CHARLY NIJENSOHN Y SUS IMÁGENES DEL ALMA

Arte
Como los viajeros del siglo XIX, los videos del artista argentino radicado en Berlín exploran tierras extrañas y se aventuran en paisajes remotos, lejanos, helados. Estado de emergencia es también la muestra de reapertura del Espacio Fundación Telefónica, una antigua central del siglo XX aggiornada a los tiempos digitales, frente a la Plaza Vicente López.
Imágenes la muestra de Charlu Nijensohn  Foto: LA NACION
Imágenes la muestra de Charly Nijensohn  Foto: LA NACIÓN
Por Julio Sánchez / LA NACIÓN
 
Más que un artista adepto a las nuevas tecnologías, al cine expandido u otros casilleros innovadores, Charly Nijensohn afina mejor con la orquesta de los artistas viajeros del siglo XIX. Aquellos que, como el suizo Adolf Methfessel, exploraban tierras extrañas y se deslumbraban con los misterios del paisaje. En el renovado Espacio Fundación Telefónica, este argentino nacido en 1966 y radicado en Berlín desde 2001 expone Estado de emergencia, un conjunto de tres videoinstalaciones: El naufragio de los hombres (2008); Dead Forest Storm (2009), y El éxodo de los olvidados (2011). Todas fueron hechas en colaboración con Juan Pablo Ferlat, Edgardo Rudnitzky, Teresa Pereda y las comunidades aborígenes de cada lugar; todos son paisajes extremos, inhabitados, lejos de todo y cerca de lo más temible.¿Quién es Nijensohn? Un autodidacta formado en una escuela de artes dramáticas, que desde su primera adolescencia -allá por los años 80 e impresionado por La Fura dels Baus- formó parte de grupos performáticos como La Negra, La Organización Negra y Ar Detroy. Quien entonces haya pisado Cemento para ver U.O.R.C. todavía evoca la adrenalina de ser perseguido por aquellos guerreros retrofuturistas que se reventaban tubos fluorescentes en la cabeza. Uno de ellos era Nijensohn. Hoy se define como un explorador, con mucho de poeta y algo de asesino serial. No trabaja con galerías de arte y vende su fotografías que, curiosamente, nunca ha expuesto. Éstas son sus obras: El naufragio de los hombres fue filmado a 3000 metros de altitud en el salar de Uyuni (Bolivia), no en cualquier momento sino en el peor (o el mejor, dice el artista), durante la época de lluvias, entre enero y febrero, cuando el desierto blanco se inunda. En una de las tomas se ve un puñado de hombres que camina justo por la línea del horizonte que establece un eje de simetría entre el cielo y la tierra. Como con un cuadro de Jackson Pollock, se podría invertir el film y nadie se daría cuenta, pues no hay arriba ni abajo. O mejor aún: "Lo que está abajo es como lo que está arriba, y lo que está arriba es como lo que está abajo", tal como se lee en La Tabla Esmeralda, el texto alquimista medieval (o quizá anterior) atribuido al mítico Hermes Trismegisto.
¿Y si el reflejo fuera la verdad y lo real fuera ilusorio? El sonido de la lluvia y los escasos acordes musicales evocan la incógnita taoísta: no era posible saber si era Chuang Tse que soñaba ser una mariposa, o era una mariposa que soñaba ser Chuang Tse. Dice Nijensohn: "Voy en busca de un momento mágico cuando llega la tormenta y no hay refugio; a diferencia del cine, pasa lo mismo adelante y detrás de cámaras; actores y camarógrafos estamos expuestos a la misma situación extrema. Cuando cae la tormenta en el salar, a la intemperie, uno pierde la compostura, o te desarmás o te mantenés en la intranquilidad del paisaje. Uno sigue siendo, pero se transforma".



 Foto: LA NACION
Imágenes la muestra de Charly Nijensohn  Foto: LA NACIÓN
En esta trilogía hay cierta voracidad por el agua. Hay más lluvia en el segundo film, Dead Forest Storm, filmado en la Amazonia con ayuda de la comunidad waimiri atroari, un pueblo diezmado por el progreso malicioso del hombre blanco: la construcción de autopistas, la explotación de yacimientos de casiterita y, sobre todo, la represa hidroeléctrica de Balbina los fueron recluyendo y diezmando. La sabiduría ancestral de este pueblo despierta la curiosidad de Ferlat, que tiene inclinaciones más antropológicas, mientras que Nijensohn se proclama precavido: "Levanto el equipo cuando las cosas se ponen pesadas", dice.
Pregunto si en estos lugares que él llama mágicos los pueblos originarios lo conectan con lo sagrado: "Algo subyace que no hay que nombrar; prefiero pensar que no busco nada, pero está ahí", contesta parco y sonriente. La tercera obra, El éxodo de los olvidados, fue filmada en la enorme masa de hielo continental de El Chaltén, en la Patagonia Sur. Agua en el salar, en la selva y en el glaciar. Entre los hielos celestes avanzan o se aquietan seres enfundados en trajes de alta montaña; el traje se adivina pues no se distingue ni el rostro, sólo se ve la luz del casco justo donde los hindúes colocan el "tercer ojo", el que conoce sin ayuda de la razón. Como en casi todas sus obras, el hombre (genérico para hombre y mujer) está encapuchado como aquel monje frente al mar del pintor Caspar Friedrich, y también como aquellos diez hombres solos que Nijensohn filmó en 1990 dentro del colectivo Ar Detroy.
"La capucha es una protección contra la lluvia, no son monjes", justifica el artista. Aquí, más que nunca, el hombre dialoga con la naturaleza; no hay refugios ni carpas, el hombre se acuna y vive en el hábitat natural, por más inhóspito que sea. "Mi formación es el rock, no las artes visuales. Necesito que el espectador vibre, que se le caigan los pantalones, que tenga una experiencia totalizadora."
Cree que vivir en Alemania lo acercó a los románticos del siglo XIX, pero seguro que la pasión por la naturaleza, el misterio y la soledad ya estaba en aquellos diez hombres solos que protagonizó a los veintipico: "Puede ser, siempre escribo el mismo libro", confiesa.

Estado de emergencia
, en Espacio Fundación Telefónica (Arenales 1540), hasta el 29 de noviembre.

Fuente: adn Cultura La Nación

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