HALLAN EN LO ALTO DE UNA MONTAÑA
UN SANTUARIO SECRETO DE LOS INCAS

Perú


Un grupo de exploradores españoles descubrió un santuario inca en las montañas de Vilcabamba, en Perú, a unos 150 kilómetros de la ciudad de Cusco. Lo consiguieron gracias a las imágenes conseguidas luego de un rastreo realizado por satélite.
El equipo de científicos e investigadores dirigidos por el escritor y explorador Miguel Gutiérrez Garitano llegó a Madrid sorprendido por la importancia del hallazgo, que contempla al menos 55 recintos. Según Gutiérrez Garitano le contó al diario El País, los mismos estaban “emplazados en la montaña más elevada de la zona, en un lugar que sólo podía descubrirse mediante imágenes por satélite”.
En ese lugar se presume que se realizaban sacrificios humanos. “Las ruinas estarían relacionadas con el Reino incaico de Vilcabamba. Puede que las evidencias que encontramos demuestren la existencia del rito de la Capacocha, lo que según los expertos sería un hallazgo revolucionario”, agregó el líder de la expedición.
En su regreso a España, los científicos se contactaron con Carmen Rubio, experta en Historia de América, quien piensa que “el hallazgo corresponde a uno de los montes sagrados, llamado Apus entre los incas, y que en él se rendía culto al dios del agua, quien en perfecta conjunción con el dios Sol, el Inti, fertilizaba a la diosa Tierra, la Pachamama, madre de las mujeres y hombres andinos”.
El comienzo de todo ocurrió con una imagen satelital en la que divisaron recintos rectangulares que podrían corresponderse con edificios. Luego, en septiembre, fueron directamente al lugar. “Ascendimos a la montaña, hasta la cima, y recorrimos los puntos más importantes que habíamos fijado mediante técnicas de detección de distancia. Los resultados dejaron cortas nuestras estimaciones. Pudimos fotografiar numerosos recintos rectangulares, además de carreteras incas, escaleras y gradas, cuevas acondicionadas y numerosas tumbas”, contó Gutiérrez Garitano al diario español.
El arqueólogo Iñigo Orue consideró que: “toda la montaña se organiza como un enorme yacimiento cuyo alcance no podemos conocer hasta un trabajo arqueológico de mayores proporciones”.
Entre los ritos que se podían haber dado allí estaban el sacrificio de doncellas vírgenes que se llevaba a cabo para prevenir hambrunas, o desastres naturales, según comentaba Miguel Gutiérrez.
Uno de los pasos que seguirán es comprometer a las autoridades peruanas, a la Universidad del País Vasco y a empresas para que ayuden a seguir con sus estudios y también a preservar lo que han descubierto.
Y ya planifican regresar a la zona en junio o julio de 2016.


Fuente: clain.com

NUEVO MUSEO DE MEDIOEVO Y EL RENACIMIENTO EN FLORENCIA

Los visitantes caminan por los pasillos, observan las esculturas y réplicas y toman fotografías en el nuevo museo de la catedral de Florencia, Italia.
En el museo, que será abierto al público el 29 de octubre, se encuentra la mayor colección del mundo de esculturas medievales y del renacimiento.














       Fotos EFE / MAURIZIO DEGL’ INNOCENTI




KARL LAGERFELD EXPONE FOTOS SUYAS
EN LA PINACOTECA DE PARÍS

Imágenes que muestran la exposición de fotografía del diseñador de moda alemán, artista y fotógrafo Karl Lagerfeld en la Pinacoteca de París, Francia. 
LAGERFELD EXPONE. Imágenes que muestran la exposición de fotografía del diseñador de moda alemán, artista y fotógrafo Karl Lagerfeld en la Pinacoteca de París, Francia, el jueves 15 de Octubre de 2015.  (AFP / FLORIAN DAVID) - See more at: http://hd.clarin.com/tagged/Sociedad/page/4#sthash.mRiMuvXa.dpuf







     Fotos AFP / FLORIAN DAVID 

RECUERDOS CON ACENTO FRANCÉS

El Museo Sívori dedica una muestra a los artistas argentinos que renovaron la escena porteña tras haber vivido en la capital francesa en la década de 1920
De izq. a der.: Alberto Morera, Aquiles Badi, Raquel Forner, Horacio Butler y Leopoldo Marechal. Además integraban el grupo: Antonio Berni, Lino Enea Spilimbergo, Juan Del Prete, Alfredo Bigatti, Pedro Domínguez Neira, Victor Pissarro y Héctor Basaldúa Gentileza CVAA
De izq. a der.: Alberto Morera, Aquiles Badi, Raquel Forner, Horacio Butler y Leopoldo Marechal. Además integraban el grupo: Antonio Berni, Lino Enea Spilimbergo, Juan Del Prete, Alfredo Bigatti, Pedro Domínguez Neira, Victor Pissarro y Héctor Basaldúa Gentileza CVAA

Celina Chatruc  / La Nación


¿Una obra por un café? Por tantos como lo decidiera Victor Libion, librero y dueño del café La Rotonde, quien aceptaba como forma de pago pinturas de Chagall, Picasso, Modigliani. Colgadas en las paredes de este bar de Montparnasse, devenido en una suerte de galería contemporánea, esas telas fueron el telón de fondo de los apasionados encuentros de artistas latinos, escandinavos, suizos y rusos en la mítica París de la década de 1920. Allí se sentaban a leer y comentar las noticias de los diarios de sus respectivos países, y a discutir durante horas sobre las tendencias del arte moderno.Entre ellos se contaban los argentinos Antonio Berni, Lino Enea Spilimbergo, Horacio Butler, Raquel Forner, Héctor Basaldúa, Alfredo Bigatti y Aquiles Badi, algunos de los integrantes del Grupo de París (ver aparte), que en estos días protagoniza una muestra que reúne más de sesenta de sus obras en el Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori.
"Los sucesos de la Argentina eran a menudo motivo de diálogo y comentario; digamos que manteníamos vivo el fuego del hogar y que cada uno, a su manera, aportaba su cachito de añoranza", recordaba Berni según la profunda investigación de María Elena Babino, curadora de esta exposición, que también realizó un dossier digital (www.cvaa.com.ar) y un libro sobre el tema (Centro Virtual de Arte Argentino, 2010).
"En el marco de la primera posguerra, los artistas entonces radicados en la capital francesa buscan una vía alternativa para la expresión de una nueva visión del mundo", señala esta historiadora. "Si bien las presencias de Picasso, Chagall, De Chirico o Modigliani ocuparon el espacio de mayor relevancia en el ambiente parisino -agrega-, serán André Lhote, Charles Guérin, Othon Friesz y Antoine Bourdelle los que guiarán los pasos de nuestros argentinos en París."
De estos maestros que enseñaban en las academias con ingreso libre, aclara Babino, Lhote fue "quien más incidencia tuvo en la conformación de un pensamiento estético guiado por el deseo de sintetizar el arte clásico, en términos de armonía, orden y equilibrio, y la incorporación de un lenguaje moderno acorde con los nuevos tiempos". Su propuesta era que los resultados pictóricos no fueran "dobles" sino equivalencias de las formas reales.
Esa búsqueda, que buscaba conciliar el pasado y el presente, sucedía nada menos que a las vanguardias cubista y expresionista, y abarcaba también un cambio en los modos de circulación y promoción de su trabajo. A tal punto que Forner llegó a llorar "de indignación" en el café La Closerie des Lilas, según Basaldúa, mientras discutía con varios de sus colegas sobre el envío de obras a los salones nacionales y la posible creación de un salón porteño independiente.

Retrato de Aquiles Badi, Héctor Basaldúa, sin fecha.Foto:Gentileza CVAA

Muchos de ellos querían traer a Buenos Aires la libertad que habían encontrado en París, esa gran fiesta retratada por Hemingway. Especialmente en aquellos talleres donde las clases se basaban en la observación directa de un modelo, y el maestro se presentaba sólo dos o tres veces por semana. Pero también en esos viajes de verano a las ciudades cercanas de Cagnes y Sanary-sur-Mer que les permitieron integrar a las obras los efectos de la luz natural sobre el paisaje. En su novela Adán Buenosayres, Leopoldo Marechal recreó esos días en que las jornadas de pintura al aire libre se alternaban con baños en el mar, paseos en bicicleta, bailes de disfraces, sopas de pesacado y siestas bajo los pinos.
Ese clima idílico, que según Butler mantenía al grupo en "un estado de exaltación permanente", no duraría demasiado. "El final de la década deja en el recuerdo la euforia de los años 20 -recuerda Babino- y la crisis del 29 plantea un nuevo escenario. Montparnasse cambia de cara, las academias quedan desiertas a causa del éxodo de alumnos extranjeros y el bullicio de una época de bohemia es ahora sólo un recuerdo epistolar."
El regreso a la Argentina tampoco sería fácil. Así lo adelantaba Butler en una carta a Basaldúa, en 1928, mientras organizaba una muestra de algunos miembros del grupo en la Asociación Amigos del Arte. "La confusión del público lleva a no poder diferenciar las propuestas estéticas, ni de los movimientos, ni de los artistas -se lamentaba el artista-. Todo es igual: cubismo, Marinetti, Pettoruti, Picasso, Cézanne y Silvina Ocampo."
Ese mismo año vuelve Spilimbergo, y con el cambio de década los demás, en forma sucesiva. Uno de los importantes aportes de estos artistas al contexto local fue la renovación de los métodos de enseñanza: aquí impulsaron talleres libres como los que habían encontrado en París, una práctica hasta entonces desconocida en Buenos Aires.
"En el caso de Berni, su retorno al país supone un punto de inflexión en el desarrollo de nuestro arte", señala Babino. De todos los artistas del grupo, según ella, el rosarino es "quien integra de manera más directa al contexto político y social de la Argentina del momento la experiencia de los nuevos realismos incorporados de Europa".
Una década más tarde, Berni y Spilimbergo serían convocados por el mexicano David Alfaro Siqueiros para realizar el célebre mural Ejercicio plástico en la quinta Los Granados, de Natalio Botana. Pero ése es el comienzo de otra larga historia.


Fuente: lanacion.com

BESTIARIO ALEGRE Y FEROZ

Escultura

Alfredo Williams expone en el Pabellón de las Artes de la UCA una veintena de figuras a la vez inocentes y monstruosas.


   El caminante. Talla en poliestireno expandido, hierro, resina epoxi, masilla plástica y esmalte sintético. 104 x 49 x 73 cm.

Por Eduardo Villar

Produce inicialmente desconcierto el encuentro con las esculturas de Alfredo Williams (Buenos Aires, 1955) expuestas en el Pabellón de las Artes de la UCA, con curaduría compartida por Cecilia Cavanagh y Raúl Santana. Los 18 ejemplares de este bestiario, que el artista –ganador del Gran Premio Adquisición del Salón Nacional de Artes Visuales 2015– bautizó con el inquietante nombre de Mutantes , impresionan por su carácter contradictorio: el conjunto puede parecer al mismo tiempo el sector de modernos juegos infantiles en una plaza de la ciudad o un ejército siniestro a punto de atacar al visitante con recursos tan desconocidos y letales como los de los invasores extraterrestres de una película de ciencia ficción.
Por disparatadas que sean, hay algo que se manifiesta inequívocamente humano en estas formas. Anatómicamente, el único personaje parecido a un humano es “El caminante” que recibe al público antes de ingresar en la sala misma, un poco separado del conjunto. Hasta, se diría, desentendido de sus “compañeros”, paseando, ocupado en sus asuntos. Separadas de él por un panel –¿sería más apropiada en este caso la palabra “tabique”?–, el resto de las figuras denotan cualquier cosa menos despreocupación. Cuando los tienen, los títulos mismos de las obras –con los que se ha preferido no acompañar las esculturas en las salas– distancian aun más a “El caminante” de los otros: “La mueca”, “Partido al medio”, “Suplicante amarillo”, “No me estoy cayendo”, sugieren situaciones no precisamente favorables.
En uno de los textos del catálogo, Nelly Perazzo aporta una mirada clave: “Subyace en estas figuras la monstruosidad del hecho humano como víctima o victimario, porque siempre son trágicas en realidad, monstruosamente trágicas. Pero resultan amigables aun para los chicos”.
Siempre monocromas, de colores brillantes, livianas –aun las de mayores dimensiones se pueden mover con un dedo–, suaves al tacto, con algo de la apariencia del pop y el cómic, las esculturas de esta serie de Williams son siniestras. Híbridos de animales reales o mitológicos, humanos, máquinas, herramientas, aparatos electrodomésticos, los une la inexistencia de simetría en sus formas y la confusión respecto de la utilidad o función de sus partes: es difícil saber si algo de esos cuerpos se trata de un pie o de una plancha eléctrica; si eso que vemos es una cabeza o una sierra dentada; si lo que corona un miembro es un dedo, una lámpara o una púa capaz de las peores ferocidades imaginables. Su confusa combinación de curvas y rectas, sus laberintos de terminaciones redondeadas o puntudas, de filos o superficies planas, de dientes, cuernos, brazos, piernas y colmillos, son ajenos a cualquier taxonomía. Y, sin embargo, algunas figuras parecen reírse; otras parecen gritar de dolor. Nada es seguro en este bestiario de Mutantes: uno baila, otro parece acostado con las piernas muy abiertas (demasiado), otro corre; uno salta, parece a punto de volar; otro posa sentado o de rodillas, se inclina, ruega.
En una pared de la sala de exhiben bocetos de esta serie de esculturas, dibujados por Williams en España, donde desde los 22 años vivió, como tantos argentinos, entre 1977 y 1983. Décadas después, aquellos bocetos hechos con birome y lápiz se convirtieron en este bestiario atroz.

Fuente: clarin.com

"FABRICANTE DE PIANISTAS"

Secreta Buenos Aires.


Así le decían a Vicente Scaramuzza algunos de sus alumnos. Con su método formó a Bruno Gelber y Marta Argerich, y a los tangueros Horacio Salgán y Osvaldo Pugliese, entre otros.
Porteño por adopción. Se formó en un prestigioso conservatorio napolitano y aquí desarrolló su propio método.
   Porteño por adopción. Se formó en un prestigioso conservatorio napolitano y aquí desarrolló su propio método
Eduardo Parise

Alguna vez le preguntaron por qué vino a la Argentina. Dijo: "Vine a hacerme la América". Tenía un contrato por cinco años, pero Buenos Aires lo atrapó para siempre. Entonces, aunque había nacido en Crotone, una costera ciudad calabresa junto al Mar Jónico, se convirtió en un porteño importante, tanto que se lo reconoce como uno de los fundadores de la mayor tradición pianística de la Argentina. Bruno Gelber, uno de sus célebres alumnos, lo definió como "un apóstol de la enseñanza". Otros, en cambio, eligieron un concepto más prosaico pero mucho más gráfico: dijeron que Vicente Scaramuzza era "un fabricante de pianistas".
Su ficha dice que nació el 19 de junio de 1885 y que, a instancias de su padre, fue a estudiar al Regio Conservatorio di San Pietro a Maiella, una famosa institución en Nápoles que hasta tuvo como director a Gaetano Donizetti. Aquello era un verdadero esfuerzo para su familia porque sólo había conseguido media beca. Pero al año, cuentan que por su talento recibió la parte restante para ser beca completa. Se diplomó en 1906 y al año siguiente, con 22 años, vino a estas tierras. Y aunque viajó varias veces hacia Italia, aquí encontró su lugar en el mundo, donde dirigió el Conservatorio Santa Cecilia.
Los que saben su historia afirman que dio conciertos hasta 1919, aunque hay registros de otras actuaciones esporádicas hasta casi los años 50. De todas maneras, su mayor trabajo se concentró en la enseñanza de todo aquello que había aprendido en ese conservatorio italiano que se había creado en 1808 y que desde 1826, por orden del rey Francisco I, funcionaba en el ex convento de los Celestinos, junto a la iglesia de San Pedro, en Nápoles. En Buenos Aires, en 1912, Scaramuzza creó su propio conservatorio, donde también trabajó su hermana Antonietta. Recuerdan que funcionó muchos años en una vieja casona en Lavalle 1982, a metros de la avenida Callao. En la planta baja había siete habitaciones y en el primer piso estaba el conservatorio. Los alumnos, en grupo o en forma individual, lo esperaban respetuosamente de pie, como se recibe a los directores antes de un concierto.
La lista de los alumnos que tuvo Vicente Scaramuzza resulta extensa. Pero para apreciar la verdadera dimensión de lo que significó en la Ciudad la aplicación de esa "escuela napolitana", hay que nombrar algunos para entender eso del "fabricante de pianistas". Con Scaramuzza estudiaron el mencionado Bruno Gelber (lo hizo desde los 6 hasta los 19 años), pero también Martha Argerich, Enrique Baremboin (padre de Daniel), Silvia Kersembaun, Raúl Spivak, Virtú Maragno, María Rosa Oubiña, Roberto Castro y Francisco Amicarelli (tío de Dante Amicarelli). La lista de estos pianistas de la música clásica es impactante. Pero, como si eso no fuera suficiente, también se agregan otros grandes pianistas que hicieron historia en el tango, nuestra excelente y universal música popular. Allí, en la lista de sus discípulos, aparecen Osvaldo Pugliese, Orlando Goñi, Horacio Salgán, Atilio Stampone, Lucio Demare y hasta Beba Pugliese, entre otros.
Quienes lo frecuentaron afirman que, como buen latino, era un hombre de mucho temperamento. Y que era implacable. Pero si notaba que en sus alumnos había entrega, se volvía tolerante y hasta elástico. De todas maneras, la creación de ese "sonido Scaramuzza" implicaba tener un dominio total de la muñeca para que los dedos no empujaran la tecla sino que la tomaran con suavidad. Admirador de su contemporáneo Serguei Prokófiev, también tenía otras pasiones lejanas a la música. Una era el ajedrez; la otra, el juego del billar. Esto tenía que ver con la cercanía del viejo bar La Academia, en la avenida Callao, a metros de Corrientes. Tanto era su gusto por ese juego que en su casa de Lavalle hizo instalar una clásica mesa con el tradicional paño verde. Vicente Scaramuzza murió en Buenos Aires el 24 de marzo de 1968, afectado por una enfermedad respiratoria que desde algunos años antes lo obligaba a tener que dormir sentado. Lo curioso es que no dejó ningún escrito sobre su sistema de enseñanza. Esa tarea la realizó María Rosa Oubiña, una de sus distinguidas discípulas, quien en 1973 publicó "Enseñanzas de un gran maestro". Pero esa es otra historia.



Fuente: clarin

DESCUBREN TESOROS DE DOS MIL AÑOS
EN EL NAUFRAGIO MÁS CÉLEBRE DE LA ANTIGUA GRECIA

This image provided by the Saddle Ridge Hoard discoverers via Kagin's, Inc., shows one of the six decaying metal canisters filled with 1800s-era U.S. gold coins unearthed in California by two people who want to remain anonymous. The value of the "Saddle Ridge Hoard" treasure trove is estimated at $10 million or more.
Foto AP
Descifrarla demoró medio siglo. Era una intrincada pieza de engranajes que finalmente fue revelada como un aparato para predecir el movimiento de los planetas y las estrellas y así, anticiparse, por ejemplo, a los eclipses. El llamado Mecanismo de Anticitera es considerado el primer computador del mundo y el tesoro más preciado que dejó el naufragio de un barco romano al norte de la isla griega de Anticitera en el año 65 a.C.
El Mecanismo fue descubierto en 1900 por un grupo de recolectores de esponjas, quienes recuperaron más de 40 estatuas de bronce de la Grecia Clásica. Desde entonces es considerado el naufragio más célebre de la antigua Grecia, ya que almacena una gran cantidad de tesoros aún inexplorados debido a la dificultad de llegar hasta el fondo marino donde se encuentra la embarcación.
Por eso, desde 2014 el Instituto Oceanográfico de Woods Hole (EE.UU.) encabeza junto al gobierno heleno un proyecto para seguir investigando el naufragio.
La segunda versión de la campaña, que acaba de finalizar, produjo nuevos hallazgos, que incluyen el descubrimiento de más de 50 piezas que tienen más de dos mil años de antigüedad. Entre ellas, los arqueólogos descubrieron un ánfora intacta, una pequeña jarra de mesa (conocida como lagynos) y una piedra cincelada rectangular, probablemente la base de una estatuilla. También hallaron un pedazo de una flauta de hueso y trozos rotos de vidrio, hierro y bronce, además de una pieza de bronce que parece haber sido el brazo de un trono.
Según Brendan Foley, arqueólogo y buzo submarino a cargo del proyecto, hay tres grandes razones que explican por qué el célebre naufragio ha sido tan poco explorado. “En primer lugar, el sitio es profundo y difícil de trabajar sin generar lesiones a los buzos. En 1901, un buzo murió en una inmersión y dos sufrieron una descompresión. En 1953, cuando Jacques-Yves Cousteau visitó por primera vez el sitio, uno de los buzos también sufrió una descompensación”, dice a La Tercera.
“En segundo lugar -agrega- debido a la profundidad y de otros factores, entre ellos la lejanía de la isla, es un lugar caro para excavar, y en tercer lugar, debido a la profundidad, se requiere de los equipos más avanzados, pues el tiempo de buceo es muy limitado”.
Foley dice que los buzos de su expedición hicieron un doctorado de cuatro años. “Somos el primer equipo de arqueólogos explorando el lugar”. Según el experto, en el lugar podrían haber más de mil piezas sumergidas. Sin embargo, después de la recuperación, cada artefacto debe ser conservado y curado. “Esto requiere una gran cantidad de dinero y tiempo. Por ello, lo mejor es dejar la mayor cantidad de artefactos en el pecio. Dicho esto, esperamos recuperar muchos más artefactos en las próximas temporadas”.

Cinco años

El proyecto se renueva año a año. El gobierno griego extendió un permiso de cinco años, pero Foley aclara que su continuidad dependerá del apoyo de los patrocinadores. “Su interés está supeditado a resultados convincentes, naturalmente”, explica.
Si bien el naufragio es famoso porque allí se encontró el Mecanismo de Anticitera, Foley y su equipo sueñan con encontrar una pieza similar en las próximas inmersiones.
“Esa posibilidad dispara nuestra imaginación. Este barco fue cargado con los objetos más valiosos disponibles en el siglo primero antes de Cristo. Si llevaba algo tan maravilloso como el Mecanismo, ¿qué otra cosa puede estar escondida bajo los sedimentos? Mi codirector del programa, el Dr. Theotokis Theodoulou, del Ministerio de Cultura Helénica, siempre dice: ‘En este naufragio debemos esperar lo inesperado’. Tal vez, incluso, ¡lo inimaginable!”.


Fuente: msn