La "Esfera Azul" de Le Parc: en el CCK, con destino incierto

La bola de acrílicos podrá verse, en principio, hasta abril foto: LA NACION Hernán zenteno
    La bola de acrílicos podrá verse, en principio, hasta abril. Foto:La Nación / Hernán Zenteno

La incertidumbre, las contradicciones y el desmanejo vuelven a afectar al vapuleado Centro Cultural Kirchner (CCK). Esta vez hay que dirigir la mirada a la impactante Esfera azul, de Julio Le Parc, un gigantesco móvil de forma redonda y placas de acrílico de ese color, instalado en el hall central de la planta baja del histórico edificio del Correo. A ocho meses de haber llegado a Buenos Aires su destino es incierto.                                                  
El viernes de la semana próxima vence el seguro que la protege contra todo riesgo y queda en manos de nadie.
"No forma parte del patrimonio del CCK y no tenemos documentación alguna que describa las condiciones en las que está acá", dijo ayer a LA NACIÓN el ministro de Medios y Contenidos Públicos, Hernán Lombardi. "Estamos esperando que venga a Buenos Aires Yamil Le Parc [hijo del reconocido artista, que, como su padre, vive en Francia] para regularizar la situación", agregó el ministro, que la semana pasada había afirmado a este diario que el CCK está pagando un alquiler mensual en dólares por la tenencia de la hermosa escultura.
"No existe tal contrato de locación sino de préstamo y vence en abril. Estamos esperando que las nuevas autoridades nos digan qué quieren hacer", contradijo Yamil Le Parc desde París al ser consultado telefónicamente ayer.
"Me equivoqué. Creí que había un contrato", admitió luego Lombardi al ser repreguntado. "Estuvimos buscando por todos lados y también hablamos con gente de la gestión anterior y no hay documentación. Fue un acuerdo de palabra, lo cual no deja de ser muy irregular", argumentó. Los papeles que sí encontraron fueron el presupuesto de montaje e instalación ($ 345.000), los gastos de realización del acto de homenaje a Le Parc en septiembre pasado ($ 482.000) y un seguro contra todo riesgo, vigente entre el 12 de septiembre de 2015 y las 0 del 8 de abril de 2016.
"Ojalá que la esfera se quede allí", dijo el hijo y representante del artista mendocino. "Nos gustaría seguir teniéndola. Es hermosa y queda muy bien ahí donde está", coincidió Lombardi.
¿Las opciones? Renovar el préstamo, como fue previsto, según Le Parc, en el acuerdo original, o ceder los derechos de la obra al CCK a través de una operación comercial: una compra.
Según pudo constatar LA NACIÓN ambas partes estarían dispuestas a negociar una salida de ese tipo. Aunque no estuvieron dispuestas a arriesgar un precio. Si se juzga por el valor "simbólico", según Le Parc, que se pagó en Suiza (durante la realización de Art Basel) por una obra gemela, pero de color rojo, se podría hablar de unos 50.000 euros. Si se parte de la póliza del seguro, la base sería de 800.000 dólares.
"Pienso que mi padre tiene razón cuando dice que no se puede pedir a los artistas constantemente que hagan donaciones de sus obras", continuó Le Parc. Y, para que no queden dudas, agregó: "En pocas palabras, no hay intención de donar". También informó que prevé viajar a Buenos Aires con el artista, de 87 años, en mayo próximo "para la instalación de una escultura de mi padre en avenida Figueroa Alcorta y Pueyrredón".
Además de la de Suiza, existe en la Argentina otra esfera roja que atrae a los visitantes del centro cultural Le Parc, en Mendoza. Se trata, como la azul del CCK, de atractivos acrílicos que se dejan conducir por los vaivenes del aire y prestan sus cuerpos a los caprichos de la luz, para reflejarlos o recrearlos.
En septiembre pasado, cuando fue la estrella del homenaje a su creador, en el remozado edificio del Correo, la esfera parecía haber llegado para quedarse. Ese día, Le Parc dijo: "Es una obra muy significativa: un movil esférico, de color azul, con movimiento. Es muy emblemática de mi trabajo".
Según se llegue a un acuerdo o no, esos acrílicos seguirán jugando con el aire y creando brillos e imágenes aquí. O en otro país.

Fuente: lamacion.com

GARCÍA URIBURU - CLAVES PARA ENTENDER LA OBRA

La galería Henrique Faria exhibe trabajos y registros de las acciones que este pionero del activismo ecológico, precursor del land art y protagonista del arte experimental realizó desde la década de 1960 para advertir sobre la degradación del planeta
Registro de la coloración del Riachuelo, con Greenpeace (2010). El East River (Estados Unidos), el Rin (Alemania) y el Sena (Francia) se cuentan entre otros ríos teñidos de verde por García Uriburu desde la década de 1960 Gentileza Henrique Faria


Denuncia contra la polución


No hubo año más convulsionado en este planeta que 1968. La revueltas estudiantiles de París se extendieron a toda Europa y llegaron a la plaza San Marcos, donde una manifestación fue reprimida por la fuerza pública. Al mismo tiempo se realizaba la 34a Bienal de Venecia, que también estaba en crisis porque se habían suspendido los grandes premios. El 19 de junio, un ágil y treintañero Uriburu comenzó su trabajo por la mañana. Arrojó una sustancia fluorescente a lo largo de unos tres kilómetros del Gran Canal, que se fue transformando paulatinamente en un camino verde surcado por góndolas. La acción se hizo sin pedir permiso a las autoridades municipales; la burocracia era tal que la hubiera abortado. Con esta coloración, el artista denunciaba la polución que estaba transformando el paisaje urbano. No sólo se dirigía a un público "bienalista": turistas y locales vieron la transmutación del agua. Algunos se dieron cuenta de que eso era una acción artística, otros ni lo notaron, y hacia las seis de la tarde ya había desaparecido el efecto de color. En la muestra actual se pueden ver la emblemática fotografía del Gran Canal teñido y otras dos de una acción similar que realizó en el Riachuelo junto con Greenpeace, en 2010.

   
   García Uriburu colorea el Gran Canal en Venecia (1968). Foto: Gentileza Henrique Far

Defensa del agua potable

Tanto la performance como el land art nacieron como formas experimentales y a contracorriente de
 mercado de arte. Sin embargo, el mercado absorbe la "reliquia" (del latín reliquiae, residuos, lo que queda). De las coloraciones se conservan fotos y videos, así como también botellas que contienen agua rescatada de esas acciones. Hay un botellón de 45 cm de alto, con una etiqueta que dice: "Coloración Uriburu, preservemos el agua potable en vías de extinción, reserva para el futuro. 2% del agua mundial es potable". Sigue la fecha (24.12.2000), la firma y la huella del pulgar del artista. Cada botellón, botella o un conjunto de botellas con su caja de madera se venden numerados como si fueran grabados, tabulación que también se aplica a la fotografía y a la escultura. Más de un espectador se ha preguntado si ese agua procede realmente de alguna coloración. En este tipo de arte experimental, la fe es una cuestión vital. Algo semejante sucede en la religión con los restos de Santiago en Compostela o del manto de la Virgen en Chartres: nada acredita que sean verdaderos. Cada botella es un cruce entre el fetichismo del comprador y la necesidad del mercado de absorber aun aquello que se levantó en su contra.

   Objeto: el agua de Venecia se vende embotellada. Foto: Gentileza Henrique Faria


El color de la naturaleza


El verde es el color que ha utilizado García Uriburu en todas las coloraciones de aguas y en la mayor parte de sus pinturas y objetos,incluyendo el mameluco impermeable que usaba para meterse en fuentes. La asociación simbólica del verde con la naturaleza viva es bastante clara. Es el color de las hojas frescas, de la vegetación sana. De una semilla enterrada en la oscuridad de la tierra nace el color verde como señal de una nueva vida que comienza y que a su vez la da a otros seres que la devoran. En la cromoterapia se comprueba que el verde afecta al cuerpo reduciendo la presión sanguínea y tiene un efecto relajante que se usa para combatir el insomnio y la fatiga. El verde se relaciona también con la polaridad de la vida: el moho, el pus y el lodo de las aguas estancadas se asocian con la descomposición y la muerte. La monstruosidad de las brujas y los dinosaurios se asocia con este color, y uno puede estar "verde" de envidia o de celos. En nuestros días, el verde representa la ecología y el respeto por la salud del planeta.


   Escultura: simboliza la muerte del árbol.Foto:Gentileza Henrique Faria


Alerta por la deforestación

                             
Son bien conocidas las consecuencias de la deforestación: calentamiento global, inundación, extinción de flora y fauna, desastres "naturales" provocados por el hombre. En la galería hay una cómoda de la que nacen espinas como las del palo borracho; dos sierras comienzan a cortarla en la parte superior y todo el conjunto está pintado de verde fluorescente. En la serie Víctima y victimario, Uriburu intervino muebles con el mismo método: una sierra, motosierra, serrucho, hacha u otro elemento cortante ataca un mueble con saña, como una manera de recordar que ese mueble alguna vez fue un organismo vivo, víctima de la depredación humana.


Fuenrte: lanacion.com

BUENOS AIRES, ENTRE NUEVA YORK Y BERLÍN:
CAMINAR ES UN ARTE

Crónicas del nuevo milenio
Luis Eduardo Mass
Todd Shalom.
foto: Diego Waldmann
Todd Shalom. foto: Diego Waldmann

En la esquina de Julián Álvarez y Honduras, justo al frente del lugar donde “Robertango y El Oso fundaron Palermo Sentimental”, hay un hueco en el asfalto torpemente disimulado con un balde de pintura vacío sobre un trozo mugriento y roñoso de cartón. En la oda a la desidia se yergue una rama seca como de un metro de largo; para muchos una vergüenza, para otros es la forma de prevenir un accidente; para Todd Shalom (39) es un ready made digno de Marcel Duchamp. 
“Buenos Aires es una ciudad en donde el caos y la organización están en constante diálogo”, dice el artista neoyorquino. Esa feroz dualidad es el motivo por el que eligió Capital Federal para escribir su primer libro. Aún sin título, la publicación será escrita a mano zurda y hablará sobre ElasticCity, el colectivo que fundó hace cinco años y que se ha encargado de instaurar el concepto de los “recorridos participativos” en Estados Unidos. Al ver a Shalom, con su andar descontracturado y su mirada inquietante de ojos grandes, lo que menos uno piensa es que haya estudiado Business en la universidad de Boston durante dos años; de hecho, él sigue pensando que fue una pérdida de tiempo. Por eso, en 2005 se inscribió en la Universidad de Arte de California, en el Programa de Escritores de Poesía Moderna. Sin embargo, como todo artista, Shalom estaba en constante búsqueda de su identidad expresiva fuera de los cánones académicos. Un día, cuando salía de una de sus clases se topó con un artículo de “ecología acústica” del compositor de música contemporánea Robert Ashley. Luego de leer esa revista, Shalom se dedicó a estudiar el ambiente a través del sonidoespacio en el arte, hasta llevarlo a lo tangible, involucrando al espectador en la obra misma. El camino que recorrió para concretar sus ideas lo llevó a descubrir novedosos medios técnicos y teóricos que hicieron posible ver materializado ese nuevo arte: los recorridos participativos, que serían la bandera del colectivo que fundaría 5 años más tarde.
En ese tiempo, escuchó a David Bowie y estudió el trabajo de Yoko Ono; coqueteó con el concepto de lo lúdico como hizo Gadamer en su libro “La actualidad de lo bello”, como quien entiende que la obra se descifra con la apreciación del espectador cuando éste decide participar en el juego del arte. Shalom incluyó al espectador como eje central del recorrido, extrapolando el valor del mero happening a partir de una premisa: “el tiempo y el espacio dependen de la experiencia del ser humano”, valores que en los desplazamientos están ligados al hombre por una indisoluble estructura geométrica de cuatro dimensiones, que configuran la realidad que conocemos, que percibimos, que recorremos ... la obra: la ciudad.“Escogí trabajar el concepto de los recorridos porque no es pretencioso. Casi todos pueden hacerlo y permite que, sin darse cuenta, la gente se involucre, sea vulnerable a la sensibilidad de la ciudad. Por ejemplo, en las instalaciones es difícil lograr que la gente dé el primer paso e interaccione con la propuesta. Con los recorridos ese primer paso ya está dado, incluso si te ‘pierdes’ en el trayecto, es parte de la experiencia”, explica. Cuando uno transita caminos desconocidos es común perderse, sí, pero en medio de esa confusión, quizás hasta por el mismo instinto de supervivencia, se logra aprender del entorno y volver a la senda. “Cuando tenía 18 años me perdí en Amsterdam. Me maravillaron las luces, los sonidos, los olores. Desde entonces creo que hay que perderse más por las ciudades. Cuando nos perdemos nos volvemos niños, pero eso, lo desconocido, nos permite recuperar ese espacio lúdico.”Ese juego del que habla Shalom está presente como un lenguaje inteligible en las dinámicas propias de cada ciudad. “Por eso, también, Buenos Aires es muy especial para mí; es una ciudad que habla constantemente”. La primera vez que Shalom pisó Buenos Aires, en 2007, aunque no se perdió físicamente, su mente viajó por todos lados. “Hay una palabra francesa que creo que define la sensación que me provoca Buenos Aires: grandeur (grandeza). Es una ciudad gigante, en la que todavía hoy se puede sentir la particularidad de eso que llaman ‘barrio’. Camino sus calles y veo miles de ready mades, veo en cada persona que me cruzo a una familia detrás. Abrazan sin miedo, besan sin miedo, se tocan sin miedo. Buenos Aires es una versión más amigable de Nueva York. Muchos artistas van a Berlín a experimentar y vivir el arte; Buenos Aires es mi Berlín.”Ese año el artista trabajó un recorrido sonoro con la galería Appetite, en colaboración con la curadora Daniela Luna. Luego de trabajar con artistas locales, con rituales urbanos, instalaciones y performances que combinaban la poesía visual, con el sonido y la participación del espectador, vuelve a Nueva York en octubre de 2008 con la idea firme de fundar su propia ONG. “El nombre de ElasticCity nace de la posibilidad de elongar el concepto primario de la elasticidad (en inglés elasticity), de los límites flexibles de la realidad hasta llevarlo a la ciudad (en inglés city)”. Desde el 2010 hasta hoy, ElasticCity ha producido más de 130 recorridos participativos, charlas, performance e instalaciones en colaboración con más de 100 artistas. A ninguna de estas performance han asistido los padres de Shalom, ni siquiera a la del 2013, cuando logró realizar en el Museo de Arte Moderno de Nueva York una exploración privada de los espacios del museo mientras se exhibía la colección de René Magritte. Sombrero de bombín en mano, a lo Chaplin, el artista organizó dentro del MoMa espacios para dibujar con técnicas surrealistas; los participantes, además, “escalaron” el suelo y gritaron en silencio bajo la premisa de: “Esto no es un paseo turístico”.Los recorridos de Shalom engañan, enamoran, enternecen como lo hace su acento cuando intenta hablar español, y, aún cuando no son para nada contemplativas, fascinan como la luz de la bombilla a la luciérnaga. Percepciones espaciales, temporales, emocionales y energéticas, que introducen el elemento del movimiento dentro de la lectura de la obra misma: caminar las calles porteñas. Alguna vez el filósofo Immanuel Kant propuso que nuestro conocimiento del exterior dependía de nuestras formas de percepción. Probablemente nunca hubiera imaginado que los sentidos –tacto, vista, olfato, gusto y audición- hoy serían más que sólo herramientas para registrar nuestro mundo y que se convertirían en medios para comunicar expresiones artísticas contemporáneas. En noviembre del año pasado, en colaboración con el Centro de Investigación Artística (CIA), Shalom organizó el primer “recorrido participativo” en Buenos Aires, donde se exploraron los límites de la sensorialidad transformando a la audiencia pasiva en participantes activos; un intercambio constante con los lugares donde se vive y que se visitan para completar la obra solo cuando el espectador “la siente”.Para Shalom, hay que “caminar la ciudad” no desde la introspección, sino “desde nuestra consciencia con nuestro entorno”, extrapolando el valor de lo cotidiano a través de los sentidos. Cada uno de sus trayectos apuntan a explorar la confianza grupal y, a partir de consolidarla, establecer una simbiosis emocional (alegría, vergüenza, rabia, miedo, tristeza, indignación, melancolía) con la ciudad y sus espacios. Ese vínculo es el que tiene hoy el artista con esta ciudad, con su gente, con los besos porteños y con los ready made que son más que dadaísmo urbano; son la expresión de la dinámica voraz que es Buenos Aires. Su libro nacerá en Buenos Aires, porque aquí nació la idea de ElasticCity. Para el neoyorquino esta es su casa, en la que sus “padres porteños”, Lolo, Lauti y Fernanda, nunca han dejado de asistir a sus convocatorias. Aquí, en las calles de Buenos Aires, está su “love affair”, su grandeur, su Berlín.

Fuente: clarin.com

LA VOCACIÓN DE DAR UN PASO MÁS CON LA MIRADA:
MARCOS LÓPEZ Y FACUNDO DE ZUVIRÍA


Contrapunto.  Los dos fotógrafos, que exponen juntos por primera vez, recorren las tensiones que hoy atraviesan la fotografía: la relación con el mercado y con el mundo del arte, y el espíritu de revelación que la tecnología no puede reemplazar.
Marcos López y Facundo de Zuviría
   Marcos López y Facundo de Zuviría. Foto: LA NACIÓN / Hernán Zenteno             

Daniel Merle


Pertenecen a una misma generación. Se conocen desde que tenían veinte años. Uno, porteño. El otro, de un pueblito de Santa Fe. Amigos desde hace mucho tiempo, son el agua y el aceite. Facundo de Zuviría hizo desde sus inicios fotografía directa y continúa trabajando de esa manera. Marcos López fue evolucionando hacia la manipulación digital y atravesando otras disciplinas artísticas. El primero se llama a sí mismo simplemente fotógrafo. El segundo, artista visual. Florencia Giordana Braun, directora de Rolf Art, los conovocó para poner en evidencia estas aparentes contradicciones en una temática que los une: la ciudad, en una muestra que se puede visitar hasta el miércoles próximo. Aquí, un diálogo en el que ponen a prueba las tensiones de una amistad personal y artística entrañable.

LN: -Cuando piensan las ciudades desde la práctica de la fotografía, ¿creen que posible todavía el artista flâneur? ¿O la fotografía como arte hoy parte siempre de un concepto previo?

ML: -El arte actual es el criador de gallinas que se come la gallina con los huevos de oro adentro. El arte contemporáneo está inventando de qué subsistir y cómo llamar la atención. Facundo y yo somos dos sobrevivientes. Náufragos agarrados en la balsa. Y por eso creo que esta muestra, simple y pequeña, ha tenido un cierto interés. Soy un escéptico, pero estas imágenes tienen algo de nostálgico, un pequeño señalamiento urbano sin pretensiones; casi intrascendentes y a la vez cargadas de sentido. Cuando estas fotos fueron hechas no había mercado del arte. Facundo debe de ser el fotógrafo con más vocación de flâneur que conozco. Ahora no podés ser flâneur porque te pegan un palo en la nuca y te roban. Las ciudades se han convertido en un espacio absolutamente inhóspito. Son ciudades salvajes. ¿Qué me dice esta muestra? Nosotros ya estamos grandes. Estas fotos están hechas con película. Yo pacté con el diablo y me fui hacia lo digital hace tiempo. Me enterré en las arenas movedizas de lo digital, haciendo collages digitales que hasta a mí me parecen horribles. Como un asmático buscando el oxígeno, me fui hacia otras disciplinas, hacia la pintura, hacia el cine, y esta muestra con Facundo me hace reconciliar con la fotografía directa.

FZ: -Yo me siento un flâneur. No tengo una idea exacta de lo que voy a hacer. Lo que busco son esas cosas que me causan alguna emoción, y eso tiene que ver con una mirada romántica, la búsqueda de algo perdido. Más que nostalgia mi intención es encontrar algo que ni siguiera existió cuando yo era chico. Es como buscar una referencia anterior a mi propio pasado. Y descubrir en ese objeto algo poético que se enciende en ese encuentro. Yo camino con mi cámara todos los días de mi vida. Es una cámara chiquita, digital, de muy buena calidad. Me encanta caminar. Y cuando voy a algún lugar, siempre voy por un camino pero vuelvo por otro. Y si puedo hacer un desvío, lo hago para conocer algo más, porque eso me da la oportunidad de seguir recorriendo la ciudad.


LN: -Es coincidente en ambas series de fotos la ausencia de seres humanos. ¿El hombre ha dejado de ser protagonista en las ciudades?


FZ: -Tanto en las fotos de Marcos como en las mías la presencia de lo humano está reflejada en los productos hechos por el hombre. Son las manifestaciones de la cultura vernácula. Las fachadas, las gráficas de las vidrieras, los maniquíes. Todo eso habla de nuestro tiempo y de nuestra cultura. En mi caso, la figura humana está mediatizada, porque aparece en fotos en la calle que a su vez yo fotografío.
ML: -Las ciudades se han convertido en lugares salvajes con gente que se manda mensajes por teléfonos celulares. Creo que la cultura está en un cambio estrepitoso, provocado por la inmediatez comunicacional. Yo ya no fotografío con cámara. Sigo observando la ciudad, filmo con el iPhone, escribo y lo subo a Facebook o a Instagram. Me convertí en un adicto a la comunicación espontánea, que me genera más insatisfacción. El otro día escribí que una de las alegrías más grandes que tuve últimamente fue haberme comprado el iPhone 6.
FZ: -Hace años habías dicho que estabas muy feliz cuando compraste tu primera iMac.
ML: -Me acuerdo de Pedro Meyer, que fue el primero que tuvo Mac, el primero en usar Photoshop, en mezclar imágenes, el máximo adicto a las nuevas tecnologías. Hoy es tan fuerte ese magnetismo que ya no hay distinciones estéticas ni económicas ni sociales. Todo el mundo está con la maquinita. Nosotros somos unos profesionales de eso. Aunque Facundo es una especie de dandi que no se junta con el populacho. Es como un Bioy, por lo elegante, claro.
FZ: -Pero yo ando en colectivo y vos no. Ni siquiera tomo taxis. Yo miro lo popular urbano. Es cierto que lo mío no es la marginalidad. No me interesa. Tampoco el lujo o la riqueza. Mi mirada está centrada en la clase media urbana.
ML: -Facundo mira con amor y ternura. Se ve un optimismo y un espíritu de reconciliación en sus fotos. Mi mirada es más "trago amargo".
LN: -¿Conocen algún antecedente de este tipo de diálogo entre dos artistas de la fotografía en una misma exhibición?
FZ: -Yo hice un libro con Coppola (Horacio), pero no había diálogo. Ahí había dos obras que dialogaban, pero el resto no. Por un lado Coppola y por otro, yo. Esta idea de la muestra se le ocurrió a Florencia (Girodana Braun, directora de Rolf Art), y nos invitó a los dos. De golpe nos dijimos: ¿cómo no se nos ocurrió? Porque hace años que somos muy amigos.
ML: -El componente mayor de este diálogo es afectivo. Para mí es un shock histórico de mi propia relación con Buenos Aires. Es la historia de mi vida: el provinciano que viene a la gran ciudad para ser fotógrafo. Casualmente, al primer fotógrafo que conocí al llegar fue Facundo, en un curso de diseño que hice en el Centro Ghiesso. Me interesa seguir conservando ese provincianismo porque mi obra se nutre de ese personaje. Necesito no perderlo porque vivo de eso. Pero voy dos días a Santa Fe y ¡salgo corriendo! Yo me quiero convertir en artista contemporáneo, cineasta, actor, performer, top showman. Y viene Facundo y me dice: "Dejate de joder que vos sos fotógrafo". No sé si a Facundo le gusta que le digan artista.
FZ: -Yo soy fotógrafo. Soy artista genéricamente, pero me defino como fotógrafo. Y creo que Marcos es fotógrafo.
LN: -¿Cuál es el estado del arte de la fotografía en la Argentina?
ML: -Pienso que hay demasiadas fotos. Son aburridísimas. Yo casi no miro fotos de otros, ni me interesan mucho las que hacen los jóvenes. Ya no hay más qué fotografiar. El otro día les dije a mis alumnos: el mundo no necesita más fotógrafos, necesita gente que se ponga a pensar en la ética, la política, en cómo combatir los virus.
FZ: -Yo no pienso así. Encuentro fotos que me interesan. Pero veo un exceso de preocupación por trascender en todos los fotógrafos jóvenes y eso es simplemente pifiar el camino. Es olvidarte de lo importante por la ambición de "llegar", y no se sabe adónde llegar. Te perdés. Lo veo como algo equivocado y preocupante. La fotografía debería ser un campo de absoluta libertad para encontrarte con la posibilidad de algo que tenga sentido para uno. No hay que pensar tanto en la carrera.
ML: -Me encontré en la inauguración de FoLa (Fototeca Latinoamericana) con un chico joven que me preguntó: "¿Tenés algún consejo para darme?". Yo le contesté secamente: "No doy consejos". Llegué a mi casa con una angustia tremenda y escribí un texto en Facebook en que le pedía disculpas a ese joven. El texto se viralizó hasta que él lo encontró. A través de la palabra y de los mismos medios digitales que yo critico (esa inmediatez suicida), logré una ternura y un diálogo con ese chico que me agradeció por responderle.
LN: -¿Qué relación hay entre fotografía y política hoy en Argentina?
FZ: -Si yo hablo de mis fotos, no creo que sean fotografías políticas. Tengo una idea política y una afiliación a un partido. Me considero progresista, pero no me siento identificado con ningún político ni con ningún gobierno. Mi fotografía es mi relación directa con el mundo. Puede considerarse política mi serie "Siesta argentina", pero no en un sentido partidario. Fue una reflexión sobre un trauma tremendo que nos sucedió en la crisis de 2001-2002. Fue una reflexión poética, una metáfora sobre ese conflicto. Fue mi respuesta a esa situación que para mí fue muy angustiante también.
ML: -Facundo es un "señalador minimalista". Señala pequeños espacios de armonía urbana como refugios. Esa vocación suya por la arquitectura, el modernismo, la tipografía. Busca con sus fotos una energía positiva. Quiere reconciliarse con el hecho de vivir. Es un optimista. Yo soy artista a pesar de mí, como un enfermo de asma que busca el Ventolín. Mi fotografía sí es política. Pero el artista tiene que ser independiente. Nunca me gustaron los artistas partidarios. El artista necesita una independencia poética y crítica para encontrar su rol en la sociedad. Cuando publico en Instagram o Facebook estoy reflexionando acerca del soporte y sobre el contexto político y socioeconómico desde donde estoy opinando, todo al mismo tiempo.
LN: -La idea de pieza única, o serie limitada, ¿no es contraria a la esencia de la técnica fotográfica? ¿Cómo manejan en sus carreras esta contradicción?
ML: -Es un invento del mercado del arte para satisfacer al señor Pirulo que quiere "una de siete, una de ocho, y así". Yo acepto esas reglas sin creerlas, sólo para ser parte del mercado del arte. Acepto una regla en la que no creo, que es este fetiche del objeto único. El mundo es así.
FZ: -Yo adhiero plenamente a lo que dice Marcos. Uno acepta reglas en las que no cree y que no tienen mayor sentido. Las fotografías debieran ser simplemente reproducibles. En todo caso deben tener más valor aquellas que hiciste hace treinta años que las que hiciste recién.
ML: -Es verdad que una foto de hace treinta años hecha en papel químico tiene una energía en el objeto.
FZ: -¿Pero sabés por qué sucede eso? Porque en el momento en que las hicimos nadie las compraba. No había mercado. Entonces hacías una copia para vos. Eventualmente hacías una copia más si te invitaban a una muestra grupal. Y luego tal vez una tercera copia que le regalabas a un amigo para el cumpleaños. Y eso era todo. Esas copias tienen ahora el aura del momento en que las hiciste y además, uno no hacía una serie. No pensabas como ahora.
ML: -Me interesa la fotografía como modo de reflexión sobre mi paso por esta vida. Lo demás es cartón pintado. Que se arreglen los galeristas, no es mi problema. Hago ediciones numeradas, pero a mí me importa un paso anterior, o paralelo, que es la mirada, la luz, la poética.
FZ: -Una cosa es la imagen y otra es el objeto. Creo que el objeto, fotografías que uno hace personalmente, tiene una carga energética diferente que la imagen que vos mandás a imprimir en "chorro de tinta". Hay una diferencia de energía.
LN: -Alguien dijo que el arte está bueno para admirar en los museos, pero que colgado en la pared de una casa es más un trasto que otra cosa. ¿Qué opinan?
ML: -Mi obra está igual en Facebook que en un mural de 80 metros frente al Obelisco, que en una revista, que en una casa. A mí me gusta que mi foto del Asado en Mendiolaza esté en el Museo Reina Sofía porque es una caricia al ego. No al bolsillo, porque si hay algo que no gané con el arte es plata. Me siento un comunicador social compulsivo. Es casi un defecto esta necesidad de estar comunicando todo el tiempo mis sentimientos. No descanso de mi oficio, que es la reflexión visual poética. Desde los 18 años, cuando descubrí la fotografía, no paré.
FZ: -Yo hago las fotos para mí. Y aun si nadie las comprara o ningún museo las legitimara, haría lo mismo que hago ahora. Porque es una manera de entender el mundo, una forma de coleccionar el mundo. Me encanta que mi obra esté en museos, pero no es la finalidad. Por otra parte, las pocas obras de otros las tengo colgadas en casa (incluso algunas de Marcos), las disfruto, muchas veces porque me recuerdan momentos gratos.
LN- ¿Podrá ser el mercado del arte el lugar donde muera la fotografía como la entendemos hoy?
ML: -El mercado no es la muerte de la fotografía. Creo que los cambios en la imagen son absolutamente vertiginosos y no me importa pensar en eso. Me interesa más pensar de qué voy a vivir los próximos diez años, que les voy a dejar las fotos firmadas a mis hijos, que me tengo que acordar de firmarlas antes de morirme. Ahí termina mi preocupación. El mercado no me importa más allá de que vivo de eso. No me interesa el mundo del arte como tal.
FZ: -Sí, yo creo que tampoco tengo en cuenta el mercado para producir nada de lo que hice. Ahora, si el mercado te sirve para vivir de tu propia obra, me parece que está buenísimo. No hay que hacer nunca una obra pensando en el mercado.
ML: -Nosotros nos formamos en los años 80 con esa idea. Me viene la imagen de Liliana Maresca, Facundo, Grossman, Oscar Pintor. Hacíamos las fotos en papel plata gelatina y las mandábamos a los diarios como fotos de prensa. Ahora esas fotos tendrían valor vintage. No había valor de mercado. Era el interés y la vocación total de tratar de dar un paso más con la mirada. De opinar en forma poética. Cuando yo me di cuenta de que vivía del arte, empezó a ser un problema. Me llaman los galeristas: "Marchen cuatro patos de goma para la feria de ARCO".
FZ: -Creo que el tema de por qué uno hace fotografía es un camino personal de conocimiento. Si te desvías de eso y lo convertís en un simple hecho comercial, estás saliéndote del camino adecuado. Cuanto menos pienses en eso, mejor será para tu obra.
ML: -Lo artístico va más allá de mi mismo. Yo puedo hacer una obra para ganar plata pero siempre habrá un error, un subtexto, una poética de mi neurosis que estará presente. Lo único que pienso es cómo pagar el colegio de mis hijos. Artista ya soy.
FZ: -De hecho toda mi vida, y creo que Marcos también, hice trabajos por encargo. Esas fotos no las firmo jamás.
ML: -Yo firmo todo.

Marcos López: 
artista visual, crítico y usuario de la Web

Ha representado a la Argentina en bienales internacionales, su obra -que está en importantes colecciones de distintos países- ha sido catalogada en publicaciones líderes y ha realizado exposiciones individuales y grupales facundo de zuviría

Facundo de Zuviría: 
fotógrafo flâneur y cronista urbano

Galardonado con numerosos premios a su trayectoria (entre ellos, el Salón Nacional para las Artes Visuales y el Konex), acaba de publicar su libro antológico Facundo de Zuviría. Estampas 1982/2015 (Toluca Editions y Ediciones Larivière.

Fuente: lanacion.com

IDEAS QUE INSPIRAN, ELIZABETH LEV: LA CAPILLA SIXTINA REPRESENTA EL GRAN TEATRO DE LA VIDA"


La historiadora del arte norteamericana revela detalles poco conocidos sobre uno de los mayores tesoros del Vaticano que atrae 5 millones de visitantes por año



"Imaginen que están Roma y entran a los museos del Vaticano. Han estado recorriendo largos pasillos, pasan estatuas, frescos, muchas, muchas obras. Se dirigen a la capilla Sixtina. Finalmente un corredor largo, unas escaleras y una puerta. Están en el umbral de la Capilla Sixtina. Entonces ¿qué se imaginan?"
Así comienza su exposición la historiadora del arte norteamerica Elizabeth Lev quien, en diciembre último, introdujo a todos los presentes en una suerte de recorrido virtual por el interior de la Capilla Sixtina. Durante los 17 minutos de la charla, que tuvo lugar en el marco de una jornada TED en Ginebra, Lev desgranó con gran pasión detalles interesantes y poco conocidos acerca de esa obra de arte que deslumbra a 5 millones de personas por año.
"Este edificio comenzó como un espacio para un pequeño grupo de sacerdotes cristianos, educados y adinerados. Allí rezaban y elegían al Papa. ¿Por qué atrae y deleita a tantas personas de diferentes confesiones? Porque en ese espacio pequeño hubo una explosión de creatividad", asegura Lev quien, como ella misma dice en su página web, tiene la fortuna de vivir y trabajar en Roma.
"En la era en que un hombre se atrevía a navegar el Océano Atlántico, Miguel Angel asumió el reto de dibujar nuevas rutas artísticas. También contaría una historia, sin apóstoles, una historia de grandes comienzos, la historia del Génesis", analiza la especialista, quien hace unos veinte años se dedicaba a guiar turistas a través de los tesoros de los museos del Vaticano.
El hecho de que Miguel Angel no fuera originalmente pintor le fue de gran ayuda. "En vez de estar acostumbrado a llenar el espacio con grandes multitudes, era esencialista: contaba su historia a través de cuerpos enormes y dinámicos", agrega. Y de eso se trató esta obra majestuosa, que logró terminar en tres años y medio usando un personal mínimo.
Como quien narra una historia, Lev va recorriendo en su exposición las diferentes escenas de ese gran techo en el que, como ella dice, "sólo hay espacio, estructura y energía, una estructura pintada monumentalmente que se abre en nueve paneles más sujetos a formas estructurales que a colores pictóricos".
Al ocuparse del momento de la creación, Lev se detiene en la imagen de Dios. "¿Quién esta en su otro brazo? Eva, la primera mujer. No, ella no fue pensada después. Es parte del plan. Siempre ha estado en su mente. Mírenla, tan cercana a Dios que su mano se envuelve en la de él. Y para mí, historiadora estadounidense del siglo XXI, este fue el momento en que la pintura me habló. Porque me di cuenta de que esta representación del drama humano fue siempre acerca de hombres y mujeres", reconoce la historiadora.
"Y estamos entonces en el aquí y el ahora -concluye-. Estamos atrapados en ese espacio, entre comienzos y finales, en la gran, enorme totalidad de la experiencia humana. La Capilla Sixtina nos obliga a mirar alrededor como si fuera un espejo. ¿Quién soy yo en esta pintura? ¿Soy uno del montón? ¿Soy el hombre borracho? ¿Soy el atleta? Conforme dejamos este cielo de gran belleza, nos inspira a plantearnos las grandes cuestiones de la vida: ¿Quién soy yo y qué papel juego en este gran teatro de la vida?


                                     
Fuente: lanacion.com

CINCO ARTISTAS ARGENTINOS QUE QUIEREN SALVAR EL PLANETA



Desde aquel canal de Venecia teñido de verde en 1968 a hoy, varios creadores argentinos enfocaron su obra en la causa ecológica; en el Día Mundial del Agua, cinco casos que confirman la vigencia del tema
   Venecia fue el inicio de una carrera dedicada a la naturaleza: la de García Uriburu
        Venecia fue el inicio de una carrera dedicada a la naturaleza: la de García Uriburu

María Paula Zacharías
  
         

¿Puede el arte salvar el planeta? La obstinación con la que los artistas dedican su obra -y su vida- a esta causa hace pensar que sí. Con acciones en el terreno, recreando la naturaleza, en duras expediciones o a golpe de imaginación, los artistas propalan el mensaje de los ambientalistas de las más bellas maneras.
Pionero en esto es Nicolás García Uriburu. Nadie hablaba de calentamiento global cuando él, en 1968, tiñó de verde los canales de Venecia para despertar la conciencia del mundo. "El arte no tiene más lugar fuera de la naturaleza: su lugar es dentro de la naturaleza", decía su Manifiesto, de 1973, que junto con otras piezas memorables integra la exhibición que pone en primer plano su perfil de militante ecológico en la galería Henrique Faria (Libertad 1628). Usando un pigmento fluorescente que toma su característico color verde al contacto con microorganismos del agua, Uriburu dejó su marca también en el Sena, el East River de Nueva York y en el Riachuelo, donde, en 2010, se unió a Greenpeace para denunciar su polución crónica. Coloreó su cuerpo, mapas, objetos y realizó exquisitas pinturas.
"Como artista siempre estoy tratando de salvar al mundo, pero si fuera ingeniero lo salvaría de otra manera. Hay que hacer lo más posible por la naturaleza", dice, incansable. "No conozco gente que haya tratado el tema más temprano que yo. Le dediqué mi vida. Soy un artista comprometido con esta causa. Ahora hay una conciencia más grande, pero para muchos es una moda", afirma. Su obra sigue teniendo plena vigencia: "Lamentablemente. Cosas que pensábamos que no íbamos a ver ya están pasando. Todo va más rápido de lo que creíamos".
"El arte no puede salvar al mundo, pero sí puede mostrarle al mundo lo que hay que salvar", dice la artista local Matilde Marín. Comenzó a hacerlo en 2008, con paisajes, y en junio mostrará otro capítulo en la Galería Patricia Ready de Santiago de Chile: una serie de fotos de pequeñas islas que responden a la idea del cuidado de la tierra y el agua. Además de su obra, dirige por tercer año el proyecto Arte y Naturaleza en el Museo de Arte Contemporáneo de Salta (MAC).


Tierra y agua en las fotos de Matilde Marín
Tierra y agua en las fotos de Matilde Marín.

"Tenemos planificado trabajar en Salinas Grandes junto con 21 artistas de la región noroeste en vinculación profunda con el paisaje. Los artistas toman el medio ambiente como límite móvil. Recorriendo el río, caminando sobre la extensión de sal y sus piedras, han tejido un sensible encaje. Un homenaje a la naturaleza que se ha convertido en objeto de cuidado y no sólo de contemplación", cuenta Marín.
Otra artista viajera y ambientalista es Andrea Juan. "El arte puede y debe crear conciencia y sensibilizar porque llega adonde las cifras de los científicos no pueden: a través de los sentidos, a las emociones más profundas y desde allí puede movilizar hacia cambios de conducta", afirma. Su obra de los últimos 12 años está ligada a la Antártida y a cuestiones medioambientales, siempre en busca de formas distintas y poéticas de transmitir la incidencia del cambio climático en ese continente.
Realiza proyecciones, videoinstalaciones, sites specifics y performances que registra en fotografía y video. También creó un programa de arte en el marco de la Dirección Nacional del Antártico. "Un centenar de artistas se acercaron con el ideal de sumar sus proyectos a esta particular red internacional de seres sensibles comprometidos con la utopía de un mundo sostenible", dice. En la plataforma Sur Polar comparten los resultados (www.surpolar.org). Ya tienen un calendario de exposiciones: abril en Bogotá, mayo en Bilbao, junio en Madrid y septiembre en Washington.
Hay una infinidad de artistas haciendo sus aportes. La obra de Alexandra Kehayoglou, por ejemplo, son bosques y caminos tejidos por los que se puede transitar e interactuar. Largas alfombras que evocan los paisajes nativos muchas veces desconocidos. "Mi idea es homenajearlos, agitarlos como bandera. Tejo inyectando amor a la tierra, en el bastidor, con lana, reproduciéndola, con la intención de que le llegue a aquel que atraviesa un sendero, a quien se sienta en un pastizal. Mi idea es que piense en la extinción del mundo natural. Y que se vaya pensando en cambiarlo", plantea.
Caminos tejidos en lana en el taller de Alexandra Kehayoglou
Caminos tejidos en lana en el taller de Alexandra Kehayoglou.

"Me gusta pensar el arte como esa posibilidad de enfrentarte con una realidad ambiental, con un punto de vista, ubicarte en ese simulacro del fin del mundo. Me parece que le hace bien al artista trabajar así. Con una misión que está por fuera de la obra y del artista, todo se vuelve más real y más poderoso", analiza.
Marcos Acosta es otro convencido. Pinta ciudades amenazadas por catástrofes naturales o paisajes tapados por la sombra de edificios, que mostrará a fin de mes en una exposición en el Museo Caraffa en Córdoba. Vive entre esas dos pesadillas, y las pinta una y otra vez. "Tal vez el arte sea uno de los pocos medios por los que podemos aspirar a salvarnos. El verdadero arte permite ver. Y sin dudas el camino es ése: poder ver lo que tenemos y tuvimos para amarlo, detenernos y reconstruir."


Expresiones en la Antártida, de Andrea Juan
     Expresiones en la Antártida, de Andrea Juan.

  Energía solar para África

En el mundo, Olafour Eliasson es el "artista climático" del momento. Danés radicado en Berlín, su forma de poner la lupa en las urgencias del planeta es mediante megainstalaciones de luz y agua que replican fenómenos atmosféricos: un sol que brilla dentro de la Tate de Londres, cascadas que caen desde edificios al río Hudson, en Nueva York, y túneles de niebla y de arco iris para recorrer en su país, entre otras maravillas.
Su proyecto Little sun (www.littlesun.com) va más allá del arte: lleva distribuidas 170.000 lámparas que funcionan con energía solar en áreas de África sin red de electricidad.
En el Palacio de Versalles se espera con ansiedad su próxima presentación. "El planeta me inspira, pero más la gente: La tensión cultura y naturaleza, a veces de manera crítica, a veces en forma positiva", dijo a LA NACIÓN

Fuente: lanacion.com

CREAN OBRAS CON IMPRESORAS 3D PARA RECUPERAR ESCULTURAS DESTRUIDAS POR EL ESTADO ISLÁMICO


   En una investigación que involucró a estudiantes, arqueólogos y diversos          
   especialistas, artista Morehshin Allahyari logró recrear diversos objetos y estatuas que habían sido
   destrozadas por el grupo terrorista en Mosul, Irak
La artista Morehshin Allahyari reconstruyó con una impresora 3D las obras que fueron destruídas por Estado Islámico en 2015. Foto: Gentileza Morehshin Allahyari


   El proceso de reconstrucción involucró a estudiantes, investigadores, arqueólogos y hasta ex empleados
   del Museo Histórico de Mosul, Irak. Foto: Gentileza Morehshin Allahyari


  El proceso de reconstrucción involucró a estudiantes, investigadores, arqueólogos y hasta ex empleados
 
del Museo Histórico de Mosul, Irak. Foto: Gentileza Morehshin Allahyari

   El proceso de reconstrucción involucró a estudiantes, investigadores, arqueólogos y hasta ex
   empleados 
del Museo Histórico de Mosul, Irak. Foto: Gentileza Morehshin Allahyari
En el interior de cada obra la artista introdujo un pendrive con la información de la obra. Foto: Gentileza Morehshin Allahyari

Para recuperar una serie de obras históricas que fueron destruídas por el Estado Islámico el año pasado, la artista Morehshin Allahyari apeló a tecnología de las impresoras 3D. 

"Es un proyecto que combina el arte con el activismo", dijo la artista, una iraní radicada en Estados Unidos. El proceso más complicado de la reconstrucción estuvo en la recolección de información sobre las obras dañadas o destruidas. La investigación se enfocó en estatuas del período romano de la ciudad de Hatra y objetos asirios de Nínive, en Irak, e involucró a arqueólogos, historiadores, estudiantes de arte de Irán, Iraq, Estados Unidos y de Europa, y también contó con el aporte de ex empleados del Museo Histórico de Mosul, cuyas obras fueron destruIdas por militantes del grupo terrorista en 2015 . "Con las obras impresas, siento que es una respuesta a la destrucción, en un acto político de resistencia", agregó Allahyari. Cada una de las obras alberga en su interior una memoria USB, que ofrece información de la obra en textos, imágenes y videos. A su vez, todo este material sobre cada una de las obras exhibidas en la galería Trinity Square Video de Toronto, Canadá, está disponible para su descarga desde la Web, y la artista planea liberar pronto los archivos necesarios para crear las obras con una impresora 3D.



Fuente: lanacion.com.ar