LOS COLOSOS DE PLAZA DE MAYO

Con campana. Aunque siguen haciendo el movimiento para dar la hora, el sonido está desactivado para evitar ruidos molestos. / ALFREDO MARTINEZ
Con campana. Aunque siguen haciendo el movimiento para dar la hora, el sonido está desactivado para evitar ruidos molestos. / ALFREDO MARTÍNEZ
Eduardo Parise

Cuando escuchan la palabra “coloso”, muchos amantes de la Historia enseguida la asocian con la imagen de aquella estatua monumental construida en la entrada del puerto de la isla de Rodas, en Grecia, y dedicada al dios Helios. Dicen que estuvo allí entre los años 292 y 226 A.C., cuando un terremoto la destruyó. Hecha con placas de bronce sobre un armazón de hierro (calculan que aquella estatua pesaba unas 70 toneladas) fue una de las siete maravillas del mundo antiguo. Por supuesto que Buenos Aires no tiene una obra de tanta magnitud, pero también puede mostrar a unos colosos y nada menos que a metros de la Plaza de Mayo.
Se los conoce como los colosos de Siemens porque están encaramados en el edificio que esa empresa alemana ocupaba en la ochava de la diagonal Julio A. Roca y Bolívar. La construcción es de 1952 y la realizó el arquitecto Arturo Dubourg. La empresa estuvo allí desde 1958 hasta 2011, cuando se mudó a Vicente López. Pero las estatuas (cada una mide tres metros), que integran un conjunto que además tiene una campana y un reloj, recién fueron colocadas en ese lugar en 1992. La inauguración fue el 21 de mayo (las izaron con grandes grúas) en una ceremonia que tuvo música de la Banda del Regimiento de Patricios.
Contra lo que se podría suponer, el conjunto no fue hecho especialmente para ese lugar. Su primer destino fue el décimo piso del edificio que, en 1930, la empresa alemana tenía en Avenida de Mayo 869. Allí, por un sistema de relojería, los colosos hechos en bronce marcaban las horas golpeando la campana con grandes martillos. Cuentan que la obra había sido fundida en la empresa Bellini e Hijos, que el inmigrante italiano Juan Bautista Bellini creó en 1892 en San Carlos Centro, a 45 kilómetros de la ciudad de Santa Fe. La firma aún se dedica a fabricar campanas y dicen que es la única en América del Sur especializada en estas fundiciones.
Casi a fines de la Segunda Guerra Mundial, la Argentina decide expropiar todos los bienes de origen alemán que había en el país. Entonces aquellos colosos fueron bajados y entregados a la CGT. Ya en 1950 se decidió que el conjunto se colocara sobre el edificio de la editorial ALEA (Bouchard 722, cerca de Viamonte), donde estaba la sede de los diarios Democracia, Noticias Gráficas y El Laborista, el sector periodístico que manejaba Carlos Vicente Aloé, dirigente justicialista y ex gobernador bonaerense. El derrocamiento del gobierno constitucional en 1955 también afectó a la obra: abandonado y saqueado, el conjunto de los colosos cayó en desgracia.
El abandono duraría hasta 1988, cuando la empresa Siemens aceptó una restauración. Del original sólo quedaban las dos estatuas y la campana rota. La máquina del reloj había sido desguazada. Por eso, reemplazaron el mecanismo con otro electrónico para las agujas. Además, ese equipo de computación reproduce el movimiento original que tenían los colosos, aunque no llegan a golpear la campana porque el sonido lo produce una máquina. De todas maneras, en 2004 se decidió desconectarlo: dicen que el ruido afectaba a los huéspedes de un hotel vecino.
Los colosos de Siemens, con su pátina verde de tanta intemperie, siguen en Bolívar y Diagonal Sur, a lado del Cabildo, en Monserrat. Y suelen ser fotografiados por los que recorren la Ciudad para descubrir alguna de estas curiosidades. En el mismo barrio también pueden encontrar otra figura de un trabajador junto a un yunque. También realizada en bronce, la estatua se titula El forjador y fue el símbolo de la Casa Noccetti, que fabricaba maquinaria agrícola. El lugar después fue sede de la Ferretería Hirsch.
El forjador está sobre el edificio de Perú 535, a cuadras de los colosos. Pero esa es otra historia.


Fuente: clarin.com

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