QUÉ VES CUANDO ME VES:
CIEN AÑOS DE ARTE ARGENTINO SE MIRAN AL ESPEJO

Autorretratos, política y la intimidad de los creadores desde fines del siglo XIX hasta hoy, en una gran exhibición.



Maresca se entrega a todo destino (1993). La artista se ofrece semi desnuda en un poster, con teléfono y todo...



Por Mercedes Pérez Bergliaffa

Está el tipo desnudo, mirándose en el espejo, apoyado sobre un mueblecito. Hoy no se afeitó. Es “Narciso, de Mataderos”, la genial escultura de Pablo Suárez: un hombre muy blanco creado con yeso pintado, los ojos clavados en sí mismo, embobado, sonriente… La obra es un cuerpo, un manifiesto, un homenaje. Un gesto de ironía y hasta una expresión política porque Narciso es un chongo. Y esta exposición lo muestra así, como es, en toda su desnudez.
Se lo podrá ver desde hoy en Yo, nosotros, el arte, la gran muestra que abrirá en el Espacio de Arte de la Fundación OSDE. ¿Pero de qué se trata la exposición? De una reflexión sobre la figura del artista, sobre su lugar en la sociedad, sobre su propia imagen de sí y sobre cómo ve a los otros. Por eso aparecen, a medida que uno la recorre, muchos retratos, especialmente autorretratos.
Curada por Laura Malosetti Costa, la muestra está organizada por núcleos temáticos: Nosotros, El artista y su modelo, El Taller, Cuestiones de estilo, Héroes y mártires, El cuerpo político y El mundo del arte. Tiene una cantidad de obras exhaustiva, que abarca las de artistas del S XIX hasta las de algunos muy jóvenes y contemporáneos: es intergeneracional.
Hay trabajos del gran Antonio Berni, de Lino E. Spilimbergo, de Carlos Alonso, Luis Felipe Noé; de Liliana Maresca, artista de los 90; de los talentosos Alberto Greco y Federico Peralta Ramos –quien recita, con su estilo personal, “La hora de los magos” de Jorge De La Vega; de la increíble grabadora Aída Carballo; del gran fotógrafo Horacio Coppola; de Ernesto Deira, Nicolás García Uriburu (con su “Green sex New York” (“Sexo verde Nueva York”); de Marcos López, Nicola Costantino, Marta Minujín, Fermín Eguía, el Grupo Etcétera, Francisco Amatriain, Ana Gallardo y Felipe Pino, entre muchos otros. Y después está todo esa camada de “viejos maestros”: Fortunato Lacámera, Miguel Carlos Victorica, Eduardo Sívori, Prilidiano Pueyrredón, Fernando Fader… Hay trabajos que realmente son raros de ver: por empezar, “Maresca se entrega a todo destino”, en el que figura ella misma ofreciéndose semi-desnuda en un poster, junto a un número de teléfono.
Otra obra fuerte e infrecuente es el “Autorretrato fusilado” de Marcelo Brodsky, de los 70. El famoso “Autorretrato” de la talentosa Emilia Bertolé pone varias cosas sobre la mesa: era rosarina, mujer, escritora y pintora a finales del S XIX- principios del XX, y mantenía a su familia pintando retratos. 


El taller del maestro. Spilimbergo en la lente de Grete Stern.
Pero si vamos a hablar de una mujer artista con una obra rara en esta exposición, ella es, sin dudas, Ana Weiss de Rossi con su “En el estudio”. ¿Por qué? Porque pintó a su marido –Alberto María Rossi, pintor- retratando a una modelo desnuda: eso es curioso, ya que casi siempre en esa época (fines de los 30 en Buenos Aires) eran los hombres, los que podían pintar a las modelos desnudas. Aun así, acá, en esta obra, la artista le encontró la vuelta y los pintó a los dos. Recordemos que hasta hacía poco en la Historia, las clases con modelo vivo desnudo en las Academias de Bellas Artes habían estado prohibidas a las mujeres.
También es una sensación deliciosa observar el núcleo dedicado de “El taller”. Es como espiar la intimidad de los artistas, meterse un poco en su espacio más querido.
La curadora explica que “se trata del taller como lugar de bohemia compartida, como laboratorio, como refugio o rincón nostálgico. Este género”, comenta, “parecería cosa del pasado y sin embargo aparecen nuevos modos en el video arte contemporáneo” (se refiere al video de Narcisa Hirsch, “Taller”).
Y ahí esta ese óleo, “Autorretrato en mi estudio”, del exquisito pintor de La Boca Fortunato Lacámera. Y está el “Estudio de Roma” de Pío Collivadino, de hace más de cien años.
Pero una joya se ubica en la entrada, y casi pasa desapercibida: hay unos sillones blancos. Hay un televisor. Hay un video. Si va, siéntese y mírelo. Aparecerá repentinamente en la pantalla, emergiendo de entre una nebulosa eléctrica de colores, el coleccionista Federico Klemm. Entonces usted se dará cuenta: se encuentra sentado en el living (original) de Klemm y está mirando su programa, “El Banquete Telemático”. “El arte es un problema de amor”, explica Klemm desde el plasma, gesticulando en grandes ángulos. De amor, podríamos decir, pero también de reflejo, de comunidad, de reflexión. Lo muestran estas obras. 

Fuente: Revista Ñ Clarín

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