CÓMO ENTENDER BUENOS AIRES

La ex capilla de los monjes recoletos (hoy Centro Cultural Recoleta) en las barrancas de plaza Francia.
   La ex capilla de los monjes recoletos (hoy Centro Cultural Recoleta) en las barrancas de plaza Francia.

Por Berto González Montaner


La primera recomendación para quien visita Buenos Aires es que lo haga levantando la vista. Se encontrará con una fauna arquitectónica de lo más variada y exótica. La Capital se originó como un pequeño tablero de ajedrez sobre la llanura pampeana. Esa cuadrícula original, que hoy forma parte del Casco Histórico de la Ciudad, se extendió como mancha de aceite hacia el continente. Viéndola desde un avión parece interminable y, de noche, es un espectáculo impresionante.Para entender cómo se fue estructurando y el porqué de su forma actual hay que saber que en los orígenes las mercaderías llegaban en carretas desde el interior a Constitución, Plaza Miserere y Retiro, que eran como centros de transferencia. Luego, desde allí saldrían los trenes que junto con el subte (el primero es la línea A, de 1913) y el trazado de la avenidas principales cada cuatro cuadras fueron generando la estructura urbana de la ciudad.Tuvo su primera gran intervención urbanística con la apertura de la Avenida de Mayo en 1884 para crear su gran eje institucional y simbólico. En la segunda década del siglo XX se empezó la Diagonal Norte que comunica la Casa de Gobierno con el Palacio de Justicia y la Diagonal Sur, que debía comunicarla con la futura sede del gobierno municipal. Pero eso nunca sucedió: la obra quedó inconclusa.En la década del 30 comenzó otra operación urbanística importante, la obra de la Avenida 9 de Julio, el eje norte-sur que une Retiro con Constitución. Esta vez con un concepto de ciudad menos formalista y más atenta a las ideas funcionalistas.La tercera gran oleada fue la expansión del centro porteño en la urbanización de Puerto Madero. Un puerto que a poco de haber sido construido se mostró ineficiente y que por los años 90 se lo recicló construyendo una nueva postal porteña.Lo curioso es que sobre esta malla homogénea se han depositado como capas las más variadas y exóticas arquitecturas que reflejan las distintas colectividades que construyeron nuestra ciudad.En San Telmo todavía se puede recrear la escala de la vieja ciudad. Está bueno perderse entre sus calles empedradas, enmarcadas por casas bajas que alguna vez pertenecieron a la aristocracia porteña. También se pueden encontrar algunas construcciones que recuerdan lo poco que queda de arquitectura colonial. La Iglesia de San Ignacio, construida en 1710 en Bolívar 520 es la más antigua de la ciudad. Y llegando al Parque Lezama está la Iglesia Ortodoxa Rusa, que parece salida de un libro de cuentos.Sobre la Avenida de Mayo hay un popurrí de arquitecturas con las más diversas procedencias. Edificios neoclásicos de todo tipo, Art Nouveau y Art Déco, vigilados por el exótico faro del Palacio Barolo y jalonados a un lado por la imponente cúpula del Palacio del Congreso y al otro, por la Casa de Gobierno.La Boca es de lo más pintoresca. Además de estar allí su famoso estadio, todavía conserva los viejos y multicolores conventillos de chapa y el Transbordador (uno de los pocos que queda en pie en el mundo) para cruzar el Riachuelo. Del Riachuelo, ni que hablar: una de nuestras vergüenzas nacionales. Un río que bien podría jugar el papel del Sena o de la ría del Nervión (Bilbao), no es más que una inmensa cloaca a cielo abierto.Uno de los pocos accidentes que tiene la cuadrícula sucede en la zona del Cementerio de La Recoleta, una pequeña ciudadela amurallada cuyas bóvedas reproducen y sintetizan las adhesiones arquitectónicas que tuvo nuestra burguesía a través del tiempo. El cambio de dirección de la cuadrícula produce el espacio singular que caracteriza a la Plaza Francia y se derrama en una serie de plazas y parques que junto al eje de la avenida Del Libertador y Figueroa Alcorta, constituyen una de las vidrieras más elegantes de la ciudad. Allí se encuentran el Museo Nacional de Bellas Artes, el Palais de Glace, la Biblioteca Nacional, la Facultad de Derecho y también importantes monumentos como la Floralis donada por el arquitecto Eduardo Catalano.De ese lugar donde la ciudad cambia de dirección también sale la avenida Alvear, una especie de rincón parisino en Buenos Aires en el que se construyeron grandes mansiones en estilo Beaux Arts como el Palacio Duhau (hoy, un lujoso hotel), la Nunciatura, el Jockey Club y la Embajada de Francia, que por muy poco se salvó de la demolición cuando se abrió la Avenida 9 de Julio.Otro lugar interesante es Palermo Viejo (o Soho), ahora extendido hacia el llamado Palermo Hollywood. Allí se armó una movida que empezó en los años ´80 con el bar El Taller sobre la Plaza Serrano y el reciclaje de viejas casas chorizo con un estilo bien particular: “progre”, nacional y popular. Y que volvió a tomar impulso en los últimos años, pero ahora dando lugar a la tendencia del diseño.

* Editor General ARQ


Fuente: clarin.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario