LA CINEASTA
QUE CADA MAÑANA VISITA LA TUMBA DE JORGE LUIS BORGES

A 30 años de su muerte

La documentalista Ana Simon todavía hoy encuentra cartas y mensajes emocionados dirigidos al escritor argentino.
Ana Simon en la tumba de Borges en Ginebra


Susana Reinoso


Cada tarde de sábado, la cineasta rumano-suiza Ana Simon, de 78 años, recorre la distancia entre su casa, ubicada en la ciudad vieja de Ginebra, y el cementerio de los reyes Plainpalais, para dejar flores en las tumbas de Jorge Luis Borges, de Alberto y Aurora Ginastera, y de Francois Simon (su marido y gran amor). Al salir también las deposita en la lápida sencilla de Sophie y Fedor Dostovieski. Ese ritual se repite en primavera y verano. En invierno, cuando las temperaturas bajan de cero grado, esta dama de aspecto etéreo deja ramas con hojas verdes y quita la escarcha de las sepulturas que le son familiares.
Gran amiga de Aurora Ginastera y del compositor argentino, Ana Simon realizó el documental
 La Ginebra de Borges para el centenario del nacimiento del autor de El Aleph, cuyos 30 años de muerte se cumplen el próximo 14 de junio. “Pensé en el documental luego de ver muy triste a María Kodama”, cuenta Ana a Clarín.
El trabajo de la documentalista es una biografía íntima, con testimonios de Borges y Kodama, en el escenario de la ciudad vieja que el argentino eligió para morir. Hay en la Grande Rue una placa que honra su nombre. Ginebra expande su belleza sin artificios en el documental, mientras la inolvidable voz en off de Jeanne Moreau, también amiga de Ana Simon, lee poemas de Borges.
En la película, Kodama cuenta que poco antes de morir, en su piso del número 28 de la Grande Rue, muy cerca de la casa de Ana Simon, Borges y Marguerite Yourcenar dialogaron sobre el laberinto.
Al calvinista cementerio de Plainpalais se “ingresa” por votación y sólo llegan allí los restos de quienes hicieron aportes sustanciales a la cultura. Entre árboles antiquísimos y sepulcros despojados, todos con estrictas medidas físicas, la lápida de Borges tiene el número 735 y, como mucho se ha escrito, en el frente donde se ven los siete guerreros con espadas rotas, hay una frase del poema “La batalla de Maldon”: “y que no temieran” (“And ne forhtedon na”).
Viuda de François Simon, el actor suizo más célebre, Ana atesora un fondo audiovisual y documental muy rico y un intercambio epistolar fluido con personalidades como Samuel Beckett, Eugene Ionesco, E.M. Cioran, Yehudi Menuhin o Alain Tanner, entre otros. Entre sus amigos argentinos se cuenta el eximio pianista Luis Ascott y suele pasar temporadas en casa del poeta y cantautor español Paco Ibañez, de allí su dominio del castellano.
Pero si algo define el carácter de Ana Simon es que, desde hace más de 20 años, cuando cada sábado va al cementerio de los reyes, recoge los mensajes que la gente deja en la tumba de Borges. “Ya no encuentro tantos mensajes como antes”, le dice a Clarín una tarde soleada de mayo, mientras recuerda la vida y la obra de quienes rodean la sepultura del autor de Ficciones.
En la sepultura 735, a 30 metros de la de Calvino, la cineasta ha encontrado pinturas, libros y objetos diversos que la gente ha dejado como recuerdo. Todo se lo fue enviando a Kodama, por eso sólo tiene en su poder algunos pocos de distintos años. “La gente que deja mensajes en su lápida viene de todo el mundo. Creo que Borges fue feliz en esta ciudad”, dice.
Entre el puñado de copias que Ana ha conservado hay algún programa de teatro con la frase: “¡Bravo Borges!”; y una hojita del Best Western Hotel Astoria, firmada por Aurora “sobrina de Estela Canto”, en la que dice: “Querido Borges. Estuve aquí para visitarte (...) nos vemos en El Aleph o en algún otro sueño”. También hay mensajes en inglés, como el de Yang y su mujer, de China: “Querido Borges, tu sabiduría hace al mundo mucho más interesante”. Boletos de tranvía escritos en alemán, hojas de libreta en francés, trozos de papel arrancados de cuadernos y hasta pequeñas cartulinas, en las que la gente también deja su correo electrónico al dorso: “[…] siendo indígena zapoteca ante tu tumba derramo lágrimas en tu memoria”. Hay también papeles desteñidos por gotas de lluvia, donde se lee: “Aquí estás entonces. Aquí estamos, en tu Ginebra (...) sobre la pampa (...) en carne viva”.
Ana le dice a Clarín que hay que escribir la historia de “la tumba de Borges en Ginebra, donde la gente le deja mensajes como si fuera un santo”. Quizá el principio de esa historia ya lo haya escrito Borges en Atlas: “De todas las ciudades del planeta, de las diversas e íntimas patrias que un hombre va buscando (...) Ginebra me parece la más propicia a la felicidad”.

Fuente: clarin.com
 

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