucha gente hablar de Mimí y Clemente es recordar a esos personajes de historieta que el genio de Caloi puso por años en la contratapa de Clarín. Clemente era un bicharraco extraño que llegó a hacer mucho ruido tirando papelitos. Y Mimí era una pajarita muy pituca, con aires de vedette, a quien Clemente cortejaba. Pero en la realidad de Buenos Aires hay otro Clemente y otra Mimí que hicieron historia con sólo caminar por la Ciudad. Fue desde el puerto hasta Palermo, el lugar donde ella instaló su residencia. Ocurrió cuando ella, inmigrante igual que él, arribó procedente de Africa. Y él, como buen caballero que era, la esperó junto al muelle.
Pasó en 1912 y los protagonistas fueron Clemente Onelli, director del zoológico de Buenos Aires, y la jirafa Mimí que, en mayo de ese año, había sido comprada en Dakar, por entonces el principal puerto de Senegal, que era una colonia francesa. Lo cierto es que aquel ejemplar de Giraffa camelopardalis peralta , con sus manchas de un tinte rojizo sobre un fondo claro, dejaba atrás las sabanas del continente africano, por las que habían vagado durante años sus ancestros, para convertirse en figura de una ciudad de América del Sur.
Clemente Onelli había nacido en Roma el 22 de agosto de 1864. Su abuelo había sido un renombrado funcionario pontificio. Y su padre, un abogado de prestigio. Por eso, cuando quedó huérfano siendo un niño, estudió en el Colegio Papal y luego en la Facultad de Ciencias Naturales. Allí recibió su licenciatura. Su especialidad: la geología y la paleontología. Tenía sólo 23 años. Un año más tarde, en 1888, Onelli se vino a Buenos Aires. Algunos dicen que ya había “quemado” la mayoría de los billetes heredados y que cuando llegó sólo portaba la riqueza de sus conocimientos.
Lo cierto es que enseguida se integró a los círculos científicos, donde tallaban nombres como Pedro Arata, Carlos y Florentino Ameghino, Eduardo Schiaffino y Francisco Pascasio Moreno. Justamente, fue este famoso perito quien lo incorporó al museo de La Plata como naturalista y explorador. Y comenzó su carrera como investigador de piezas arqueológicas y fósiles, en especial en la Patagonia. También colaboró con demarcaciones limítrofes y trabajó en la Dirección de Tierras de la Nación, colonizando zonas en el Sur del país.
Pero el trabajo que le daría popularidad sería el del director del Zoo porteño. Lo nombraron en 1904 y sucedió en el puesto a Eduardo Ladislao Holmberg, médico, naturalista y escritor quien, desde que el zoológico quedó a cargo de la Ciudad (el 30 de octubre de 1888, hace 125 años), estuvo como director. Holmberg se fue por discrepancias con las autoridades. Entonces el cargo quedó para Onelli hasta el 20 de octubre de 1924, el día en que murió en Buenos Aires, dos meses después de cumplir 60 años.
En aquella tarea como director del zoo, Onelli trabajó mucho para darle vuelo a la institución. En el primer año de su gestión el número de visitantes se multiplicó por diez: pasaron de 1.500 a 15.000. Es que el hombre era capaz de fotografiarse dándole de comer en la boca a un cachorro de rinoceronte o hacer la travesía aquella de caminar desde el Puerto hasta Palermo llevando a Mimí, atada con una larga soga. También fue el impulsor de otros dos zoológicos: uno en Parque Patricios (1907) y otro en Saavedra (1914). Eso se desvaneció con su muerte.
La fama de Clemente Onelli, a quien alguna vez calificaron como “el más criollo de los italianos”, también se alimentó cuando en 1922 organizó una excursión a la Patagonia para buscar a un animal acuático que tenía la cabeza parecida a la de un cisne y el cuerpo como el de un gran yacaré. Lo llamaban plesiosaurio y decían que había sobrevivido desde la Prehistoria. La búsqueda en lagos del Sur nunca dio resultado. Sin embargo el tema fue tan popular que hasta aparecieron muchos elementos con la marca “Plesiosaurio”. Entre ellos, cigarrillos. Pero esa es otra historia.

Fuente: clarin.com

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