ENTRE LOS FLAMENCOS ALEMANES
Y EL DE AUDUBON

ARRIBA: DOS LITOGRAFÍAS DE JOHN JAMES AUDUBON (1785-1851). A LA IZQUIERDA, EL PAVO SALVAJE DE AMÉRICA DEL NORTE. A LA DERECHA, ATÍPICA POSTURA Y COMPOSICIÓN DE AUDUBON AL HACER AL FLAMENCO. LOS DOS, ESPECTACULARMENTE TRATADOS PARA LA ÉPOCA. ESTAS DOS IMÁGENES, COMO LA MAYORÍA DE LAS HECHAS POR AUDUBON, SON SUMAMENTE DECORATIVAS. AUNQUE DESDE EL PUNTO DE VISTA LUMÍNICO, CADA UNA DE ESTAS DOS OBRAS ESTÁ PUESTA EN VALOR INDEPENDIENTEMENTE DE LA OTRA, TRABAJAN EN LO VISUAL MUY ESTRECHAMENTE LIGADAS ENTRE SÍ, Y CADA UNA EXALTA A LA OTRA, CONFORMANDO UN CONJUNTO REALMENTE MUY ATRACTIVO. AL CENTRO, COLORES DE LOS FLAMENCOS EN UNA OBRA DE SEBASTIÁN MASEGOSA, EN LA INAUGURACIÓN DE SU EXPOSICIÓN EN JAVIER BALIÑA GALERÍA DE ARTE, EL PASADO 7 DE MAYO. ABAJO: UNA COLORIDA FOTO DE DOS FLAMENCOS DISFRUTANDO DEL CALOR EN EL ZOOLÓGICO DE DRESDEN, ALEMANIA.

DAMOS UN SERVICIO NADA COMÚN




DAMOS UN SERVICIO PROFESIONAL MUY COMPLETO Y NADA COMÚN: ASESORAMIENTO PARA COMPRAR, ARMAMOS SU COLECCIÓN, NOS OCUPAMOS DE LA COMPRA EN SÍ, PIEZA POR PIEZA, Y, A PARTIR DE AHÍ, HACEMOS EL SEGUIMIENTO INTEGRAL DE LA RESTAURACIÓN, CONSERVACIÓN Y LIMPIEZA DE SUS OBRAS, DE SU ENMARCADO O BASES, DE SU COLOCACIÓN Y AMBIENTACIÓN, Y FINALMENTE, DE LA ILUMINACIÓN DE LAS OBRAS CON TODO LO QUE NOS OFRECE LA MARAVILLOSA TECNOLOGÍA LUMINOTÉCNICA DE HOY EN DÍA. LA SUMA DE TODAS ESAS ACCIONES CON LA OBRA DE ARTE COMO PROTAGONISTA ABSOLUTA, RESULTA EN QUE CADA OBRA QUEDE DEBIDAMENTE PUESTA EN VALOR.
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QUE EL FUTURO NO NOS DEJE SIN PASADO.

IRRESPETUOSA INVASIÓN DE UN VALIOSO EDIFICIO PATRIMONIAL

UN NUEVO LOCAL COMERCIAL EN EL HALL CENTRAL DE LA ESTACION RETIRO DEL F.C. MITRE

La estructura de metal del nuevo local comercial que se está instalando abajo mismo del reloj suspendido del cielorraso del hall central del edificio de la Estación Retiro del F. C. Mitre implica una irrespetuosa invasión de dicho espacio. Otra más de tantas. Es evidente el abuso de la empresa TBA con el avance de estas estructuras comerciales que en nada respetan el espíritu de este significativo edificio patrimonial y de sus interesantes y ricos detalles, revestimientos, herrería, ornamentos y accesorios. No porque sí fue declarado Monumento Histórico Nacional, lo que supone una serie de normas estrictas a las cuales hay que ceñirse y que deberían ser respetadas al pie de la letra. Entendemos que la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos debería urgentemente tomar cartas en este asunto y frenar este retroceso. La estructura en cuestión, no prevista en el proyecto originario de remodelación y restauración de la Estación, justamente por invadir el importante volumen del hall central, no permite valorar adecuadamente los ricos artesonados y detalles de los techos. Muchas de las vistas, transparencias y profundidades están invadidas a un punto tal, que nos preocupa el futuro de este Monumento Histórico Nacional. Llama la atención lo maltratado que está este edificio: el mal gusto, lo vulgar, lo híbrido, lo chabacano, lo poco serio se han instalado y enseñoreado en él. La desmedida, irreverente y generalizada polución visual provocada por TBA con sus propios carteles publicitarios y con los que otras empresas que con ella subcontratan tienen allí, ponen de manifiesto el tipo de valores que desgraciadamente privan en la escala de valores de la dirigencia de la empresa concesionaria de la línea Mitre. No nos oponemos a que TBA haga sus negocios dentro de parámetros cordura y sentido común. El diseño, el estilo, si a eso se lo puede llamar “estilo”, y la ubicación de estos locales comerciales nada tienen que hacer en relación con los refinados detalles del edificio que nos ocupa. La invasión de los espacios de circulación con mercaderías en exhibición y en depósito previo a ser vendida fuera de los locales comerciales es una constante alrededor de la mayoría de esos puestos. Esto, con la excusa de lo transitorio, aumenta ilegalmente la cantidad de metros cuadrados de ocupación y con ella la serie de violaciones y vejámenes a este Monumento Histórico que forma parte del patrimonio cultural de todos los argentinos.
El edificio está vulgarizado, abaratado, menoscabado hasta niveles impensados en una época en la que la tendencia mundial justamente es la de rescatar, resaltar y poner en valor al máximo de sus posibilidades a estos bienes patrimoniales como cosas interesantes de exhibir con orgullo ante propios y ajenos. A fin de poder emplazar este nuevo local comercial donde se lo está construyendo, se han retirado los bonitos bancos de época con valor patrimonial que allí había. Dicho punto de referencia, fue un lugar de citas, de reunión y de encuentro de y con pasajeros durante muchísimos años. Se le están podando así a la memoria colectiva elementos que forman parte de ella desde hace muchísimo tiempo y que están además en directa relación con la identidad de miles y miles de pasajeros que transitan por allí a diario. El local comercial de planta semicircular que ocupa el antiguo paso bajo techo de autos y taxis, es enorme, desproporcionado, estilísticamente no hace una para nada buena liga con este singularísimo edificio patrimonial e importa otra fuerte invasión de otro de los espacios vitales para poder valorar este edificio. Limita e impide también la buena circulación de ambulancias, bomberos, policía y Defensa Civil en caso de una emergencia. Da la sensación de un plato volador que ha entrado a presión por alguno de los accesos y se ha quedado imposibilitado de volver a salir. Lo híbrido, la desarmonía y el caos se han instalado en la Estación Retiro del F. C. Mitre. En definitiva, sorprende que las autoridades de la empresa concesionaria TBA no se hagan asesorar debidamente por especialistas en la materia y que permitan estas violaciones tan obvias a las reconocidas calidades de esta joya que se les ha dado en guarda. Es más: entendemos que los dirigentes de dicha empresa deberían erigirse en los más celosos custodios de este valioso edificio patrimonial. Mucho más allá de lo que estipulan las simples cláusulas un contrato de concesión, hay un deber moral para con la sociedad en su conjunto. Algún día deberán ineludiblemente rendir cuentas de lo hecho con él. ¿Podrán contestar con la frente bien alta?

P.L.B.

La Estación Retiro, la de mayor valor arquitectónico en el país, y en su época una de las mayores del mundo, es un claro símbolo de la idea de progreso que sustentaba la generación del '80. Representa la culminación del proyecto de tendido de los ferrocarriles, iniciado a mediados del siglo XIX, y cuya red, abierta entre las provincias y el puerto de Buenos Aires, permitió la distribución tanto de los inmigrantes cuanto de los productos agrícolo-ganaderos, y fue reflejo de una época en que el país experimentó su mayor eclosión poblacional y económica.
Proyectada por los arquitectos británicos -establecidos en Argentina- Eustace L. Conder, Roger Conder y Sydney G. Follet, y por el ingeniero Reginald Reynolds, comenzó a construirse en junio de 1909 y se inauguró en agosto de 1915. Su esquema corresponde a la tipología generada a fines del siglo XIX para las grandes estaciones de pasajeros: dos cuerpos con sistemas constructivos y lenguajes expresivos muy diferenciados. El sector del frente, con las ventanillas, confiterías y el Gran Hall, ha sido resuelto de acuerdo con la influencia académica francesa. El segundo cuerpo se desarrolla en torno a la llegada y salida de los trenes. Está resuelto según los criterios funcionalistas y con los materiales -hierro y vidrio- impuestos por la Revolución Industrial. El sector de andenes, que incluye ocho plataformas conectadas por túneles transversales con montacargas para equipaje y vías auxiliares de maniobra, está constituido por dos grandes naves paralelas, de 250 metros de largo y 50 metros de luz libre cada una. La estructura de cada nave es una espectacular bóveda metálica de cañón corrido, con una altura interior de 25.15 m, soportada por arcos de hierro colocados cada diez metros. La masa metálica tiene un peso total cercano a las 8.000 toneladas; las piezas fueron íntegramente fabricadas en Inglaterra y montadas en seco en Buenos Aires. Fue durante muchos años la obra de ingeniería estructural más importante de Sudamérica.

ESCULTURA MUTILADA EN PALERMO





Escultura dañada en Palermo:

Frente al lago del Rosedal de Palermo - lindero con el Museo Sívori - se halla emplazado el grupo escultórico «Familia de ciervos», cuyo autor, Georges Gardet (1863-1939) fue uno de los más destacados escultores animalistas franceses de principios del siglo XX. La obra, fundida en bronce a la cera perdida por René Fulda, de París, estaba compuesta originalmente por tres figuras de ciervos: el macho, la hembra y un cervatillo. La escultura más pequeña, que representaba al cervatillo fue retirada para evitar su robo por el M.O.A. (Monumentos y Obras de Arte de la Ciudad de Buenos Aires). Además, falta una pata de bronce de la hembra, que fue cortada y robada en 2003. Asimismo, la estructura del pedestal se encuentra en avanzado grado de deterioro y el terreno en que se asienta, absolutamente erosionado por tratarse de una barranca de fuerte pendiente, peligrando así, el soporte estructural del conjunto escultórico y la seguridad de las personas que visitan el parque. Por último, la totalidad de la superficie del bronce se encuentra cubierta de graffitis y leyendas varias. Sería muy importante lograr una respuesta por parte de los funcionarios responsables de la seguridad, el mantenimiento y la eventual restauración de esta obra de arte que pertenece a todos los argentinos.

Lic. Hugo Pontoriero
Jefe Departamento Museología
Museo Nacional de Arte Decorativo
hugopontoriero@gmail.com

Como se puede ver en esta vieja postal, la Familia de Ciervos de Georges Gardet estuvo estuvo por décadas y décadas entera, sana y respetada en el mismo lugar donde está hoy en día.

NOTA SOBRE ILUMINACIÓN DE OBRAS DE ARTE
EN REVISTA D&D ARTE - Nro. 2



El cuadro que tengo atrás en la foto, está atribuido a Melchior d'Hondecoeter, pintor barroco holandés del siglo XVII. d'Hondeckoeter nació en 1636 y murió en 1695. A este cuadro, se le veían sólo cinco pájaros. Con la nueva iluminación halógena, se le pudieron ver veintidos más, amén de detalles y sutilezas. (Colección privada)

Cuando muy habitualmente me presentan como el “curador” en alguna exposición de obras de arte, yo contesto que no lo soy y que los curadores son mis parientes. Es que, viniendo como vengo, de dos familias de grandes médicos, cuando oigo barajar el término tan en boga de los “curadores”, tengo inevitables asociaciones con lo hipocrático. Mis parientes se dedicaron al arte de curar al prójimo. En cuerpo y alma. Yo, quizás de manera más egoísta, me dediqué al arte a secas. Y, si mi alma siempre tuvo una marcada compulsión hacia el arte, fue porque inconscientemente sabía que de otra manera hubiera terminado con chaleco de fuerza. Aunque me considero la oveja negra entre los guardapolvos blancos, termino las más de las veces usando términos o figuras muy relacionados con la medicina. Hecha ésta, toda una confesión, intentaré hilvanar algunos conceptos sobre la fascinante ciencia y arte de iluminar el arte. Todavía hay gente que no ha descubierto lo que puede llegar a resultar del encuentro entre su colección con sólo algunas de las infinitas posibilidades que nos ofrece la tecnología actual a través de la iluminación. Después de años y años de no pasar nada demasiado trascendente en el rubro, en los tardíos ‘70 y tempranos ‘80, con la irrupción de las lámparas halógenas, cambió el idioma de la iluminación mundial: ya nada volvería a verse como hasta entonces. (Es bueno aclarar que, como en muchos de sus grandes descubrimientos, el Hombre dio con las halógenas a partir de una casualidad: ¡las lámparas para proyectores de diapositivas!) Su menor tamaño posibilitó artefactos más sintéticos y disimulados, que desataron una verdadera revolución en el diseño. El rendimiento lumínico aumentó y bajó el consumo de electricidad, cosa vital para un planeta en permanente estado de crisis energética. La vida útil de las lámparas aumentó sensiblemente en comparación con todo lo preexistente. Y así podríamos seguir enumerando más y más ventajas. Que en términos generales la luz -como los colores- tiene una influencia enorme sobre el estado anímico de las personas, está descripto por especialistas del mundo desarrollado. Hoy no se concibe la vida cotidiana sin luz de muy buena calidad e intensidad, porque se sabe que ésta hace a la tan mentada calidad de vida. Pero yendo específicamente a la iluminación del arte, como aquellas frases de que “una imagen puede más que mil palabras” o “ver para creer” tienen absoluta vigencia, suelo hacerle al cliente una demostración práctica de lo que aconsejo. Todos se sorprenden y algunos hasta me confiesan que llegan a preguntarse cómo pudieron vivir tanto tiempo sin tener contacto con ella. Así como cada persona tiene sus propias necesidades lumínicas, donde siente su propio confort visual, cada vivienda, galería o museo y cada obra u objeto de arte, cada textil de todas las épocas, manufacturas y tamaños, cada pieza arqueológica, cada material, tiene requerimientos específicos en lo que a la iluminación respecta. Hay un tipo de luz, una intensidad, una temperatura de color, una incidencia de los haces, con los cuales lograremos que esa obra nos entregue lo mejor de sí. Creo que un buen iluminador de obras de arte debe conjugar lo artístico y lo técnico. Deberá tener, antes que nada, un agudo sentido de la observación, una buena dosis de sensibilidad artística, el feeling de la obra de arte, y además los conocimientos técnicos adecuados. A través de este manejo idóneo de los materiales y del conocimiento de algunos secretos y determinadas leyes básicas de lo plástico y de la Psicología de la Forma, podrá darle a cada obra lo que pide para brillar. Deberá conocer los mecanismos de la visión humana, cómo “trabaja” y reacciona el ojo ante los estímulos externos y cómo decodifica el cerebro lo que le llega a través de él. La luz apropiada revelará ante el observador -coleccionista, decorador o arquitecto, galerista, museólogo o anticuario- cuadros, esculturas, tapicerías y textiles, que ni siquiera sospechaba que existían –tan diferentes se verán-. Un antes y un después. La luz como fenómeno físico –igual que lo esencial para Saint-Exupéry- es invisible a los ojos. Sólo la veremos si rebota contra algún sólido o si atraviesa algo. De ahí que muchos directores de cine utilicen el recurso del humo para hacernos tomar conciencia de ella y crear determinados climas. Observemos las fotografías de las caminatas de astronautas en el espacio exterior: éste es absolutamente negro, a pesar de estar atravesado por la luz solar y a ésta sólo se la percibe cuando da contra la nave, en los trajes de los astronautas, en los reflejos de sus escafandras y en las caprichosas curvas de esos tecnológicos cordones umbilicales que los mantienen unidos a sus naves (de vuelta lo médico). Pero si sólo existieran el espacio y la luz, no nos sería posible verla. En una casa de familia, en una galería de arte, un museo o anticuario, universos muchísimo más chicos que el espacio sideral, cuando la luz pega en su justa medida y calidad en obras y objetos, se crea una de las maneras más atractivas, sensuales y sorprendentes de tomar cabal conciencia de ella y del sinfín de posibilidades que nos da hoy en día. Es que la definición de imagen, las calidades, las profundidades, el claroscuro, el volumen, los valores, las texturas, las veladuras y transparencias, las sutilezas, se perciben y se pueden apreciar en tanto y en cuanto exista la luz. La luz puede poner en valor una obra de arte, exaltarla o bien hundirla, según cómo esté usada -cualitativa y cuantitativamente-. En un país como el nuestro, donde la improvisación es moneda corriente, hay gente que se larga a iluminar arte de puro audaz o inconsciente, y otra que lo hace creyendo que así se ahorrará unos pesos. Salen de gira por los negocios del ramo, preguntan un poco aquí y otro allá, extraen de cada uno lo que creen conveniente, lo mezclan y firman ellos mismos sus “proyectos”. Sin embargo, minimizar estos temas y reducirlos a recetas fijas, suele traer dolores de cabeza. Cada obra y objeto de arte tienen necesidades lumínicas diversas. Y como los materiales son más bien caros y suelen no tener cambio, convendrá contratar los servicios de un profesional. Algunas personas toman conciencia cuando ya han pagado sumas ingentes por algo que dista mucho de ser lo apropiado. Y me estoy refiriendo a lo básico y elemental, a lo de batalla; ni hablar de sutilezas. La gente que está en el tema suele decir que “Alumbrar, alumbra cualquiera. Iluminar sólo quien puede”. El secreto de todo buen proyecto de iluminación de obras de arte está en el diagnóstico inicial que se haga in situ. Notará el lector que volví a caer en lo médico. El profesional serio evaluará concienzudamente el ámbito y su contenido, los diferentes tipos de obras, su ubicación en relación a los paños de pared y cielorrasos, sus técnicas y medios, las gamas predominantes, las calidades y texturas de la materia, los tipos de soporte, formato y disposición, los marcos, brillos y reflejos, la circulación de personas, la incidencia de los futuros haces de luz, las lámparas, artefactos y accesorios que se utilizarán para dar los efectos buscados, la seguridad del sistema lumínico diseñado y una cantidad de pequeños detalles que, al concretarse el proyecto, hagan que absolutamente nada desentone. Un dato fundamental a considerar es el envejecimiento y deterioro que la luz opera en el arte, sobre todo en las obras sobre papel -aunque hoy en día buena parte de las lámparas tienen filtro para los rayos UV, los ultravioletas, que son los que estropean y envejecen a los cuadros. Otro punto: es muy raro que una casa o un departamento nuevos estén preparados para una buena iluminación de obras de arte. Mucho menos los antiguos. A unos y a otros, hay que adaptarlos al idioma de la iluminación actual. Y esto es algo que debe hacerse con electricistas profesionales idóneos y conscientes, que presten la importancia que merece al tema de la seguridad eléctrica. Hay materiales que “toman” la luz de una forma muy especial. Es el caso del mármol blanco. En mis años de experiencia, recuerdo muy especialmente dos casos que me gratificaron mucho. Uno de ellos es el de un espectacular torso griego del año 450 a. C., que estuvo en el fondo del Mar Mediterráneo por siglos y que, una vez rescatado, fue traído desde Europa por un refinado personaje que dejó su huella en el arte, la arquitectura y la decoración argentinos. Una vez iluminado, ese torso parecía emitir él mismo la luz en vez de recibirla o reflejarla: rápidamente se convirtió en el centro de un living muy personal. El otro, es el de una escultura de Pablo Curatella Manes, una interesante versión de su obra La mujer del Tapado grueso, también en mármol de Carrara, perteneciente a una excelente colección privada nacional. Puse esa escultura sobre el lado izquierdo de una chimenea francesa, contrapesada por tres pequeños bronces con pátinas muy oscuras. Cerraba el conjunto un cuadro muy negro con marco Luis XIV de una gama media. Pedí a mis electricistas que pusieran el efecto destinado a la escultura de Curatella en un punto aparte, exclusivo para ella. Y se produjo lo que yo quería: el facetamiento de sus planos, trabajados por Curatella al modo de los cubistas, no sólo daba un efecto sorprendente, sino que en ese enorme living servía de “faro” para que a los hijos de los dueños de casa no les hiciera falta prender otra luz cuando volvían tarde. En los años que llevo haciendo ésto, tengo innumerables anécdotas. Pero por hoy me parece suficiente, quizás exista ocasión de otro capítulo.

CONSIDERACIONES AL MOMENTO DE ILUMINAR OBRAS DE ARTE 

Hoy en día, con la luz se pueden crear climas, resaltar lo que interesa y disimular lo que no. Esa es la tendencia más difundida: acentos en lo que importa y el resto ligado con semi-penumbra. Se trabaja con los contrastes y tratando de no dar una luz pareja, monocorde, como de oficina. Siempre conviene mezclar iluminación incandescente y halógena al hacer casas privadas. Utilizando únicamente halógena, el efecto general será frío y vulgar. Una casa es mucho más interesante y atractiva iluminada a partir de sus planos verticales. Y si dichos planos contienen obras de arte bien dispuestas y adecuadamente iluminadas, tanto mejor - incluso los ambientes parecerán más grandes-. Las dicroicas son las integrantes más populares de la gran familia de las lámparas halógenas. Como tienen la particularidad de mandar las nueve décimas partes del calor que emiten para atrás a través del proyector, son buenas para iluminar cosas tan disímiles como alhajas dispuestas en exhibidores (ya que no despegan los engarces) y cosas tan perecederas como flores o pescados sin aportarles calor. Las arañas antiguas suelen ser muy lindos artefactos y dan muchísimo ambiente, pero aportan pésima luz a la mayoría de las obras. Por lo general producen espejamiento en las pinturas al óleo o en las obras sobre papel, que llevan vidrio obligatoriamente, debido a que los haces de luz inciden perpendicularmente sobre ellas en vez de hacerlo en forma oblicua. Quedan muy bien reguladas bien bajas, cuando parecen velitas de torta de cumpleaños y los acentos a las obras de alrededor se dan con lámparas halógenas. A las tapicerías antiguas no conviene iluminarlas desde muy cerca para que no parezcan relieves como resultado de la luz rasante. Los wall-washers (bañadores de pared) son lo mejor que ha salido: con ellos se logra un nivel parejo de luz desde arriba hasta abajo. Quedan realmente espectaculares. Regular lámparas halógenas más allá del 10 % del recorrido de un reóstato o dimmer, les acorta la vida útil porque se inhibe el proceso por el cual se regeneran sus filamentos. Cuando uno gira la perilla del dimmer el 10 % de su recorrido total, el efecto lumínico baja un 33 %. Si hay que bajar tanto un efecto determinado, puede que convenga poner una lámpara más débil o de ángulo de apertura de haz más abierto. Como regla general, podemos decir que reguladas demasiado bajo, a las lámparas halógenas se les reduce la vida útil mientras que a las incandescentes se les aumenta. El buen iluminador de obras de arte hace un buen papel cuando su proyecto realmente hace lucir a la obra iluminada, cuando no se destacan los efectos lumínicos en sí mismos y los artefactos o accesorios utilizados, y todo dentro de un contexto general de armonía.


FOTO LUCILA BLUMENCWEIG

* EL AUTOR ES PROFESOR NACIONAL EGRESADO DE BELLAS ARTES, DECORADOR E ILUMINADOR.

SE DEDICA A LA ILUMINACIÓN Y PUESTA EN VALOR DE OBRAS DE ARTE.
http://www.puesta-en-valor.com/

PABLO CURATELLA MANES

Nacionalidad Argentina
(Argentina, La Plata, 1891 – Argentina, Buenos Aires, 1962)
La femme au gros manteau
(La mujer del tapado grueso)
FECHA: ca. 1921/1923
TÉCNICA: Yeso
OBJETO: Escultura
Mide 40 X 27 X 17 cm
ORIGEN: Donación del autor, 1956
GÉNERO: retrato, figura, retorno al orden
ESCUELA: Argentina S.XX
ESTILO: Cubismo
UBICACIÓN: Sala 26 - Arte latinoamericano, 1910 - 1945 - Las vanguardias regionales
Inventario7241
Colección Museo Nacional de Bellas Artes
Buenos Aires, República Argentina

¿A QUÉ SE LLAMA
PUESTA EN VALOR DE OBRAS DE ARTE?

PEDRO ROCA Y MARSAL, Escuela Argentina, 1888, Actividad en el Puerto de Buenos Aires.

Se llama PUESTA EN VALOR DE OBRAS DE ARTE al total de las acciones que conducen al máximo lucimiento visual de un conjunto de obras de arte: su colocación, ambientación, enmarcado, bases, conservación, restauración e iluminación. Colocar "así nomás" una colección o exposición temporaria de obras de arte, por supuesto lo hace cualquiera. Pero disponerla correctamente PUESTA EN VALOR, sólo lo hace quien puede.Para PONER EN VALOR OBRAS DE ARTE con eficiencia, hace falta, aparte de los conocimientos técnicos indispensables, tener un ojo sensible, atento, curioso, que esté muy interesado en ver y, además, muy entrenado. Ese ojo, por lo general verá bastante más que el ojo del común de la gente. Ésto, es de vital importancia a la hora de disponer cada obra de arte adecuadamente PUESTA EN VALOR. Y si el profesional en sí es un tipo creativo, tanto mejor. Es muy común que el cliente, sea un coleccionista privado, un galerista, un rematador o el curador de un museo, se sorprenda. "A mí, jamás se me hubiera ocurrido", dicen ante la originalidad de muchas de las propuestas que les hace el profesional avezado en PUESTA EN VALOR DE OBRAS DE ARTE.