LUNA GIBOSA

LUNA GIBOSA - AP PHOTO NASA

En esta fotografía aportada por la NASA se puede ver una luna gibosa visible sobre la atmósfera de la Tierra. La foto fue tomada desde el Transbordador Espacial Discovery.
Esta fase de la luna se da cuando el tamaño de la parte iluminada es mayor que la mitad, pero no una Luna llena.

RAZAS DE ANIMALES ESTÉTICAS:
LOS SCOTTISH BLACKFACE


      CARNERO EN ESCOCIA





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Y DE PRONTO TODO CAMBIÓ, 1993


      UNA VISTA DE QUILA QUINA, LA VILLA VERANIEGA DE SAN MARTÍN DE LOS ANDES, EN OTOÑO.



Y DE PRONTO TODO CAMBIÓ

Quila Quina ya no es la misma.
Ni los azules del Lácar tienen la profundidad de siempre,
ni Kuyén tendrá ya su espejo.
El canto de las bandurrias, más que canto es un lamento.
Los álamos se inclinan en respetuosa despedida acompasada
mirando a ese norte hacia el que ella partió.
El maitén trata de disimular su tristeza.
El viento protesta, insistente, contra el Curruhuinca
y masculla su obligado adiós.
Las lengas, aunque verdes, dejan entrever su colorida muerte otoñal.
El kultrún llama a silencio.
Acatan el chilco y el amancay.
Las gentes de esta tierra, que saben de fierezas,
hacen sus íntimas rogativas
para que ella vuelva
trayéndoles los salvadores verdes de la eclosión primaveral.
Alto su basalto, el Abanico aventa la esperanza de tenerla ya o ahora.
Falta algo.
Mucho. Casi todo.
El toc toc del carpintero horada la tarde,
marcando implacable los tiempos del cambio.
Manantiales y vertientes son la líquida evidencia
del viril llanto de los cerros por su repentina ausencia.
Las hualas intentan un vano consuelo.
Es inútil: las lágrimas siguen fluyendo.
Pero los infinitos contraluces alumbran la esperanza
de que vuelva la seducción toda.Y con ella la policromía.
Todavía los grises recónditos de la tierra
Entran dóciles a las tramadas urdimbres.
La princesa huinca se ha ido.
Poco interesa si partió o no en un tordillo
y si llevaba puesto o no su collar de reinas moras.
Me ha sido develado su secreto.
El de su lozanía: los siete tragos.
Dicen que la espera será larga,
Pero que volverá para iluminarlo todo.
Se tiene la certeza: volverá.
Hará su entrada triunfal en un catango tirado por pumas,
sobre una alfombra de hojas de pangue
y escoltada por sus huestes: pehuenes, coihues, guindos y ñires.
No faltarán el raulí ni el roble pellín.
Sobrevolando, saludarán los cóndores.
Quila Quina, hoy no puede ser la misma.
La piedra de Trompul da fe de los hechos
y paciente se suma a la espera.

Pedro L. Baliña
San Martín de los Andes, 22 de febrero de 1993

 

Mapuche: gente de la tierra.
Kuyen : la Luna para los Mapuche.
Kultrún: tambor mapuche de madera y cuero.
Chilco: Aljaba ó fucsia.
Abanico: cerro que está frente a Quila Quina, del otro lado del Lago Lácar.
Huinca: el hombre blanco para el Mapuche.
Catango: carro para transportar troncos, habitualmente tirado por dos bueyes.
Pangue: planta silvestre de grandes hojas con las que se hace el curanto, plato nacional en Chile.

POR LAS EXPOSICIONES DEL MUNDO
THE QUEEN'S GALLERY, EDIMBURGO
La escena de tertulia:
retratos cotidianos de la alta sociedad














THE QUEEN’S GALLERY, EDIMBURGO, ESCOCIA.

Construida en la estructura de la antigua Holyrood Free Church y de la escuela de la Duquesa de Gordon, la Galería proporciona unas modernas instalaciones construidas con el fin específico de albergar un programa de exposiciones cambiantes de las obras de arte más delicadas de la Royal Collection nunca antes expuestas en Escocia.
Exposición actual:
La escena de tertulia: retratos cotidianos de la alta sociedad
27 de marzo - 20 de septiembre de 2009
Esta exposición explora la tradición de la llamada “escena de tertulia”; retratos en grupo de modelos de la alta sociedad en situaciones inusualmente informales. Inspirado en la pintura holandesa del siglo XVII, este género se conoce principalmente a través de la obra de los artistas ingleses William Hogarth y George Stubbs, del siglo XVIII, y sir Edwin Landseer, del XIX. El máximo exponente de la escena de tertulia fue Johan Zoffany, y en la exposición se incluye una maravillosa serie de pinturas ejecutadas por este artista por encargo de su regio mecenas, Jorge III. La escena de tertulia muestra a sus modelos concentrados en sus labores cotidianas, por lo que supone una forma extraordinaria de conocer las modas, la decoración y las costumbres de la época.

JOHAN ZOFFANY

DESCUBREN UN GRAN PLANETA QUE
COLISIONARÁ CON UNA ESTRELLA

LA SUPERVIVENCIA DE ESTE TIPO DE PLANETAS NO SUELE SER SUPERIOR A UN MILLÓN DE AÑOS

Un equipo de astrónomos británicos observó al gigante Wasp-18b, que tiene un volumen diez veces superior a Júpiter y orbita cada vez más cerca del astro.

LONDRES.- Un equipo de científicos británicos ha descubierto un planeta con un volumen diez veces superior al de Júpiter que orbita tan cerca de su estrella matriz que las corrientes estelares deberían haberle conducido ya a la destrucción. En comparación con la Tierra, Júpiter tiene un volumen mil veces mayor al de la Tierra, con un radio ecuatorial de 71.492 km.
En un novedoso estudio que publica hoy la revista británica Nature , un grupo de astrónomos de la Universidad de Keele, en Reino Unido, asegura que este planeta bautizado como WASP-18b es una rareza en el mundo de la astronomía y que la probabilidad de observar un fenómeno semejante es de una entre mil.
Se trata de un planeta del grupo de los "Júpiter Calientes", es decir, aquellos que se forman lejos de la estrella en torno a la cual orbitan y que se aproximan a la misma a lo largo de los años con ayuda de las corrientes estelares. Sin embargo, el WASP-18b es tan grande y se encuentra actualmente tan cerca de su estrella matriz que las mencionadas corrientes ya deberían haberle llevado directamente a impactar contra el astro. De hecho, la supervivencia de este tipo de planetas no suele ser superior a un millón de años, un hito que ha batido con creces por el citado planeta. Como posibles causas, los científicos apuntan que las corrientes estelares de ese sistema son menos fuertes que las de nuestro sistema solar, lo que explicaría la longevidad del WASP-18b. Otra posibilidad sería que otro elemento exógeno aún no identificado sea el que evita la colisión del planeta con su estrella y su consiguiente destrucción.
Agencias AP y EFE

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MÁGICA TITA
Crónica de una Señora que se rodeó de armonía


LA PUERTA DE ENTRADA A LA ARMONÍA: GÜEMES 2902, Y AGÜERO.

Aparte de la lógica tristeza que me dan determinadas despedidas, cuando alguien que ha hecho casas tan estéticas, tan seductoras, tan refinadas, con tanto atractivo, gracia y personalidad, se muere, yo lamento que se rompan los climas que esa persona había logrado.
Es en esos climas, en esas combinaciones únicas, donde creo que realmente está el alma de su creador. Los considero la “caligrafía” de su alma, la evidencia concreta de su sentir y de su modo de concebir el Mundo y la vida.
Así como el espíritu de un escritor y su sentir van en sus libros, los de una persona que hace decoración o ambientación, para mí, van en los climas logrados.
Dicho ésto, podrá comprenderse que viva yo la dispersión de los objetos con los que esa persona había conseguido esos climas, como cualquier ser civilizado podría vivir la quema de libros. Más todavía cuando los climas eran tan especiales, tan sugerentes, tan evocativos de vivencias, de memorias, de viajes, de hallazgos singulares en lugares recónditos.
El caso de Tita del Carril, a quien la gente conoce más por su nombre artístico de Tita Tamames, es un caso especial, muy especial.
Tita tuvo un buen training desde muy chica.
Tuvo la suerte, el privilegio de ver cosas lindas desde que abrió los ojos por primera vez.
Y desde muy chica capitalizó muy bien todo lo bueno que la rodeó en Europa.
Podrá parecer una obviedad, pero creo que nunca está demás recordar la importancia capital que ha tenido Europa en la evolución del arte universal de todos los tiempos, de la Historia del Arte, de las ideas estéticas y en general de todo lo relacionado con lo visual. Desde Altamira y Lascaux a nuestros días…
Y Tita, en Europa, y de la forma más natural posible, tenía todo eso al alcance de su mano. Y todo eso le dio una perspectiva especial. Más tarde, sus años de embajadora, de mujer de un embajador de la República, y las ineludibles mudanzas desde una punta a la otra del planeta, le sirvieron a Tita de inmejorable aprendizaje y ejercitación y le sumaron una rica experiencia.
La madre de Tita, Marta Aldao de del Carril, tenía y hacía muy buenas casas, pero quizás con una cierta dosis de solemnidad o distancia entendibles desde lo generacional.
Y, aún a riesgo de caer en comparaciones que suelen no ser simpáticas, diré que las casas de Tita tenían el plus de su sentimiento, de la pasión con la que encaraba todo lo estético, del disfrute con el que lo hacía y hasta de algún toque de humor o de picardía compartido con sus íntimos, amén de un mayor dinamismo y más vida.
Es que Tita tenía magia. Como Midas, el mítico rey, que a todo lo que tocaba lo convertía en oro, a todo lo que ella colocaba, ubicaba o combinaba, inmediatamente lo convertía en algo de buen gusto, en algo equilibrado, en algo armónico.
Y a lo largo de toda su vida conservó ese raro poder transformador y eligió rodearse ella misma de armonía.
Era un verdadero placer ir con ella a una casa de remates de obras de arte, muebles y antigüedades.Tenía el olfato detector de un sabueso y una imaginación tal que le permitía inmediatamente ver con claridad absoluta el futuro del hallazgo que acababa de hacer. Tenía un ojo tan fogueado y tal independencia de criterios, que podía discernir entre ciertos principios propios y otros universales, armar con ellos una interesante mezcla y las cosas le salían como le salían.
Era alguien a quien se podía consultar y cuyas opiniones siempre pesaban. Tenía no sólo conocimientos, sino un especial talento para todo lo visual. Y lo hacía como un juego. A la legua se le notaba el disfrute.
En las casas de Tita, todo era natural o al menos parecía serlo. Nada era forzado, artificioso o disonante, algo que, en la decoración, siempre desemboca inevitablemente y sin escalas en el mal gusto.
Ni hablar de la ostentación: jamás sus casas la tuvieron. No estaba con ella. Todo tenía el respaldo de su ojo criterioso y entrenado y el toque de su corazón.
Sus casas tenían el sello de su personalidad, tenían calidez, sentimiento y gracia, mucha gracia. Tita sabía muy bien que, como ocurre con la música, el silencio valoriza a la nota. Sus silencios eran interesantes y sus notas mucho más que logradas.
Recuerdo detalles puntuales de algunas conversaciones memorables que tuve con ella sobre temas específicos de la decoración y la ambientación. Un día, explicándome la puesta de su departamento de la barranca de la calle Libertad, donde levantó el parquet perimetral, sustituyéndolo por mármol blanco que después subía por los contramarcos y llegaba a cubrir unas vigas que visualmente le incomodaban, me dijo “Si tenés algo feo, muy feo, no tenés que tratar de disimularlo sino de remarcarlo. Va a ser mejor.” Y en ese departamento, en el que vivió al volver a vivir al país, combinó con éxito y con su habitual gracia, muy buenos cuadros al óleo con cabezas de animales cazados en el África y magistralmente embalsamados en Inglaterra.
“No hay que tenerles miedo a los muebles grandes: agrandan. Es muy común en la Argentina que, al lado de un sillón enorme, la gente ponga una mesita microscópica donde no se puede apoyar ni un vaso de whisky.” Tenía razón. Siempre les aconsejo a clientes y amigos no mostrar departamentos que quieren vender estando vacíos. Parecen más chicos. Si se manejan y ponen en práctica ciertos principios, visualmente se los hace crecer.
Cuando comentaba sus ambientaciones para el cine, Tita contaba qué útil le había resultado a ella para su crecimiento como ambientadora que los directores de cine y de fotografía le hubiesen dejado mirar a través del ojo de las cámaras cada escena para poder saber cómo se la vería en la pantalla una vez terminada la película y para poder evaluar los ajustes que debía hacer.
Varias veces me invitó a presenciar filmaciones de Raúl de la Torre, de Lautaro Murúa y otros y a ver muchas obras de teatro. Por la fuerte tensión que en ella se generaba, recuerdo la escena de Heroína, la película de de la Torre, en la que el personaje de la intérprete simultánea, personificada por Graciela Borges, escapa de la cabina desde la que estaba traduciendo e interrumpía las deliberaciones de un congreso de psiquiatría que transcurría en el Centro Cultural San Martín. Y empezaba a gritar “Mamá” repetida y desaforadamente. Una escena que visualmente me impactó al verla en el cine, fue la del personaje con la guirnalda de luces multicolores de árbol de Navidad dando la vuelta al pescuezo de la protagonista y cayendo a ambos lados de su cabeza mientras titilaban en forma insistente dentro de un ambiente penumbroso.
Tita, también como ambientadora, estaba siempre hasta en los más mínimos detalles. Recuerdo cuando durante la filmación de Crónica de una Señora, escrita por su gran amiga María Luisa Bemberg, hizo variar las alturas del agua y del vino de las copas en una escena de una comida en casa del matrimonio que encarnaban Lautaro Murúa y Graciela Borges. Le parecía que de ningún modo podían quedar las copas llenas o a las mismas alturas durante todo el transcurso de la escena. Si no, la escena no transmitiría la sensación de dinamismo y de paso del tiempo que debía dar. La nominación de La Tregua, que había producido con su íntima amiga y socia Rosita Bengolea de Zemborain, para el Oscar de la Academia de Hollywood a la Mejor Película Extranjera, fue una de sus más grandes satisfacciones empresariales.
La última gran obra de Tita fue su casa de Güemes y Agüero. Esa casa, que se me ocurre algo viscontiana, tenía climas y microclimas encantadores en cada uno de sus rincones. En cada uno de ellos se podía aprender sobre equilibrio y armonía. Era un verdadero placer recorrerla haciendo las lecturas, directas y de entrelíneas, que corresponde hacer cuando uno está ante la obra de alguien con autoridad, de un peso pesado en lo suyo.
El jardín de esa casa singular merece un capítulo aparte: la acompañaba en todo, era su necesario marco. Me llamó mucho la atención la viejísima glicina que, arrancando de la terraza-pérgola sobre el jardín, volcaba cataratas de flores arracimadas impregnando el lugar con su olor inconfundible. Parecía puesta allí desde mucho antes de construida la casa en 1918. Casi diría que las flores de la glicina y los múltiples colorados otoñales de la ampelopsis, que literalmente envolvía la casa por fuera y por dentro, eran las únicas notas vegetales de color. Porque Tita usaba sólo flores blancas en sus puestas, adentro y afuera, en sus ramos y en sus plantas. Y jugaba magistralmente con las modulaciones que en ellas produce la luz. Como lo hacía con determinados brillos y transparencias. A tal punto estaba Tita en los detalles, que hasta diseñó visualmente su propio velorio.
Podríamos disentir en algún mínimo detalle, pero las más de las veces las coincidencias fueron totales. Siempre la vi a Tita como una de las personas con más gusto y más criterio estético que haya conocido en mi vida. Y respeté y tuve muy en cuenta sus opiniones como de quien venían.
Ahora nos enteramos de que, gracias a gestiones de los vecinos del barrio, la casa donde Tita pasó sus últimos años y murió, ha sido declarada de interés patrimonial, por lo que se salvará del avance implacable de la piqueta. Aunque muchos de los climas y microclimas que Tita armó en esa casa, en la que se gestaron tantos interesantes emprendimientos culturales ya se hayan desarmado, me hubiera gustado que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires hubiera hecho en ella algo ligado con el arte, la cultura, lo estético, la decoración y las artes aplicadas a ella. Como pasó con la casa de Victoria Ocampo de Rufino de Elizalde 2831, que compró Amalia Lacroze de Fortabat, otra gran amiga de Tita, para el Fondo Nacional de las Artes, cuando lo presidía.
Es estimulante saber que la vieja glicina seguirá floreciendo, que los zorzales de pecho colorado seguirán teniendo refugio en ese jardín y que la ampelopsis seguirá abrazando la casa. Y también que, junto con la de Tita, se salvan todas las casas que dan sobre Güemes, hasta el 2938 inclusive, que conforman una tipología única en estilo, en altura y en detalles de fachadas.
Y el espíritu de Tita seguirá en cada uno de los rincones de su magnífica casa de Agüero y Güemes.


Pedro L. Baliña

UNA NOCHE ESPECIAL

Ya se dijo aquí que la gran pasión de Tita era el teatro. Y durante años presidió la Fundación del Teatro San Martín, desde la cual apoyó incondicionalmente a ese Teatro y a la gente que en él trabajaba. Y recaudó fondos para compensar las enormes carencias de todo tipo resultantes de los presupuestos culturales magros. El San Martín le estará eternamente reconocido. Dos veces intervine en Una Noche Especial, las exitosas comidas que, a beneficio de la Fundación, organizaba Tita todos los años en el comedor de la Rural en Palermo, en el Plaza Hotel, etc. Artistas, decoradores y arquitectos arreglaban las mesas con un tema o premisa dados. La primera vez que, invitado por Tita, participé, vez el tema era la ópera y yo llamé a mi mesa “Calas para la Callas”. En el centro de la mesa había un enorme ramo de calas envuelto con papel de celofán y un enorme moño blanco de regalo. La tarjeta de quien mandaba las calas, de puño y letra decía “Ari”. El mantel estaba hecho con un fantástico papel con billetes de dólares estadounidenses impresos que conseguí. Y una gran foto de Aristóteles Onassis en un marco de plata. Los servilleteros estaban hechos con unas pulseras de varias vueltas de perlas. Sobre el plato de cada comensal, en alhajeros como de terciopelo, había un anillo, falso por supuesto, de muy buen diseño. Las señoras que comieron esa noche en mi mesa, quizás como un modo de recuperar parte de lo pagado por el cubierto, se creyeron con derecho a llevarse los anillos que eran parte de mi puesta. No quedó ni uno sólo de todos los que eran. Aparte del evidente juego de palabras y del toque de humor de su título “Calas para la Callas”, mi mesa llevaba implícito un homenaje a Tita, a quien le encantaban las calas. Tanto le gustaban, que coleccionaba cuadros con calas. Cuando yo detectaba alguno en mis recorridas por las galerías y remates de Buenos Aires, la llamaba y le pasaba el dato para que fuese a verlo.
La segunda vez que Tita me invitó a participar en Una Noche Especial, titulé a mi mesa “2001 Odisea del Espacio – Homenaje a Stanley Kubrick”. Una Luna esférica, corpórea, blanquísima, con cráteres y todo, giraba sobre su eje, a una determinada distancia de la tapa de la mesa, en medio de una penumbra especialmente fabricada para resaltar el efecto de la Luna reflejando la luz solar en el oscuro espacio sideral. Por cómo estaba iluminada mi Luna, con un spot muy puntual desde gran distancia, parecía emitir la luz, más que reflejarla. Alrededor de la Luna, “giraban” tres naves espaciales. El mantel era totalmente negro y estaba íntegramente tachonado de estrellas plateadas de no más de un centímetro, levemente corpóreas, que también reflejaban la luz que parecía emitir la Luna. En unos adminículos plásticos para cocer huevos en microondas, de raro diseño, que parecían hechos para comer dentro de la ingravidez de una cápsula espacial sin mancharse, que simulaban vajilla para comer dentro de una nave, había sólo píldoras, cápsulas y grageas de formatos, tamaños y colores diversos, como si fueran el entendible menú de los astronautas estando en el espacio. Toda la vajilla, tenía el logotipo de la NASA. Los comensales reales comían “a la luz de la Luna”, sobre unos individuales circulares, de un celuloide muy particular, que daba un aspecto muy tecnológico. Los sillones, de línea vanguardista tenían luces coloradas que prendían y apagaban. Para los imaginados astronautas, no había cubiertos: no les harían falta para comer su menú.
A Tita, esa mesa le gustó mucho.

P. L. B.