ARTE EN ESCENA: PUNTO DE ENCUENTRO

La muestra que reúne en Fundación Proa obras del museo Maxxi de Roma es un buen ejemplo de los cruces de disciplinas que proponen las instituciones y los artistas contemporáneos
Madre (2000), registro de una performance presentada por Maurizio Cattelan en 1999 en la Bienal de Venecia. Un faquir era enterrado en la arena y sólo quedaban fuera sus manos unidas
     Madre (2000), registro de una performance presentada por Maurizio Cattelan en 1999 en la Bienal de Venecia. Un faquir era enterrado
     en la arena y sólo quedaban fuera sus manos unidas.Foto:Gentileza Fundación Proa


  Celina Chatruc

Un 
teatro que flota sobre una góndola en los canales de Venecia. Un escenario virtual en el cual nos paramos como protagonistas, bajo los flashes de las fotos tomadas por el público. Un artista que se fotografía a sí mismo mientras interpreta a personajes de la historia del arte y de la Antigüedad. Son algunas de las principales obras de Arte en escena, la muestra actual en Fundación Proa,
que reúne parte de la colección del Museo de Arte del Siglo XXI (Maxxi), con sede en Roma. Una de ellas, de los rusos Ilya y Emilia Kabakov, lleva un título que parece sintetizar toda la exposición: ¿Dónde está nuestro lugar?El museo como escenario, el rol del artista como actor y las referencias a la literatura abundan en esta exposición, curada por Anna Mattirolo, que propone múltiples cruces interdisciplinarios para repensar la función de las instituciones en un mundo abrumado por la velocidad de los cambios.
     ¿Dónde está nuestro lugar?, de Ilya y Emilia Kabakov (2003).Foto:Santiago Cichero/AFV 


Entre ellos, el que impone a Europa el flujo de la inmigración. No parece casual que Mattirolo haya elegido inspirarse en los museos creados en la Argentina por los constructores llegados desde Italia, que funcionaron como puentes simbólicos para las historias que provenían de Europa.
Ahora, un telón abierto invita a atravesar ese pasaje que permite llegar en segundos desde el puerto de La Boca hasta los canales de Venecia, escenario de la obra El teatro del mundo, de Aldo Rossi. Se trata del registro fotográfico de la instalación que el italiano presentó en la Bienal de Arquitectura de 1980: un teatro flotante, ambulante y efímero, con ventanas que vinculan el interior con el cambiante contexto.
La necesidad de abandonar el modelo de "caja blanca" para recrearse como espacios abiertos e interdisciplinarios es uno de los principales desafíos de los museos hoy, sostiene Mattirolo. Un cambio de rol que también incide sobre el público y los artistas, como bien reflejan las obras que siguen a continuación.


Estatua (figura reclinada), de Gino De Dominicis (1979) Gentileza Fundación Proa
  Estatua (figura reclinada), de Gino De Dominicis (1979).Foto:Gentileza Fundación Proa

Grazia Toderi nos ubica con su videoinstalación en el centro del escenario del Teatro Massimo, en la ciudad de Palermo. Bajo el centelleo hipnótico de los flashes de las cámaras que nos impiden ver quién toma las fotos, podemos reflexionar también sobre cuánto cambió en los últimos años el rol del público. En la era de las redes sociales, todos podemos ser a la vez actores, espectadores, críticos y curadores.
El artista, por supuesto, es parte de esa metamorfosis. En 1975, tal como haría décadas más tarde su colega rosarina Nicola Costantino, Luigi Ontani presentó Las horas en la galería romana L'Attico: son 24 fotografías en las que juega como actor y director de su propia obra, al interpretar personajes como Narciso, Dante o San Sebastián.
   Obra de Gilbert & George (1971). Foto:Gentileza Fundación Proa


Múltiples lenguajes

Así como las disciplinas se cruzan en el espacio del museo y en el taller de los artistas, las propias obras apelan cada vez más a la intertextualidad. El cine, el teatro y la TV se encuentran en El beso. ¡Juguemos a Dinastía!, videoinstalación de Francesco Vezzoli que se exhibe enmarcada como una pintura. Así se cruzan referencias a la películaGrupo de familia, de Luchino Visconti, y a la famosa serie estadounidense de los años 80. Yan Pei-Ming también se apropia de imágenes de la cultura popular para crear enormes pinturas con dramáticas pinceladas al estilo de Francis Bacon.La conciencia de Zeno, novela de Italo Svevo publicada en 1923, inspira otra videoinstalación realizada por William Kentridge ochenta años después con filmaciones documentales, dibujos en carbonilla, teatro de sombras y música de ópera. Y Estatua (figura reclinada), de Gino de Dominicis -definido por Mattirolo como un "pintor, escultor, performer e intelectual muy importante"-, invita a imaginar el cuerpo ausente de una mujer a partir de su sombrero y sus sandalias. El relato curatorial relaciona la obra con una cita del poeta portugués Fernando Pessoa: "Morir es sólo dejar de ser visto".Aún más lejos llega la relación de esta muestra con otras artes gracias al proyecto Cremaster, conjunto de cinco películas de Matthew Barney, artista que une en su trabajo cine, fotografía, dibujo y escultura. Se proyectarán en el marco del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires (Bafici) los sábados 16 y 30 de abril, en el auditorio de Fundación Proa.



                                               

Obra en tiempo real

Esta muestra es también una buena oportunidad para ver valiosos registros deperformances, como la de Gilbert y George en la galería neoyorquina Sonnabend, en 1971. Junto a imponentes dibujos en carbonilla sobre papel traídos por el Maxxi, que sirvieron entonces como telón de fondo mientras la famosa pareja de artistas británicos simulaba ser una escultura metálica en medio de la sala, se exhibe un video aportado por Fundación Proa que muestra aquella acción.Casi tres décadas más tarde, en la Bienal de Venecia, Maurizio Cattelan le encargó a un faquir indio que se enterrara durante horas bajo la arena. Sólo sus manos en posición de plegaria quedaban a la vista. El registro fotográfico de esa performance se incluye en Arte en escena acompañado por la siguiente leyenda: "Como en los reality showstelevisivos de la actualidad, la obra sucedió en tiempo real. Subyacen las preguntas sobre el arte y los límites imprecisos en arte-espectáculo, y cuestiones existenciales como la madre, la tierra, la plegaria, la fragilidad y la muerte".



EL MAXXI. La arquitecta angloiraquí Zaha Hadid, fallecida días atrás, ganó el premio RIBA Stirling por su proyecto para este museo.
EL MAXXI. La arquitecta angloiraquí Zaha Hadid, fallecida días atrás, ganó el premio RIBA Stirling por su proyecto para este museo..Foto:Paul Raftery/Corbis

Quiso el destino que esta fotografía funcionara como un triste presagio. Días atrás falleció Zaha Hadid, autora del proyecto del Maxxi, que ganó el codiciado premio RIBA Stirling. La arquitecta angloiraquí convirtió un antiguo complejo militar, ubicado en el barrio romano de Flaminio, en una usina cultural multidisciplinaria de 27.000 metros cuadrados.
Desde su inauguración, en 2010, el Maxxi se centró en la innovación, la experimentación y el diálogo entre las artes visuales y la arquitectura. Tiene una colección de unas 400 obras de artistas de todo el mundo, realizadas durante las últimas cinco décadas, y un archivo con más de 5000 documentos producidos por 60 arquitectos desde el siglo XX.
Allí se exhiben en estos días obras del grupo Mondongo, una pareja de jóvenes argentinos, que ya pasaron por el Museo de Bellas Artes de Houston y el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Una prueba más de que los puentes culturales, tal como demuestra Arte en escena, son cada vez más sólidos.

Fuente: lanacion.com

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